2. Summer

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10 de enero de 2005—Deja de hacer eso —decía la pequeña pelirroja con un ceño fruncido y los brazos cruzados, viendo con impaciencia a su hermana quien revoloteaba alrededor de ella con pequeños brincos mientras hacía que cayeran copos de nieve en...

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10 de enero de 2005
—Deja de hacer eso —decía la pequeña pelirroja con un ceño fruncido y los brazos cruzados, viendo con impaciencia a su hermana quien revoloteaba alrededor de ella con pequeños brincos mientras hacía que cayeran copos de nieve en la cabeza de la pelirroja, esfumándose y derritiéndose en el momento en que la tocaban como si de una fogata se tratase.

Hace pocos días que su madre comenzaba a explicarles ciertas habilidades que tenían y cómo canalizarlas para hacer uso de ellas, claro que con cinco años de edad, Winter estaba más que emocionada por hacer caer nieve del cielo que por sus demás cualidades. La peli blanca siempre taciturna y un poco arrogante, dejaba de serlo en cuanto el invierno se encontraba en su apogeo y en cada situación que pudiera poner a Summer en aprietos.

La pelirroja inhaló y exhaló con fuerza intentando serenarse, pues Dea les había explicado que en el momento en que sus emociones fueran tan malas e intensas, personas externas a ellas podrían sufrir las consecuencias; Summer podría ser enojona e impaciente a pesar de su corta edad, pero si de algo era consciente es que no le gustaba lastimar intencionalmente.

Comenzaba a tranquilizarse cuando una bola completa de nieve aterrizó en su rostro haciéndola abrir los ojos, estos, de un color comúnmente amarillento claro se empezaron a oscurecer hasta el punto de parecer un intenso naranja, como si el sol mismo se hubiera trasladado a sus ojos.

—¡Te he dicho que ya! —exclamó impaciente mientras tomaba del brazo a su hermana para que dejara de dar vueltas a su alrededor, no pasó un segundo antes de que Winter soltara un alarido que alertó a todos en aquella cabaña e hizo que una fuerte ventisca abriera la ventana. Cuando Dea hizo que Summer soltara a su hermana, esta tenía las marcas de los dedos en su piel incolora, ahora decorada por puntos rojizos donde la brasa de la pelirroja había tocado. La pequeña se sintió terrible de haber causado el daño, pues su único error había sido sostenerla, ¿es que nunca podría tocar a otra persona sin lastimarla?—. Lo lamento.

Fue su último murmullo antes de sorber por la nariz y correr fuera de casa en dirección al bosque, sintiendo una culpa tan grande para alguien que solo contaba con cinco años de vida. Los rizos largos de su cabello rebotaban con cada paso que daba, mientras más distancia tomaba de Winter, se iba sintiendo mejor, sus mejillas volvían a sonrojarse y cada mechón comenzaba a ser vivaz como si fuera una flama. Por la época invernal sus sentidos no estaban alertas del todo, sin embargo, inconscientemente se estaba dando cuenta, que si quería mantener su don a flote, no debía estar con su hermana.

Al haberse apartado suficiente de la casa, Summer se detuvo para respirar y observar las palmas de sus manos, la nieve caía en ellas pero en cuanto entraba en contacto con su piel se desvanecía, intentó por un buen rato el mantener y admirar un copo de nieve hasta que se dio cuenta era una tarea imposible. Observó sus brazos descubiertos y sus pies descalzos, algo que para los ojos y experiencias de los comunes, podría traer diversos fatídicos escenarios tales como una hipotermia; no obstante, Summer mantenía un calor corporal que fácilmente rebasaría los 40° grados centígrados dado que no estaba en su época predominante.

Las hermanas Season © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora