Prefacio

184 22 2
                                    

01 de enero del 2000

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

01 de enero del 2000

—¡Una vez más, tú puedes! —gritaba la dueña de la cabaña mientras la mujer pujaba con esfuerzo, su enorme panza impidiéndole ver lo que sucedía.

Las paredes de una madera sencilla retumban y polvo caía del techo con cada trueno y ventisca, en el exterior parecía que el mundo estaba por terminar. Era el huracán más fuerte que había azotado la pequeña ciudad de Cincinnati, Iowa; sin exagerar, parecía que el cielo se iba a caer de un momento a otro. Las personas afuera lo pensaban igual, pues no paraban de correr en las calles gritando que era el fin del mundo y nadie estaba listo para morir.

A un lado de la ventana del pequeño y frío lugar, se encontraba una radio con emisiones que se interrumpían cada dos segundos. Los locutores exclamaban los eventos trágicos que se suscitaban alrededor del mundo, Japón estaba quedándose bajo el agua después de los tsunamis que llegaron por ambas costas, el volcán en Hawái salió de su inactividad para llenar a la isla de lava y, entre interferencias se alcanzaba a escuchar que en México el suelo parecía abrirse por los terremotos.

La dueña de la cabaña, sencilla y humilde, había acudido al grito de socorro que la mujer ahora en cama profirió, los hospitales estaban lejos y repletos de personas debido a los desastres que llevaban horas sin parar, su embarazo de cuatrillizos era de alto riesgo, pero esperar ayuda médica no era una opción. Aún siendo grande de edad, con su cabello blanquezco, la dueña la recibió haciéndola de partera a pesar del temblor en sus manos.

La embarazada cuyo nombre no había pronunciado, respiraba agitadamente haciendo que mechones color negro y puntas verdes se pegaran a su rostro por el sudor; tomó aire para agarrar fuerza mientras sus manos se presionaban sobre la dura cama. Soltó un grito que fue silenciado por los truenos y la abundante lluvia del exterior.

La partera sacó al primer bebé, tenía hileras rubias pegadas a su cabeza las cuales la pelinegra pudo ver a pesar del cansancio que le impedía abrir los ojos por completo. Sin embargo, aún estaba consciente de la mayoría de sus sentidos y notó algo extraño.

—¿Por qué no está lloran...? —Su pregunta fue interrumpida por el dolor en lo bajo de su vientre, llevó la mano al lugar como si eso fuera a calmarla y apretó los dientes, no obstante, eso no la distraía de que su bebé no había llorado.

—Tranquila, necesitas seguir pujando, el siguiente ya viene —habló la partera volviendo a sentarse frente a la intimidad expuesta. Lágrimas salían de los ojos de la embarazada, ni siquiera sabía si eran por el dolor constante de su parte baja o porque a pesar de sus esfuerzos, su bebé parecía no querer vivir.

Así fue como pasaron lo que parecían horas, dos bebés más, una con rizos rojizos y otra con la piel y cabello color chocolate. Ninguna lloraba o respiraba.

El agua empezaba a entrar por la puerta de la cabaña, inundando el interior hasta que llegaron al borde de la cama, el roce del agua con las manos de la mujer la hicieron sentir mucho frío.

—Ya no puedo más... —susurró con una mano sobre su aún abultado vientre, parecía que cualquier cantidad de aire que entrara a sus pulmones era insuficiente y una neblina parecía cubrir sus ojos, titiritaba de frío como si toda la fuerza de su cuerpo se fuera extinguiendo.

La partera llegó a su lado acariciando su mejilla casi con ternura, lágrimas salían de los ojos de la embarazada, ninguna de sus bebés había llorado, si era el fin del mundo estaba dispuesta a morir en ese instante para llegar al mismo tiempo que sus ángeles.

—Solo falta una, haz un esfuerzo tengo un buen presentimiento.

La pelinegra cerró los ojos inhalando y exhalando, queriendo retomar la fe y ayudando a su hija si es que quería conocer el exterior. Asintió lentamente y cuando volvió a observar la cabeza entre sus piernas comenzó a pujar.

El agua hacía que la cama se moviera y la luz por fin se apagó por completo después de un trueno.

Dejó caer la cabeza en la almohada, llorando de impotencia y debilidad. Inhaló hondo y soltó un grito que se llevó sus últimas fuerzas antes de sentir una liberación. La neblina en sus ojos muy apenas le hacía distinguir al pequeño ser que cargaba la dueña de la cabaña, no tenía cabello y si así era no pudo reconocer su color.

Estaba a punto de caer en la inconsciencia, queriendo irse del plano terrenal con sus hijas cuando los quejidos y sollozos empezaron a escucharse de parte de las cuatro.

La partera alternaba la vista entre las hijas y la madre, asombrada de que duraron todo ese tiempo sin respirar hasta que estuvieron juntas.

—Ya... —dijo la mujer sin fuerzas, dejando a sus manos colgando en los extremos de la cama, hundidas en el agua—, ya no puedo.

—No te dejes ir, querida. Tus niñas están vivas, te necesitan y...

La anciana se interrumpió cuando las luces se volvieron a encender de repente, la cabaña ya no retumbaba pues los truenos y la lluvia torrencial se habían detenido como si nunca hubieran estado, el agua del interior iba bajando hasta que quedó solo un rastro y después nada.

—Quiero verlas —habló la pelinegra sorprendiendo a la mujer por su recuperación repentina, llevó a las bebés a los brazos de su madre y la palidez y debilidad que esta había mostrado hacía solo unos segundos empezaba a borrarse, como si las niñas estuvieran dándole aquella fuerza. Dejaron de llorar cuando la puerta de la cabaña se abrió, no había inundación, ni siquiera viento o rayos, todo estaba en calma, la gente se miraba confundida y algunos se arrodillaban para agradecer al cielo o rezar en la avenida.

—Disculpa cariño, pero ¿quién eres?

La pelinegra dirigió sus ojos azulados hacia aquella desconocida que la había ayudado, le sonrió acomodando a sus peculiares hijas a los lados de sus brazos, su cara volvía a tener rastro de color, incluso se le habían teñido de rosa las mejillas y su cabello parecía vivaz.

—Mi nombre es Dea. Dea Mater.

*******

Uf, bueno. Hola queridos lectores, si ya han leído mis obras se darán cuenta que me gusta subir el prefacio o algún epígrafe en el mismo instante en que se sube la historia. Si no me habían leído ahora lo saben.

Esta es una historia con la que me estoy poniendo retos, es de las primeras cuyo género principal es la fantasía, aunque no se preocupen, habrá ese toque de romance que no puede faltar en mis historias.

Todo tipo de comentarios, opiniones o votos son bien recibidos. Es la primera vez que me aventuro con la narración en tercera persona así que no sean tímidos en decirme mis errores.

Si continuarás leyendo, muchas gracias, recuerden que no tengo fechas establecidas de actualización pero siempre trato de subir lo más pronto posible.

Gracias y bienvenido al mundo de las hermanas Season.

Las hermanas Season © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora