Capitulo diez: Áspid y dinamita.

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                                                  Isaac Emer

Aún no comprendo porque hemos viajado a Luxor. Desperdicié la mayor parte de mi día haciendo filas para entrar a los antiguos monumentos de lo que sería antiguamente, Tebas. Thomas era el único emocionado; Aleksei se demostraba tranquilo y daba la sensación de que le agradaba compartir con nosotros estas maravillas de Egipto, sin embargo, presentía que al igual que yo, era algo aburrido.

Antes del anochecer, el resto se dirigió al hotel junto al mal estado físico de Monett, quien había tenido un reencuentro con su pasado, también me había visto en él. Recuerdo cómo miraba el camino que se formaba por las columnas con sus pupilas dilatadas, luego me observó, su respiración se había detenido por un instante. En ese momento, fui yo quien fue transportado hasta el mundo que Monett solía viajar cada vez que veía algo que le recordara su pasado. Ella había desaparecido y por fin había comprendido todo, si no fuera por algunos pequeños detalles de su cuerpo, sería Nefertiti en persona. El parecido era alucinante y ambas tenían esa voz de mandato. En cambio yo, era un simple sacerdote en mi pasado, pero a medida del tiempo ha tomado relevancia y ha perjudicado la vida de Nefertiti, es por eso que entre Monett y yo hay una gran distancia, tanto laboral como convivencia.

Al principio no comprendía el porqué actuaba de una forma distinta, el porqué estuve a punto de aplastar el cráneo de Monett con una roca en la tumba de Nefertiti, el porqué le gritaba traidora. Admito que merecía aquella paliza que me dio Thomas semanas atrás, admito que merecía todo el odio que gane por parte de mi mentor Isaac, estaba en su derecho. Algo me había consumido, ese algo hasta el día de hoy no ha dejado de controlarme y sólo ella lo ha notado. Se nota en mis respuestas cortantes, en mi actitud silenciosa ante el resto de mis compañeros, diría que hasta en mi forma de caminar he cambiado. A veces no se quien son soy y al parecer jamás lo sabré.

Thomas y Aleksei se encontraban conversando en un bar del hotel, chocando esas finos vasos de whisky brindando algo que desconozco. No quise acompañarlos, tenía la intensión de hacer algo totalmente diferente, escaparme del hotel.

Hice una señal de que iba a estar afuera, pero nunca dije en que parte iba a estar.

Tomé mi billetera y salí a recorrer las calles de Luxor. Había escuchado rumores que en los callejones más recónditos habían negocios que aún se mantienen abierto a estas horas de la noche. Cualquiera del lugar pensaría que soy un egipcio, mi tes es oscura como la de ellos y ya no luzco como un simple turista.

La calurosa noche era refrescante ya que no había mucha gente circulando por la pavimentada calle, la escasa luz también ayudaba para que el clima fuera más fresco. Pertenezco a este lugar y no a los países occidentales donde el racismo es cada vez más frecuente aunque hayan leyes para eso.

Había encontrado el lugar indicado. Un local pequeño careciente de luz por afuera. Adentro era diferente.

Personas estaban calibrando sus armas, otros comprobando su peso, incluso alguno ya las habían cargado. Sentí un poco de temor en aquel momento, sentía que todos ellos me fusilarían por error, por estar jugando con armas de fuego que normalmente se necesitan un permiso especial para su uso. Al parecer, eso solo se aplica en los países occidentales. 

—¿En qué puedo servirle? —preguntó en árabe un hombre escuálido con grandes ojeras negras. Le había entendido perfectamente.

—Hola, buenas noches. Estoy buscando dinamita ¿puedo conseguirla aquí o tengo que ir a otro lado? —contesté en su mismo idioma.

Secretos en Amarna (FDLA #2) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora