Con cada metro recorrido, Silwen conocía más sobre aquellos que lideraban la marcha. Hermanos de Arwen, los gemelos eran familia de la Dama Galadriel. Fueron criados en Rivendell, y partieron hace pocas lunas a estas tierras tras el regreso de su señora desde los Puertos Grises. Estaban aquí para acompañarla en su corta estadía, antes de marchar nuevamente. Y aunque no sabían realmente el porque había sido postergado su viaje, no creían necesario discutir la importancia de aquella inesperada misión. Pero había quienes si sabían el porque, y que la sombra se alzara en el Oeste, tan solo era una muestra más del poder de Lómion.

Cuando la estructura de Caras Galadhon se comenzó a ver entre las hojas de los árboles, Silwen no pudo más que suspirar embelesada por la imagen que tenía ante sus ojos. Las residencias de los elfos se construían en las alturas de los árboles. Eran de madera clara y decoradas con tantos cristales, que la luz provocaba un hermoso juego de haces de intensidades y colores distintos. 

Enrolladas en los blancos troncos, se elevaban majestuosas construcciones. Eran de tan elevada altura, que Silwen tuvo que doblar su cuello de forma vertiginosa. Pendían de las ramas luces que brillaban como estrellas. Latían con una luz irreal mientras el grupo cruzaba un robusto arco de piedra.

Con la Luna ya sobre sus cabezas, no había más luz que la que emanaba la propia ciudad en si misma. Los rayos blancos acariciaron con suavidad la piel de Silwen. La bañaban en un aura que tan solo podía definirse como etérea. Para ella, aquello era tan hermoso, que su labios se habían entreabierto secando su boca. Era incapaz de definirlo, ninguna lengua le haría justicia. Suspiró cautivada, con una dulce sonrisa pegada a sus labios y sus ojos brillando por la emoción.

Su mano se había desprendido de Legolas, quedando ahora rezagada entre los árboles. El silencio la abrazó, un silencio sereno que le hizo bajar la guardia. Una calidez se adhirió a su corazón, con un sentimiento inconcluso que no sabía definir. Quizás la palabra que más se asemejara era hogar.

Legolas reparó en la ausencia de Silwen, notando aún la piel de ella bajo la palma de su mano. Se volvió de forma lenta, pero no pudo errar más en su acto. Pues cuando encontró la esbelta silueta de ella, quedó sin aliento. El elfo quedó prendado de su imagen, como tantas veces le había ocurrido ya. Que necio era al pensar que podría escapar de algo tan profundo, tan atravesado en su cuerpo, que se había vuelto tan esencial como el aire. Silwen saciaba por completo su corazón. Los orbes grises de la elfa centelleaban de felicidad, aquello produjo al instante una enorme ternura y dicha en Legolas. Pues a pesar de sus esfuerzos, él seguía volviéndose dichoso con tan solo admirarla. Tan blanca era la cabellera de Silwen ahora, que ni la nieve más pura se asemejaría. Caras Galadhon irradiaba su propio Sol, y con su luz acariciando la aterciopelada piel de Silwen, Legolas tuvo claro que aquella luz, había sido creada únicamente para tocar a su amada.   

Elrohir y Elladan, los hermanos de Arwen, siguieron el rumbo de los ojos de Legolas. Encontraron a los pies de un árbol, como una elfa, enfundada en una reluciente armadura, estiraba sus brazos hasta alcanzar las ramas más bajas. Con parpadeantes luces envolviendola, admiraron con devoción aquella irreal imagen. Pues en la oscuridad del bosque, no habían alcanzado a ver las suaves facciones de Silwen. Con la tímida iluminación del entorno, tan mágica como la propia elfa, quedaron igualmente hechizados.

— No creo que debas preocuparte por la aceptación de los elfos. —Gimli llamó la atención de Silwen con una mueca burlona en su rostro. Ella, aún algo ensimismada por la belleza de Caras Galadhon, frunció el ceño sin entender— Diría que ya los tienes a todos cautivados. —señaló con su mirada una dirección que Silwen no tardó en seguir.

No fue grata su sorpresa cuando sus orbes plata, tropezaron con múltiples pares de ojos todos puestos en su figura. Hasta los soldados elfos habían cesado su marcha para admirarla a ella. Legolas, junto a los hermanos, tenía la vista clavada su rostro. La miraban sin aliento, como si de un espejismo se tratase. Viendo el fuego en los ojos del príncipe de Eryn Lasgalen, Silwen se sonrojó de forma violenta.

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱWhere stories live. Discover now