Capítulo 30: El último beso

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Raven solo había recorrido unos metros entre los altos setos cuando escuchó el silbato de Ludo Bagman, marcando la entrada de Cedric y Harry al laberinto. Intentó concentrarse, haciendo un esfuerzo por ignorar aquella voz en su cabeza que le repetía una y otra vez que algo saldría mal. Miró hacia adelante, notando solo oscuridad. Aquello no le incomodaba, el camino no era muy distinto del Bosque Prohibido a media noche. Levantó su varita e intentó concentrase “Expecto patronum”, susurró. Al instante una luz plateada surgió, dándole forma a un tejón.

-Bueno- le dijo al animal, como si este pudiese entenderla- Supongo que todos acudirán al Lumos, pero tu das más luz. Necesito ver más que solo unos metros delante de mí. 

Caminó unos veinte metros más, hasta que llegó a una bifurcación, optó por girar a la izquierda. Por tercera vez el silbato sonó, anunciando la entrada de Krum, haciéndola apresurar el paso. Hasta el momento no había encontrado dificultades y eso le inquietaba. Comenzó a correr cuando el silbato sonó por cuarta vez. Todos los campeones estaban dentro del laberinto y solo uno saldría con la gloria. Esperaba ser ella, o Cedric. Notó una disminución en la iluminación por lo que lanzó una mirada a su espalda, encontrándose a un dementor siendo detenido por el tejón.

-Buen chico- felicitó- Vámonos. 

Caminó unos cuantos metros, hasta que se sintió desorientada. “Oriéntame” le pidió a la varita, que la guió por el callejón de la derecha. No avanzó mucho hasta que oyó algo detrás de ella. Cuando volteó, deseó no haberlo hecho. Era una criatura horriblemente grande que ella conocía bien, los escregutos de cola explosiva de Hagrid. Afortunadamente, solo había uno con el que debía lidiar.

-¡Bombarda máxima!- gritó en dirección a la criatura, con tanta suerte que el encantamiento le entró a la criatura por la boza y la hizo estallar, dejando atrás una montaña de tripas sumamente asquerosas. 

Siguió su camino, internándose aún más en la oscuridad. Sospechaba que estaba por llegar al corazón del laberinto, pues las sombras se hacían cada vez más densas.  Giró a la izquierda, luego a la derecha y nuevamente a la derecha. Solo se topó con un callejón sin salida, por lo que debía ir por buen camino. Oyó un grito agudo, que parecía provenir de Fleur Delacour. Decidió ignorarlo, pues sonaba demasiado lejos. No era un asunto de su incumbencia, si tenía problemas, lanzaría chispas rojas. Siguió su camino, ya no tan segura como antes. Giró un par de veces y todo parecía ir relativamente bien, hasta que escuchó la voz de Cedric.

-¿Qué vas a hacer? –gritaba- ¿Qué demonios pretendes hacer?

Y a continuación se oyó la voz de Krum:

-¡Crucio!

El aire se llenó de repente con los gritos de Cedric y a Raven se le paró el corazón. Comenzó a correr hacia donde provenían los gritos. Pero no importaba cuán rápido se moviese, no parecía ir lo suficientemente rápido. De un segundo a otro dejó de correr en dos patas, adoptando su forma animaga para ganar velocidad. Dejó escapar un rugido, que pareció mover los setos. Giró a la izquierda y sus ojos se fijaron Cedric, quien gritaba de dolor en el suelo, para luego dirigirse a Krum, que sostenía en alto su varita y en Harry, que al parecer había atravesado uno de los setos. Antes de que alguno se pudiese dar cuenta de su presencia, adoptó su forma humana.

-¡Expulso!- gritó, enviando a Krum al final del callejón- Tu, maldita rata, vas a conocer lo que es una tortura de verdad- dirigió su varita al cuerpo de Krum, quien intentaba levantarse. Susurró una de las tantas maldiciones que había aprendido en su estancia en el castillo de Slytherin y Morgana. Los gritos desesperados de Krum no se hicieron esperar y Raven no pudo evitar sonreír al ver como el chico intentaba apagar el fuego imaginario que quemaba su piel- ¿Se siente real? –preguntó con voz melosa- Nunca había intentado esa maldición antes. No parece decepcionarme.

-¡Desmaius!- gritó la voz de Harry Potter a sus espaldas, dando de lleno en Krum- Creo que entendió la lección.

Se giró para mirarlo, iba a contestarle, pero al ver a Cedric las palabras murieron en su boca. Se acercó a él y, junto con Harry, lo ayudaron a ponerse de pie.

-¿Estás bien? -le preguntó Harry, cogiéndolo del brazo.

-Sí -dijo Cedric sin aliento-. Sí... no puedo creerlo... Venía hacia mí por detrás... Lo oí, me volví y me apuntó con la varita- tomó la cara de Raven entre sus sudorosas manos y, sin importarle la presencia de Harry, la besó- Eres muy sexy cuando te enojas.

-Siempre soy sexy- se jactó, abrazando al castaño y hundiendo la cabeza en su pecho- Creí… yo… iba a matarlo.

-Pero no lo hiciste- la tranquilizó- Lo torturarse, pero no lo mataste. Es un gran avance.

-Te amo, Cedric Diggory.- le soltó, antes de besarlo nuevamente.

-Me cuesta creerlo- dijo Harry interrumpiendo el romanticismo- Creía que era un tipo legal- añadió Harry, mirando a un inconsciente Krum.

-Yo también lo creía -repuso Cedric.

-Yo no- opinó.

-¿Oyeron antes el grito de Fleur?- les preguntó Harry.

-Sí -respondió Cedric-. ¿Crees que Krum la alcanzó también a ella?

-Estaba cazándola- supuso Raven, rodeando con un brazo a Cedric por la cintura-  Era la más débil de nosotros- ninguno lo negó.

-¿Lo dejamos aquí? -preguntó Cedric.

-Sí.

-No. Creo que deberíamos lanzar chispas rojas. Alguien vendrá a recogerlo... Si no, lo más fácil es que se lo coma un escreguto.

-Es lo que se merece -musitó Cedric, pero aun así levantó la varita y disparó al aire una lluvia roja que brilló por encima de Krum, marcando el punto en que se encontraba.

Después de unos minutos los tres comenzaron a caminar, hasta que Harry los dejó para girar a la derecha. Luego, Cedric la obligó a dejarlo. No dejaba de repetirle que ella tenía que ser la campeona, y que él solo estorbaría. Intentó rehusarse, Cedric estaba demasiado débil para continuar en solitario. Pero no conseguiría nada quejándose, por lo que continuó su camino en soledad, bajo su forma animaga. Con la visión de un león el laberinto ya no le pareció tan aterrador.  Pasó corriendo junto a un par de dementores, que no parecieron notarla, y se acercó más y más hasta el corazón del laberinto. Giró a gran velocidad hacia la derecha y la vio.

La Copa de los tres magos, solo para ella, brillaba sobre un pedestal. Se dirigió hasta allí en forma felina, pero regresó a su forma humana a un metro de la copa. Era tan sencillo, tendría solo que estirar la mano y el maldito torneo seria suyo. Avanzó, dispuesta a coronarse campeona, pero, a unos centímetros de las asas, se detuvo. Algo le decía que no la tocase, no sin antes lanzar chispas rojas al aire. Había algo raro en la copa, pero no podía explicar qué era.

-¡Cedric!- gritaron a su espalda- ¡A tu izquierda!

Giró a tiempo para ver como un cuerpo gigantesco, negro y peludo, lanzaba a su novio por los aires. Su vista se torneo borrosa y sus oídos se taparon. Era levemente consiente de que Harry le lanzaba encantamientos a la acromántula, pero que no funcionaban.

-Ay Potter, a veces tienes que hacer lo que haga falta- siseó, levantando la varita- ¡Avada Kedavra!- un rayo de luz verde impactó en la criatura, desplomándola. 

-¡Harry! -oyó gritar a Cedric—. ¿Estás bien? ¿Cayó sobre ti?

-¡No! -respondió Harry, jadeando.

-Andando niñas- los apremió. Raven le dirigió una mirada a la pierna del pelinegro. Sangraba mucho y probablemente se infectaría- Creo que estoy dispuesta a compartir la gloria- ambos jóvenes se acercaron malheridos- Agradézcanme luego. 

-Ya estabas aquí- dijo Harry asombrado- ¿Por qué no la has tomado?

-No lo sé- respondió con franqueza. 

-El primero que llega a la Copa gana- dijo el pelinegro negando con la cabeza- Y la primera has sido tú, desde la primera prueba, Raven. Te lo estoy diciendo: yo no puedo ganar ninguna competición con esta pierna y Cedric apenas puede mantenerse en pie. 

-Aunque aprecio que me alagues, Potter, no me apetece que ninguno pase un minuto más aquí- tomó la mano de Cedric- Probablemente sea lo más noble que me veas hacer. Así que, a la de tres, ganamos esta mierda.

-A la de tres- coincidió Harry.

-Esa es mi chica- Cedric besó sus labios, por última vez. Aunque eso ellos no lo sabían.

-Uno... dos... tres... –contó Harry, y los tres agarraron la Copa.

En un segundo Raven sintió como sus pies se despegaban del suelo. Una de sus manos estaba aferrada a la Copa, y la otra sostenía a Cedric. Hubiera preferido un aterrizaje triunfal, pero se estampó de cara contra el césped.

-¿Dónde estamos?- preguntó Harry confundido.

Raven prestó atención a su entorno, dándose cuenta que no se encontraban en los terrenos de Hogwarts.  Estaban en un cementerio descuidado, detrás de una pequeña iglesia. A la izquierda se alzaba una colina. En la ladera se distinguía la silueta de una casa antigua. El lugar no parecía muy amenazante, pero por algún motivo la piel se le erizó. Tenían que marcharse inmediatamente, la muerte parecía flotar en el aire, y no precisamente porque se trataba de un cementerio.

-¿Les dijo alguien que la Copa fuera un traslador?- preguntó Cedric. 

-Nadie -respondió Harry, mirando el cementerio-. ¿Será esto parte de la prueba?

-Ni idea -dijo Cedric. Parecía nervioso- ¿No deberíamos sacar la varita?

-Esto no es parte de la prueba- anunció la pelinegra con voz gélida- Tenemos que marcharnos, ahora.

La ignoraron y sacaron las varitas. Raven quería gritarles que corrían peligro pero no lo hizo, no pudo hacerlo. Sus ojos verdes se centraron en una figura que se acercaba serpenteando por entre las tumbas. Parecía cargar algo en sus hombros. El instinto de Raven le pedía a gritos que lanzara la maldición asesina, tomase la Copa, a Harry y Cedric y se marchasen sin mirar atrás ¿Lo que llevaba era un bebé? No podría matar a alguien que llevase un bebé ¿O sí?

-Alguien viene -informó Harry. Raven frunció el ceño, ella había visto la figura mucho tiempo antes. 

Raven vio de reojo como Harry bajaba un poco la varita y Cedric hacia lo mismo. Ella no lo hizo, desconfiaba de todo en aquel lugar, incluso se aquella persona. Se acercó a Cedric y le tomó la mano. Éste le devolvió una mirada de desconcierto. Volvió su mirada a la figura, que se había detenido a dos metros de ellos. Raven vio, no sin sorpresa, como Harry soltaba la varita y caía de rodillas, aferrándose a la cicatriz en su frente. Frunció el ceño. Esa cicatriz se la había hecho el mismísimo Voldemort y, si le dolía, eso significaba…

No puede ser, pensó.

-Mata al chico.- ordenó una voz gélida.
 
Entonces escuchó un silbido y una segunda voz, que gritó al aire de la noche dos palabras que ella había pronunciado minutos atrás:

-¡Avada Kedavra!

Raven alzó un escudo protector con su varita, pero fue demasiado lenta. Cedric yacía muerto a sus pies, con las piernas y los brazos extendidos. Sus ojos estaban abiertos, pero vacíos. El mundo se detuvo, dejó de prestar atención a lo que ocurría en el cementerio. Era vagamente consiente de que Harry gritaba su nombre, pero fue incapaz de alzar la mirada. Cayó de rodillas, sintiendo como su corazón se partía en mil pedazos. Extendió una mano en dirección a su rostro. Estaba frío. Sus dedos recorrieron el contorno de sus labios, allí descansaban los ángeles de sus  demonios vivían expulsando.

-¡Hueso del padre, otorgado sin saberlo, renovarás a tu hijo!- gritó una voz.
No alzó la vista, no le importaba nada de lo que estaba sucediendo. Sus ojos no podían dejar los de Cedric. Parecía que tenía demasiadas cosas que decir. Sueños que llevar a cabo que quedarían en el olvido. Un futuro junto a ella que nunca podría llevarse a cabo. Tantos besos que nunca podría darle, tantos “te amo” que ya no podría dedicarle.

-¡Carne... del vasallo... voluntariamente ofrecida... revivirás a tu señor!

Había pasado noches eternas en sus brazos, pero en ese momento le parecían demasiado lejanas. Le había susurrados sus peores temores mientras él dormía. Había confiado en él a tal punto que le había contado su historia, desde sus inseguridades hasta sus sueños de pequeña. Había prometido que ese verano lo llevaría a conocer a Morgana, Cedric era casi fanático de ella, aunque no le gustaba admitirlo porque, según él, eso no era muy Hufflepuff. Habían planeado juntos todas las vacaciones. Pasarían la mitad en el castillo y la otra mitad en la casa de los Diggory. La madre de Cedric había hecho oficial la invitación esa misma mañana. Frunció el ceño, todo parecía tan lejano, pero ese mismo día habían hablado sobre el futuro.
 
-Sa... sangre del enemigo... tomada por la fuerza... resucitarás al que odias.

Tendría que haber actuado diferente. No debía haber permitido que metiese su nombre en el cáliz, no debería haber dejado que entrase en el laberinto, no tendría que haberlo alentado a tomar la Copa. Tendría que haberlo petrificado en el laberinto y lanzado chispas rojas al aire para que alguien lo rescatase y lo alejase del peligro. Debería haber asesinado al hombre apenas fue consciente de su presencia. Tendría que haber sido más rápida interceptando la maldición. Podría haber hecho tantas cosas para salvarle la vida, pero no había hecho nada.
Cedric había muerto por su culpa.

-¡El otro brazo, Colagusano!- gritó un hombre.

Raven alzó la vista por un momento, chocando su mirada con los ojos rojos de Lord Voldemort. Estaba más vivo que nunca, pero tenía un aspecto horrible.  Sus manos eran grandes, con largos dedos blancos, al igual que sus brazos y su cara. Las pupilas de sus ojos eran alargadas como las de una serpiente y brillaban con malicia. La miraba fijamente, como si quisiera averiguar quién era ella y que hacía en el cementerio. Raven sintió una presión en su mente, como nunca antes había sentido. Cerró su mente, intentando concentrarse. 

-Amo, por favor... por favor...

Voldemort se inclinó hacia su vasallo, desviando su atención de la pelinegra. Regresó su atención a Cedric. Había muerto por orden de Voldemort. Ella y él eran culpables por igual de la muerte de Cedric Diggory. De reojo notó como iban apareciendo en el cementerio figuras encapuchadas, mortifagos. Distinguió al padre de Theo y al de Draco. No tuvo tiempo para compadecerse de sus amigos pues sentía como si un agujero negro se estuviese abriendo en su pecho. Quería gritar, pero tenía la boca seca. El dolor fue dejado en segundo plano, suplantado por una furia descabellada que parecía brotar desde lo más profundo de su ser. Quería asesinar a todos en aquel maldito cementerio.

Quería venganza.

El grito de Harry al recibir la maldición torturadora la sacó de sus pensamientos. Tenía que admitir que su concepción del pelinegro había cambiado. Si, era un mago común y corriente, estúpido, egocéntrico, demasiado idolatrado, pero era valiente.

-¡NO LO HARÉ!- gritó, resistiendo el maleficio imperius.

De la varita de Voldemort brotó un rayo de luz verde, mientras que Harry respondía con uno rojo. Raven quiso rodar los ojos. Se estaba enfrentando a la muerte y lo hacía con un hechizo de primer año. No era valiente, era idiota.

Volvió su vista a Cedric, dejando que una última lágrima rodase por su mejilla, cayendo en la tierra, junto al cuerpo del castaño. Oyó que varias personas se acercaban a su posición. Se agachó lentamente para recoger su varita, que había dejado caer al sueño. Estaba enojada, y mucho. Alzó la vista, pero sus ojos ya no era verde esmeralda….

… eran negros.

*

Harry sintió que sus pies se alzaban del suelo. Tanto él como Voldemort estaban elevándose en el aire, y sus varitas seguían conectadas por el hilo de luz dorada. Se alejaron de la lápida del padre de Voldemort, y fueron a aterrizar en un claro de tierra sin tumbas. Algunos mortifágos gritaban pidiéndole instrucciones a Voldemort mientras, seguidos por la serpiente, volvían a reunirse y a formar el círculo en torno a ellos. El rayo dorado que conectaba a Harry y Voldemort se escindió. Aunque las varitas seguían conectadas, mil ramificaciones se desprendieron trazando arcos por encima de ellos, y se entrelazaron a su alrededor hasta dejarlos encerrados en una red dorada en forma de campana, una especie de jaula de luz, fuera de la cual los mortifágos merodeaban como chacales, profiriendo gritos que llegaban adentro amortiguados.

-¡No hagáis nada! -les gritó Voldemort a los mortifágos- Maten a la chica.

Raven, pensó Harry.

Por un segundo se permitió desviar su atención. Junto al cuerpo de Cedric Diggory, Raven Weasley parecía otra persona. Sus pies se habían despegado del suelo y una niebla oscura se arremolinaba a su alrededor. Los mortifagos que se acercaban parecían perder el aire. Sus ojos eran completamente negros, como si estuvieran absorbiendo toda la luz disponible. Algo en su expresión hizo que Harry quisiera salir corriendo. Se llevó una mano al pecho, y comenzó a deslizarla hacia su garganta. De pronto abrió la boca y de ella surgió una enorme serpiente de fuego, fuego demoniaco, que comenzó a perseguir a los mortifagos, que huían despavoridos. Dos mortifagos, sin embargo, lograron acercarse a ella…

Lo que hizo la pelinegra sería motivo de muchas pesadillas de Harry en el futuro. Con un simple movimiento de varita Raven los paralizó a ambos. Todo parecía una petrificación normal, pero la piel de los hombres comenzó a levantarse, revelando la carne expuesta. Los gritos aturdieron a Harry, pero después de unos minutos dejó de escucharlos.  Supuso que estaban muertos.

-¿Qué…?- la pregunta de Voldemort obligó a Harry a volver al enfrentamiento. Al parecer, Voldemort tambien estaba presenciando el siniestro espectáculo.

Harry no entendía muy bien que es lo que estaba ocurriendo, pero distintos espectros brotaban de la varita de Voldemort, un anciano, Cedric… sus padres. “Llévale el cadáver a mis padres, dile a Raven que nunca dejaré de amarla”  le había pedido el Hufflepuff. Cuando la conexión se rompió, Harry corrió hacia Raven, que había vuelto a la normalidad, aunque seguía guiando a la serpiente de fuego. La tomó de la mano con tanta fuerza que pensó que la lastimaría, luego se aferró a la muñeca de Cedric.

-¡Agárrate de Cedric!- le gritó- ¡Accio!- apuntó a la Copa de los tres magos.

Oyó el gritó furioso de Voldemort, pero no tuvo tiempo para pensar en eso. Sin importar las diferencias ni el miedo que ella le estaba causando, rodeó a Raven con uno de sus brazos. Cayeron de bruces contra el césped del campo de quidditch. Quitó su brazo de los hombros de Raven al sentir que se arrojaba sobre el cuerpo de Cedric con desesperación.  Los gritos los ensordecieron y fue vagamente consciente de cómo Albus Dumbledore lo obligaba a levantarse. Abrió la boca para decir algo, pero un sonido desgarrador lo interrumpió.

Era el grito de Raven, que abrazada al amor de su vida, paralizó el mundo. El suelo tembló, las gradas temblaron, hasta el cielo pareció temblar ante la cantidad de magia que Raven estaba liberando.  Su dolor se trasformó en el dolor de todos, porque oírla gritar los estremeció hasta los huesos y estrujó sus corazones. Pero, sobre todo, su dolor fue terror, porque nadie podría imaginar lo que estaría dispuesta a hacer Raven con tal de recuperar lo que había perdido, con tal de vengarse.

Harry no pudo contenerse y la abrazó. Esperaba que lo rechazase, pero Raven Weasley  escondió la cabeza en su cuello  y se desmoronó en sus brazos.

-Desmaius- dijo alguien frente a él, dejando a Raven inconsciente. Harry alzó la vista, encontrándose con Dumbledore- Derrumbará el estadio si sigue así, debe descansar. Perder a alguien a quien se ama es, sin duda, el peor de los dolores- la pena podía notarse en su voz- ¡Madame Pomfrey!- llamó- Por favor, lleve a la señorita Weasley a la enfermería.


El lado oscuro de los WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora