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Eso fue lo que pensó el desanimado albino antes de salir de la agencia y ser sorprendido por una inesperada lluvia fría en la mitad del verano en Japón.
Todoroki estaba cansado de que todo le saliera mal cuando él pensaba que iba genial -y para...
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Sentado frente al grande y costoso televisor, se preguntó en qué momento saldría. Frotó con desesperación su cuello mientras le daba un casto sorbo a su bebida llena de azúcares tanto mantenía su persistente mirada frente al aparato electrónico. Miró de reojo su reloj de muñeca y volteó sus ojos en señal de cansancio y frustración. Pensó en tomar el teléfono y llamar a su viejo quien tanto lo había amenazado de estar pendiente a la televisión pero cuando se lo pensó, decidió que era un error. Shoto lo soportaba durante todos los días a todas horas en su trabajo, ¿de verdad quería escucharlo una vez más por la línea? ¿En verdad quería castigarse de esa horrible manera? Rascó su cabeza y pasó su mano derecha por su cara, tallando nuevamente sus agotados ojos. Eran las 3:03 am y aún no salía lo que tanto había ansiado ver para al fin poder dormir. La encargada en algún punto del acuerdo prometió la puntualidad de la grabación en la TV a las 3 am; ni un minuto más y ni uno menos. El albino odiaba la impuntualidad pero más que eso, odiaba a su padre por obligarlo a realizar estupideces con él.
¿De qué forma podía fingir que ese acuerdo no había pasado? Estaba cansado, exhausto. Movió sus delgados dedos en el sofá, uno encima del otro golpeando levemente la manilla del mueble y suspiró.
<<Quizá debí negarme>>.
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Todoroki Shoto era la desesperación e inquietud misma en persona. Debido a su empleo como gerente del banco Plus Ultra, habían tantas cosas que debía hacer por el bien no solo mismo, sino también de los demás, es por ello que su padre siendo exigente con él, lo obligaba a realizar acciones beneficiosas para la empresa y los empleados.
Todoroki Enji era un hombre temperamental pero también ambicioso y muy, pero muy astuto. Cuando los bancos enemigos comenzaron a recibir mayor clientela que ellos, no lo soportó y de forma impulsiva convocó una junta matutina en la que exigió respuestas casi del cielo pues los pobres hombres de la administración y gerencia estaban tan agotados que pensar era un martirio mismo para sus cansados cuerpos y mentes, por mínimo que fuese el pensamiento. Con un golpe en la mesa, la dama correspondiente al puesto de secretaria tembló; provocando el tiemble de las tazas de café que llevaba en mano en una enorme y muy bonita bandeja de color plata.
