Final de gélido

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Y más que dispuesto, Bardo obedeció y cambió de posición hasta que llegó a descansar boca abajo en la cama de Thranduil; el elfo era todo un misterio, pero no era por su comportamiento, era esa fría noche de invierno el mayor misterio de todo. El gélido invierno le había hecho olvidar todos los problemas que durante mucho tiempo le carcomian la cabeza, solo su deseo carnal importaba en esas horas oscuras y heladas.

''Qué lástima '' Thranduil frunció el ceño para sí mismo en silencio: cuanto más sus ojos viajaban por los perfectos glúteos redondos de Bardo, más fantasías eroticas cruzaban por su mente, incluso comenzó a imaginar cómo reaccionaría a sus sugerencias. Pero, para su propia decepción, nada de eso sería posible esa noche; No ayudaría a resolver el asunto de Erebor si este hombre no pudiera montar ni mucho menos caminar al día siguiente.

Sacudió su cabeza como si quisiera ahuyentar cualquier fantasía que llegará a su mente; esas fantasía tendrían que esperar para otro momento y en otro lugar, en el mejor de los casos en su propio reino, donde los pesados muros de piedra se tragaban los gritos.

"Qué..?" Preguntó Bardo, inclinando la cabeza hacia un lado para poder ver al elfo.

Silenciosamente, se arrastró encima de él para sentarse a horcajadas sobre su trasero, bajando la cabeza hasta que sus labios rozaron el oído de Bardo, y susurrando le dijo "Perdóname, estaba pensando cosas que no podrán suceder esta noche".

Bardo se sobresaltó; Thranduil estaba ofreciéndole una disculpa por nada, era lo último que esperaba escuchar de hecho, era extraño, no recordaba haber escuchado esas palabras de parte del elfo.

Pero claro, ¿no había sido casi todo inesperado esa noche? ¿Extraño tal vez?

El hecho de que casi había rogado que lo follara fue olvidado y Thranduil tampoco pareció recordarlo. Al instante, reanudó sus acciones, dejando que una cascada de cera goteara entre los omóplatos de Bard hasta que el hombre se retorció contra las sábanas.

Bardo ya no supo si eran los dedos que pasaban por su espalda o si era la cera caliente la que acariciaba su piel sensible, si eran los dientes los que se hundían en su hombro o si eran los labios suaves que besaban el dolor que la cera provocaba. Sentía como si se derritiera bajo las manos de Thranduil al igual que la cera se volvía líquida en la llama ardiente de la vela.

De vez en cuando, el cabello largo le hacía cosquillas en la piel cuando Thranduil se inclinaba y eso solo aumentaba su excitación.

Las manos de Thranduil se convirtieron en las de un artista, pintando patrones inútiles pero agradables con las yemas de los dedos sobre su espalda, moviéndose más hacia abajo a lo largo de su columna con cada trazo.

Casi desvergonzadamente, Bardo se restregaba contra las sábanas de seda para aumentar la fricción y satisfacer su propia necesidad. Sin embargo, la recompensa por su acción no fue la que él esperába.

"Detente", advirtió Thranduil casi inaudible, sus labios a sólo unos centímetros de la oreja de Bardo, sentir el aliento caliente sobre su oreja le erizaba la piel.

De forma involuntaria, Bardo se quedó paralizado y un escalofrío recorrió su espina dorsal. Thranduil agregó seductoramente, entrelazando sus manos en los mechones oscuros de su amante "Yo decido cuándo ... y si ... encontrarás tu liberación esta noche. ¿Lo entiendes?"

"Sí ..." murmuró Bardo contra las almohadas de seda, deteniendo sus movimientos.

Esta vez, sin embargo, sus piernas fueron separadas suavemente y el elfo se colocó entre ellas, dejando que sus manos vagaran por la parte inferior de su espalda. Bardo sabía lo que vendría, lo quería, lo necesitaba desesperadamente, pero el solo pensamiento lo hizo temblar.

Edad mediaWhere stories live. Discover now