Contigo

Capítulo Quince.

Lucía.

Me duele el corazón.

Me duele el alma.

Pocas palabras para resumir un dolor tan intenso que siento que me asfixio.

Pasaron años desde que lo vi por última vez. ¿Porque ahora? ¿Porque cuando estoy empezando a ser feliz? Muchas preguntas rondan en mí cabeza, pero no es el lugar adecuado para el drama que acaba de aparecer en puerta.

Siento las uñas de mis manos clavándose en mí palma, el estómago echo un revoltijo de emociones. Bronca, dolor, ira.
Hasta me lo imagino con mí puño en su cara.

Maldito desgraciado.

Camino hacia mí oficina con la intensión de protegerme lo más rápido posible.
Me siento asfixiada, mí cabeza palpita demasiado y mis piernas se debilitan ante el shock.

No encuentro palabras para decirle a mí hijo que su papá está de vuelta. No sé las intenciones. No sé lo que quiere. Pero el está acá. Y vino a arruinarme la vida una vez más.

La puerta se abre de golpe y es Cecilia, mí secretaria. Cómo está al tanto de mí vida privada, ya que antes de empezar a trabajar juntas éramos conocidas y al poco tiempo, amigas.

Me observa con detenimiento, analizando mí rostro, observando la herida que causó el verlo después de tantos años.

Se adentra a la oficina y cierra la puerta.
A medida que se va acercando siento que los ojos se me humedecen. No puede estar pasando ahora. No cuando estoy reacomodando toda mí vida e intentando ser feliz con Él.

Me paro rápidamente y en dos zancadas estoy frente a ella suplicándole con la mirada que me abrace, que me sostenga. Y no lo duda ni un segundo. Porque en cuanto lo hace, siento que lo fin puedo llorar y descargar ese sentimiento que estuve guardando mucho tiempo.

El de dolor, abandono, y decepción.

Mí cuerpo vibra ante el llanto que estoy largando. Seguramente fuera de la oficina se escucha. Pero en estos momentos es lo que menos me importa.
Los brazos de mí amiga se aprietan en mi agarre. Mientras me dice palabras de aliento, yo siento que mí vida se acaba de ir al carajo una vez más.

Una puta vez más.