[ Capítulo 4 ]

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Habían sido citados por Kayano en el campo de Kununigaoka, a las 7 p.m.

A pesar de que la invitación había sido enviada sólo a Koro-sensei, todos habían asistido.

Karma, por supuesto que lo hizo; no se iba a perder el asesinato de la peliverde.

Fue, de hecho, sorprendente. Sus tentáculos no sólo habían atacado con la misma velocidad que los de su extraño profesor; sino que, además, se habían cubierto con ardientes llamas.

Al final, Nagisa logró calmarla al besarla, como si fueran destinados.

Estaba claro que no lo eran, porque el chico era un beta y no un alfa; pero, por un momento, pudo notar la química entre ambos.

Ese día regresó a casa pensando en un montón de cosas.

Kayano no era fea, mucho menos tonta. Ella era la definición perfecta del género omega, rivalizando con la perfecta y diligente Kanzaki.

No sólo tenían un cuerpo delicado y delgado; sino que además, tenían una cara pequeña y grandes ojos. Súmale eso a un aroma floral y atrayente: súper combo del estereotipo de omega perfecto.

Ellas tenían todo lo que Karma no.

Mientras veía al dúo pequeño besándose, cayó en cuenta de todo. Siempre había sido consciente de lo imposible que sería conseguir una pareja para él, porque, ¿quién querría a un omega que no podía entrar en celo?

Un omega que no podía dejar descendencia.

Pero, de alguna manera, ahora parecía más a su alcance.

Ahora que había tenido su primer celo, lo único que quedaba por esperar era que continuaran con normalidad.

Soltó una pequeña carcajada, llegando al gran portón de su hogar.

Fue entonces que notó a un chico de lacio cabello color anaranjado, esperando, sentado contra la puerta de su entrada.

¿Qué demonios hacía el presidente estudiantil en su casa?

—Nee, nee~, ¿qué hace el gran Asano Gakushuu sentado como vagabundo en mi humilde hogar?

El nombrado alzó la vista; y, Karma, pudo notar sus mejillas sonrojadas y ojos hinchados.

— ¿Puedo quedarme aquí está noche?

Bajó la mirada. Él no tenía maletas; sólo cargaba una pequeña caja cubierta con una fina tela color rojo pálido.

— ¿Qué es eso? —apuntó con el dedo índice la caja.

Gakushuu tambaleó un poco antes de alzar la cubierta. Akabane, pudo observar un par de largas orejas peludas asomarse por las rejillas de la jaula.

—Lo único que tengo y que me interesa guardar.

Se agachó hasta la altura del oji-violeta y metió un dedo a través de los barrotes, para acariciar la cabeza del pequeño conejo.

Si analizaba la situación, era peligroso dejarle entrar. Él era un alfa y él un omega, una mala combinación de adolescentes hormonales; pero, ¿qué más podía hacer?

Gakushuu había acudido con él por ayuda. Se había tragado un poco de su orgullo y le había mostrado un lado que pocas veces mostraba, como aquella vez que les había pedido derrotar a la clase A en los finales.

Lo observó, mientras el otro tapaba su rostro en un vano intento de ocultar su expresión.

Se veía lindo.

—Está bien. —aceptó, levantándose y buscando sus llaves en alguno de sus bolsillos. —Pero sólo porque tu conejo es demasiado lindo como para dejarlo en la calle.

Faulty Omega [AsaKaru]Where stories live. Discover now