Christian vuelve a acelerar y esta vez yo cierro los ojos dejándome llevar, el viento desordena el cabello que dure tanto tiempo peinando y aprieto los dedos de los pies evitando dejar caer un zapato.

«Quien diría que en vez de disfrutar de la vista yo estaría preocupada por mis tacones»

—Sabes algo— dice Chris y yo abro los ojos para prestarle atención —Nosotros íbamos a comer a Mack Donalds pero tú te vistes como si vamos a un restaurant de los finos.

Claro, tiene lógica, por eso me dijo que vistiera algo casual pero como la señorita es rusa se puso lo mejor de su clóset.

—No importa, yo voy a donde me lleves— respondo y vuelvo a cerrar los ojos pero ahora rescuesto la cabeza en su espalda.

El camino lo pasamos así, él callado y yo disfrutando del simple hecho de estar recostada en su espalda.

Los minutos pasan y la moto para, abro los ojos y sí, estamos en en Mack Donalds.

La vendedora le toma la orden mientras esperamos en la fila del Drive-in, Christian pide por los dos y después de recibir la comida nos marchamos de nuevo.

—¿A donde vamos?— pregunto.

Él me mira por el espejo retrovisor de la moto.

—Vamos a un bonito lugar— es lo único de dice y sigue mirando al frente.

El camino se torna rocoso y pasan algunos 10 minutos para llegar a una carretera que parece estar abandonada.

—Tengo miedo Christian, júrame que no me vas a secuestrar—digo con el corazón acelerado.

—Tranquila ya casi llegamos.

Yo intento tranquilizarme pero mi mente sigue mandando pensamientos negativos.

La moto se detiene y yo bajo de inmediato.

—¿Ves? No te ha pasado nada— dice Christian con una sonrisa en el rostro.

Doy la vuelta sobre mis pies y admiro el bello lugar que tengo delante de mí, estamos en un mirador donde se puede admirar toda la cuidad, algunos coches están aparcados a lo lejos y se pueden ver una que otra pareja sentadas mirando el paisaje.

—¿Te gusta?— pregunta él y vuelvo a mirarlo.

En sus ojos puedo ver una pisca de emocion que sé escabulle en mi alma para contagiarme.

—Me encanta— respondo.

Él se sienta en el césped y yo lo imito, las luces a los lejos son ignotizantes para la vista y la brisa del invierno que se acerca hace temblar mi cuerpo.

Christian me coloca su chaqueta por los hombros y yo me acurruco en sus brazos.

—No eres de mucho hablar ¿cierto?— pregunto mirándolo.

Él sé queda callado y yo vuelvo a mirar al frente.

—Para que hablar si se puede sentir— responde al rato.

Y tiene razón, yo tampoco soy de mucho hablar y si lo fuera no sabría que decir o como entablar una conversación normal, simplemente no lo sabría.

Los minutos pasan y nos quedamos así mirando el anochecer que nos arropa dejándonos su frío y oscuridad.

—¿Tienes hambre?— pregunta él y yo asiento.

Me pasa un cubo lleno de pollo, huele tan rico que el estómago me ruge. Tomo un muslo y me lo llevo a la boca, los sabores me inundan el paladar y cierro los ojos para saborear mejor.

INESTABLES (EN EDICION)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon