Parte 5

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6 de junio de 2011

La ciudad se veía más opaca que de costumbre, pero eso no se debía a las nubes sino a la capa de polvo que cubría las ventanillas y el parabrisas. A Horacio no le importó. Había valido la pena el fin de semana con sus amigos en la carretera, y luego el paseo por la estancia, donde habían caminado entre caballos y algunos cerdos malolientes pero amistosos.

En el asiento de atrás, Micaela estudiaba. Esa chica no paraba nunca, pensó Horacio, aunque él había esperado una ocasión similar para llevar a cabo su... experimento, por decirlo de alguna manera. Disimuladamente, encendió la radio y puso en marcha el reproductor de MP3. Micaela levantó un poco la mirada cuando el coro empezó a surgir por los altavoces. Luego frunció el entrecejo en el momento que la introducción dejó paso a los instrumentos de la banda de rock, pero su expresión cambió al asombro al escuchar la voz operática de la cantante principal. Fue bastante gracioso. Horacio contó los segundos hasta que la muchacha al fin dijo algo.

—¿Qué es esa música?

—Es un álbum de Epica. Son holandeses. Si te molesta, puedo apag...

—¡No! Déjalo. ¡Me gusta!

—Bueno, por eso lo traje. Se me ocurrió que...

—Sí, ya entendí. Cállate y déjame oír.

Horacio sonrió para sí. Por una vez le hacía feliz tener algo que enseñarle a la cerebrito sabelotodo de su clase. Hasta le divirtió ver la cara de desilusión de Micaela cuando llegaron a la facultad y él tuvo que apagar la radio.

—Tienes que anotarme el nombre de ese álbum —dijo la chica—. Me lo conseguiré esta misma noche, aunque lo tenga que encargar desde... ¿de dónde dijiste que era esa banda?

—Holanda.

—Holanda, ¿eh? Bastante bien para un país reconocido por sus vacas lecheras y sus tulipanes... —La chica miró su reloj—. Uy, se hace tarde. Vamos a la clase.

Sin embargo, cuando salieron del auto, Micaela le echó un vistazo al mismo, torció los labios en una mueca y escribió con un dedo en el polvo: "POR FAVOR, ¡LÁVAME!" Luego se rió como una tonta. Horacio enarcó las cejas y puso los brazos en jarras, un tanto ofendido.

—Oh, vamos, no me digas que no tiene gracia —se defendió ella.

—Ayer estuve en la carretera con unos amigos. Volvimos tarde, por eso no tuve tiempo de lavar el auto.

—Pero eso no le quita la gracia.

—No sabía que tuvieras una veta traviesa.

—El sentido del humor es propio de los seres inteligentes —replicó ella sin dejar de sonreír—. Además, esa música que pusiste en el auto podría animar hasta las piedras. ¡Eh, deberías darle una copia al profesor de biología celular!

Horacio ya no pudo evitar que se le escapara una risita.

—No sería mala idea —contestó—. Pero disfruta de este momento mientras dure, porque llevaré el auto al lavadero apenas salgamos de aquí. Y vámonos a la clase, que todavía se nos hace tarde.

Ninguno de los dos dejó de sonreír por el camino.

6 de junio de 2011

Al final del día, ambos se encontraron en el camino y marcharon juntos hacia el auto, pero Horacio se paró en seco a dos metros y abrió la boca en un gesto de sorpresa.

Mientras ellos no estaban, más estudiantes habían escrito cosas sobre la carrocería, como "ME SIENTO SUCIO", "DOY ASCO", "¡VIVA LA MUGRE!" y "ME GUSTAN LOS POLVOS". Algunas de las frases estaban acompañadas por caras, tristes alegres o burlonas, y no faltaban unos pocos dibujitos obscenos. Micaela soltó una carcajada. Lo hizo sin pensar, y la falsa mirada de reprobación de Horacio aumentó el volumen de su risa.

—¡Esto es tu culpa! —exclamó él.

—¡Acabo de iniciar una movida artística! ¡Genial! Espera, tengo que preservar esta obra de arte para las generaciones futuras... Dame un segundo... —Micaela sacó su celular y se dispuso a tomar una foto, pero Horacio la detuvo—. ¡Oh, no seas aguafiestas! ¡Es... es casi como el arte callejero!

La expresión gruñona de Horacio se acentuó, pero no pudo mantener la farsa y acabó por sonreír.

—Espera —dijo él—. Eso todavía no es arte. Presta atención.

Dejando la mochila en el suelo, el muchacho se aproximó al auto y empezó a hacer más dibujos en los espacios libres: líneas espiraladas, un gato psicótico, una señora con sombrilla, una ballena entre olas, algunas flores y pájaros. Trabajaba con la rapidez y soltura de un gimnasta, y Micaela se lo quedó mirando, fascinada. Cuando Horacio terminó, el auto se parecía bastante a un mosaico de Escher.

Ahora puedes sacar todas las fotos que quieras. ¿Debería aparecer yo también, por si alguna vez me hago famoso?

—Se te olvidó firmar —replicó ella; su tono de voz se había tornado mucho más serio.

Horacio escribió sus iniciales en el único sitio disponible. Luego hizo una pose para la cámara, y Micaela volvió a reír. La muchacha comenzó a sacar fotos alrededor de todo el auto, aunque Horacio interpuso su cabeza en varias de ellas haciendo caras raras. Estuvieron así unos quince minutos, sin hablar, riendo como si se conocieran de toda la vida. Fue un momento extraño, y cuando ella terminó de sacar las fotos, se dio cuenta de que Horacio la miraba fijamente. Micaela también fijó la vista en el muchacho, y por primera vez se le ocurrió que le agradaba su aspecto. Inspiraba confianza, y el color verde de sus ojos daba una sensación de paz.

Horacio se volteó hacia el coche y dijo:

—Ahora me va a dar pena lavarlo.

Encontrando su voz, ella replicó:

—No te preocupes, ya tenemos las fotos. El arte efímero también está de moda, como las esculturas de arena. Eh... si quieres ahorrarte el dinero del lavadero, puedo ayudarte a lavar el auto cuando lleguemos a casa.

—Gracias, pero no te molestes. Creo que se lo pediré a mi padre, así verá los dibujos y de paso haremos algo juntos.

—Claro. Cosas de padre e hijo —respondió la chica, sintiendo una desconcertante punzada de desilusión. Temió que pudiera reflejarse en su cara, pero por suerte él no la estaba mirando, de modo que tuvo tiempo de recomponerse.

—Bien, tenemos que irnos —dijo Horacio, levantando su mochila—. Puedo poner el álbum de Epica otro rato, si quieres.

—Excelente.

El muchacho volvió a encender la radio para el camino de regreso, pero Micaela no logró prestarle atención a la música.

(Continúa en la Parte 6.)

Gissel Escudero
http://elmundodegissel.blogspot.com/

En el auto azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora