Capítulo I: Desconocida

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Un joven rubio caminaba por el bosque buscando algunas hojas para la pocima de encantamiento que le había pedido su maestra hasta que vio a una castaña sangrando en uno de los árboles. Curioso, como siempre había sido, el rubio limpió sus dedos llenos de barro en su capa y caminó hasta la chica casi inconsciente. Pasó una mano por la cara de la desconocida sintiendo como el aura que desprendía era débil y agonizante, decidió entonces levantarla e ir a la cabaña donde residía sabiendo muy en el fondo que su maestra lo reprendería apenas llegara de su viaje al centro de Seúl.

—¿Mo...Mo?—Balbuceó frágilmente la chica.

El rubio rió levemente y entró a la cálida cabaña. Dejó a la joven en su cama y fue hasta los estantes buscando una pocima en específico junto a un ungüento verdoso.

—¿Dónde estoy...?—Balbuceó de nuevo la desconocida. Intentando moverse en vano.

—Estarás bien, confía en mí—Tranquilizó el chico. Abrió la pócima y acercó la botella a los labios de la chica—. Bebe esto...—Pidió con suavidad. La castaña bebió con algo de esfuerzo y desconfianza hasta que el chico quitó la botella y la volvió a cerrar con el corcho de madera—. Bien...Dulces sueños.

Observó como la chica terminó por relajar sus músculos y respirar con más tranquilidad. El joven coreano levantó un poco la blusa empapada de sangre de la castaña para encontrarse una cortada algo larga, le surgió entonces la pregunta del por qué se la habían hecho mientras ponía la fría pomada sobre la herida sabiendo que en menos de cinco minutos estaría como si nada.


Sonrió y se levantó para volver al escritorio donde seguiría con la tarea que le pidió su maestra. La noche caería pronto y ella llegaría con algo de comida para ambos, tal vez bibimbap o kimchi. De solo pensarlo se le hizo agua la boca, estaba hambriento por pensar toda la tarde y de buscar los ingredientes para la pocima de encantamiento de vertebrados. Eso de ser aprendíz no era fácil pero sí que había aplicado en muchas cosas junto a la joven japonesa de cabello oscuro y capa negra que tenía por mentora, él tenía una capa azul que justo se quitaba para ponerla en el perchero al lado de la puerta.

Pronto escuchó que la puerta abría dejando ver la capa oscura y el cabello azabache de su maestra. Se levantó para recibirla pero esta solo extendió su mano abierta para detenerlo, su joven pedagoga puso sus ojos en el cuerpo femenino que descansaba en su cama.

—Maestra, yo...

—¿Quién es la desconocida, Felix?—Preguntó con voz neutra, de hecho la que siempre tenía—. ¿Me lo dirás?

—La encontré sangrando en el bosque—Explicó nervioso—. Estaba a punto de morir...¿L-Le molesta?

—Te he dicho que no salves a cada ser vivo que veas muriéndose...—Reprochó con tranquilidad mientras quitaba y ponía su capa en el perchero—. Pero supongo que deberé hacer una excepción—El rubio sonrió e intentó hablar pero la pelinegra lo detuvo—. Apenas despierte, se irá. No necesitamos intrusos que se nota que no saben de nuestra magia—Terminó mirando intensamente a la castaña que se acomodaba mejor en la pequeña cama.

—Está bien, maestra Mina.

Mina le dio una última mirada y terminó por subir las escaleras hasta el segundo piso donde estaba su cuarto. Félix no subía por lo escalofriante que podía ser, no entraba ni la luz de la chimenea ni la solar porque a su maestra le gustaba la oscuridad al dormir. El joven rubio volvió a la mesa y siguió con sus apuntes con las llamas de la chimenea acompañandolo junto a algunos ruidos de su mentora en el cuarto de arriba.

Magical souls | Minayeon.Where stories live. Discover now