16• Hablemos de nosotros

62 4 11
                                    

Una semana después...

Marcus se dirige hacia la casa de Kate. A mitad de camino, pasa por un pequeño jardín y arranca un par de flores.

– Esto le va a gustar. –dice mientras las huele. Aunque no sé qué tipo de flores sean...

Al llegar, toca la puerta y espera con el pequeño ramo escondido.

Esta vez, Kate abre la puerta.

– ¡Marcus! ¡Hola!
– ¡Hola, Katy! ¡Cuánto tiempo!
– Solo fueron un par de días. Pero te extrañé, Marcus...
– También yo. ¿Quieres que nos besemos?
– ¿¡Qué!? ¿Ahora mismo? –respondió nerviosa.
– Sí, mañana puede ser tarde...
– Mi madre está en la sala, nos puede ver... Mejor hagámoslo después. ¿Qué escondes allí?

Él le muestra las maltratadas flores y ella lo mira de manera confusa.

– ¿Ésto? Solo son algunas flores que te compré antes de venir. 
– Esas flores no parecen compradas... Están maltratadas.
– Como dicen por ahí, una flor para otra flor.
– Tienes que parar de hacerlo, Marcus.
– ¿De hacer qué?
– De ser tan raro. No puedes robar flores solo para obsequiármelas a mí.
– Robaría todas las flores de todos los jardines de esta ciudad solo para hacerte feliz todos los días, Kate.
– Dijiste que querías hablar muchas cosas conmigo, ¿Quieres pasar a mí habitación?
– ¡Por supuesto! Ya me estoy cansando de estar de pie.

Por la mente de Kate rondaban muchos pensamientos a cerca de Marcus, algunos lindos, otros, confusos. “¿De dónde salió este hombre? ¿Cómo es que siendo tan diferentes somos amigos? ¿Cómo es que puede ser tan hermoso y tan raro al mismo tiempo?”.

Marcus saluda a la madre de Kate extendiéndole su mano, y ésta, sin decir una sola palabra, le devuelve el saludo, y ambos, se dirigen a la habitación.

– Es una casa muy bonita... Kate.

Marcus hablaba como si nunca hubiese estado allí, y Kate, le sigue el juego.

– Ciertamente. ¿Ves esa puerta en el pasillo? – pregunta Kate.
– Por supuesto que la veo, ciego no estoy.
– Quizá si lo estás...
– ¿Por qué lo dices?

En ese momento, ella sólo quería decir una sola frase; “por qué estás conmigo, y nadie que tenga buen ojo, lo estaría”. Pero se detuvo.
A veces, ella creía que, por mejor que estuviese su entorno, su estado de ánimo, su día, algún motivo desconocido, le empujaba a sacar a relucir su depresión diciendo alguna frase autodestructiva.
Ésta vez, lo dudó unos segundos y se inmutó.

– No, por nada... –respondió–.

– ¿Le abro la puerta, señorita? –dice él, con un tono burlesco y elegante.
– ¡Oh! ¡Qué caballero! ¡Por supuesto!  –responde riendo.
– Adelante, madame.

Marcus le abre la puerta y de inmediato, se sitúa tras de la silla y la empuja para que ambos puedan ingresar.

– Primero flores, ahora me abres la puerta...
– Es porque soy caballeroso, es algo que nació conmigo.
– ¿Sabes? De repente, te has vuelto interesante...

Una vez entran a la habitación, Marcus carga a Kate en sus brazos y la acuesta en la cama, luego él se acuesta a su lado.

– La última vez dijiste que querías hablar muchas cosas conmigo.
– Sí...
– Yo te quería preguntar algo.
– ¿Qué cosa?
– Cual es el motivo oculto por el qué a veces, tus frases decaen mientras hablas conmigo. Por qué suspiras con profundidad y miras al infinito cuando nadie te ve. Quiero saber cómo puedo hacerte feliz. No tenemos mucho tiempo y quiero pasar todos y cada uno de mis días luchando por tu felicidad.

Kate jamás se esperó una pregunta cómo esa, no se imaginaba, si quiera, en alguno de sus sueños más anhelados qué, un hombre, le preguntase el motivo de sus pesares y que le prometiese, de alguna manera, hacerle feliz el resto de su vida.

Sus lágrimas, empezaron a recorrer su rostro hasta caer e inundar las sábanas.

– No tengo la fuerza suficiente para poder contar algo como eso... –respondió con la voz entrecortada.
– Entonces me tocará hacerte feliz a ciegas. –dice mientras acaricia su mejilla.
– Si te empiezo a contar, vamos a arruinarnos el día. Y yo he estado pensando mucho... no podemos seguir hablando, Marcus.
– ¿¡Por qué no!?
– Por el simple hecho de qué yo no puedo caminar. Y no me puedo permitir ser una carga que debas llevar por el resto de tu vida. Estar contigo sería atarte, cortar tus alas y que vueles bajo, o simplemente ya no lo hagas.
– A mí no me importa lo que pienses de ti misma, tú no decides por mí. Y si yo te quiero cargar por el resto de mi vida, ¡A nadie le tiene que importar! ¿Qué no entiendes que quiero estar contigo?
– ¡No, Marcus! Tú mereces a alguien que te pueda tomar de la mano y te pueda llevar a ser feliz a cualquier parte. ¡Mereces a alguien mejor!
– ¡Yo me merezco a ti!

En ese punto, ambos lloraban de furia e impotencia.

– ¡No Marcus, no!
– Escúchame Kate, nunca había conocido a alguien como tú. Generalmente no suelo hablar con nadie, estoy tan solo como tú podrías estarlo. Sí te he molestado es porque me interesas ¿Sí? Me gustas desde que te vi aquella vez. Ese día, fue trágico para mí, y verte desde lejos, me hizo sonreír. Al principio no lo entendí, pero cuando decidí acercarme, vi tu cabello, sentí tu olor, observé tu piel y escuché tu voz... En ese instante, justo en ese instante, sentí que mi corazón quería salirse de mi pecho, estaba asustado, sin embargo traté de ocultarlo y por eso no me dejé ver ese día. Desde entonces, no te has salido de mi mente ni un segundo; no me dejas dormir, me fastidia estar tranquilo y que de repente, empiece a recordar tu rostro y a oír tu voz en mi cabeza, y ese beso, ese maldito beso que nos dimos, me fastidia porque trato de enfocarme en una gran pena que me atormenta y luego llegas tú a hacerme sonreír como un estúpido. Jamás me había enamorado como lo estoy ahora, y aquí, en esta cama, con los ojos impregnados de lágrimas, con el corazón acelerado y con tanto amor que no puedo contenerlo, quiero decirte que quiero estar contigo toda la vida. Quiero una vida en la que sea yo quien tenga que llevarte al trabajo, quien tenga que acostarte en tu cama, quien te dé un baño y te peine. Quiero que seas mi novia y de aquí no me voy a mover hasta que me digas que también me amas como lo hago yo, y tampoco me iré hasta que vuelva a sentir tus labios.
– ¿De dónde saliste...? ¿Que hice yo para merecerte? Has llegado a cambiar mi vida. –respondio llorando, mientras él le secaba el rostro con sus manos. Y estoy dispuesta a aceptarlo, no volvería a sonreír si alguna vez te alejas de mi vida...
– Aunque no lo creas, eres tú, quien ha llegado a cambiar mi vida, y pronto lo sabrás, hay mucho que te debo contar, pero necesito que me respondas porque la espera me está consumiendo y ya necesito saber si debo seguir luchando...

Kate, ¿Te gustaría ser el amor de mi vida?

– Sí, Marcus, si quiero...



A tus piesWhere stories live. Discover now