6• La primera cita (2)

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Llegó al parque con mucho tiempo de anticipación, así que ansiosa, movió su silla de ruedas bajo la sombra de un frondoso árbol y comenzó a esperar.

– No había notado lo verde que es este parque. Pero mira que césped tan hermoso, este árbol tan fresco, este cielo tan despejado, que lugar tan grande... Ciertamente, soy una mujer muy despistada. -pensó-.

Los minutos pasaban y el hombre de nombre desconocido no aparecía.

– Donde estará... ¿Por qué no aparece? -se preguntó-

A las 4:55 PM, Kate mira su reloj y suspira.

– Supongo que no va a llegar. Pero lo entiendo. ¿Quién se va a fijar en alguien como yo? No sé por qué creí que alguien tan bien parecido como él, tendría una cita con una mujer como yo. Por favor Kate, estás en una silla de ruedas, mírate, él solo te jugó una mala pasada. Es mejor que vuelva a casa a llorar a donde nadie pueda verme, ni oírme. -pensó con la mirada perdida.

Kate se intenta marchar a su casa cuando alguien, sujeta firmemente el manubrio deteniéndola al instante, ella se negó a mirar quién era.

– ¿A dónde vas?
– Llegaste...
– ¿Por qué no lo haría?
– Porque nadie sale conmigo.
– Soy un hombre diferente.
– ¿Por qué siempre llegas por detrás? -pregunta ella-.
– ¿Por qué siempre me das la espalda? -responde él-.
– No respondas mi pregunta con otra pregunta. A demás, es porque tú siempre llegas por mi espalda.
– ¿Me vas a dejar girar o prefieres tu ponerte frente a mí?
– Yo te ayudo a dar la vuelta...

Él, al darle la vuelta, se ríe con delicadeza y ella complementa su risa.

– Que gracioso eres, sigo sin poder verte... -dice ella-.
– Vamos a aquella colina, ¿te parece? -preguntó-. Esa que se ve por allá cerca. -añadió señalando. Está bien...

Él, empieza a moverla hacia la colina.

– No tienes que llevarme, yo sola puedo.
– No te preocupes, yo te llevo hasta allá.
– ¡No quiero! (Gritó e inmediatamente se tapó la boca). Perdón, no fue mi intención... (Se disculpó).
– Tranquila, fue mi culpa.
– ¿Tu culpa?
– Sí, la última vez, dije que te iba a dejar caer calle abajo... (Sonrió un poco). Entiendo que no confíes en mí.
– Está bien, puedes llevarme...
– Tienes un cabello muy lindo.
– ¿En serio?
– Por supuesto.

Al llegar a la colina, Kate acciona los frenos y él, se sienta en el césped.

– Es una hierba muy fresca.
– Es una pena que no pueda sentirla, -dijo ella, agachando un poco el rostro.
– ¿Sabes algo? Me incomoda estar sentado y tener que mirar hacia arriba solo para poder hablarte. Es mejor que haga algo al respecto.
– ¿¡Algo!? ¿A que te refieres?

El joven se levanta, se acerca más a ella y a tal punto de estar frente a frente. Ella lo mira perplejo sin saber que decir o hacer. Él rodea su cuerpo con sus brazos, la aprieta con fuerza y la levanta de la silla. Kate a penas logra balbucear.
Cuando el empieza a moverse, ella grita con vehemencia.

– ¿¡Qué haces!? ¡Suéltame! ¡¡¡Ayuda!!!

Él, no objeta ninguna palabra, solo la baja lentamente y la acuesta en el césped y se recuesta a su lado.
Kate queda enmudecida.

– Que dramática eres. -dijo él, mientras miraba el cielo.
– Pensé que me querías secuestrar. -responde ella-.
– ¿No crees que si quisiera llevarte, sería mas sencillo empujar tu silla de ruedas que llevarte cargada?...
– Es un buen punto.
– Ciertamente. Mira esa nube. Tiene una forma extraña.
– ¿Cual es tu nombre?
– ¿Por qué estás tan interesada en saber como me llamo?
– Es porque quiero conocerte...
– Todavía no te lo diré.
– ... Jamás me había acostado sobre el pasto.
– Yo jamás lo había hecho con alguien.
– Es mi primera cita.
– También la mía...
– ¿Al menos me dejarías conocerte un poco?...

A tus piesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora