"El ombligo de la Luna" Parte II

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Elizabeth no entendía por que esta gente la trataba con tanta delicadeza y respeto. El pueblo había otorgado prendas que solo los reyes podían usar para remplazar las telas que un administrador llamó: no lo suficiente para su majestad. Siendo sincera, Elly adoraba la falda bombacha que había encontrado en las profundidades de la TARDIS. Ahora vestía una falda que caracterizaba a las mujeres del lugar junto con una blusa sin mangas como tipo poncho pero más corta. Para poder distinguirse de las mujeres de la comunidad, le añadieron una capa turquesa con piedras de colores, sandalias turquesas, diferentes pulseras que parecían ser oro y una corona del mismo color de las sandalias. Tan pronto como pudo, Elizabeth pidió que le dieran un tiempo a solas con su protector. La nobleza que los rodeaba indicó a sus sirvientes que se retiraran junto con ellos. En cuanto la última persona cruzó la puerta, la mujer se volteó a ver a su compañero:

— ¿Qué esta pasando?— fue lo único que pudo preguntar en ese momento.

—Pues te tratan como de la realeza, como debe de ser.— respondió el Doctor mientras exploraba la sala y observaba los platillos que había depositado el pueblo, buscando algo de comer.

—Ok, pediremos que nos ayuden a buscar la TARDIS y en cuanto podamos, nos vamos. Tenemos una discusión pendiente.— responde Elizabeth con seriedad, esperando que el Doctor no refute sus indicaciones.

—¿Discusión pendiente?— cuestiona incrédulo el señor del tiempo con comida en la boca. Siguió masticando y cambio su expresión. —Woa, que delicioso.— dijo ignorando a la mujer para ponerle atención a la comida que acababa de agarrar. La comida parecía estar formada en un pequeño tubo, y tomó más.

—Si Doctor. — exclamó Elly bruscamente. —No me interesa si no lo comprendes.

—¿Comprender por que quieres dejar de existir?— preguntó con una expresión entre asombro y molestia. —Dime por favor por que quieres hacerlo y mínimo lo tomaré bajo consideración. Pero no podemos andar por ahí cambiando la historia.

—¿y que estamos haciendo ahora?— cuestionó enojada la mujer. —¿Flor preciosa? ¿Que deidad estoy personificando? Estamos tomando provecho de la antigua civilización.

—Xochiquétzal se le conoce como la diosa de la belleza, el amor y... — el doctor se tomó un momento para terminar la oración. —placer.— Excelente, ahora Elizabeth era un objeto sexual para esta gente. —En la historia de los Aztecas, se creía que era la esposa del dios de la lluvia y que fue secuestrada por otro dios que deseaba casarse con ella. Pero se supone que Tlaloc la rescató con la promesa de... no volver... a la Tierra...— añadió el Doctor, entrecortando sus últimas palabras.

—¿Me estas diciendo que esta diosa ni siquiera debería de poder ver a su pueblo por que se le tiene prohibido? — preguntó con gran tranquilidad Elizabeth. El señor del tiempo volteó a ver a su compañera  y movió lentamente la cabeza para indicar que sí con medio bocado de lo que sea que estaba comiendo en la boca. —¿Y cuál es mi excusa para haber salido de donde sea que vengan estos dioses?

El Doctor se quedó mudo mientras terminaba de comer y alzó los hombros para decir que no sabía. Elizabeth suspiró cansada. Pronto podía llegar a su cabeza una excusa, mientras tanto explotaría su nuevo poder encontrado sobre el doctor.

— No es cuestión de dejar de existir. — contestó Elizabeth después de unos momentos en silencio. — Regresé en 1945, pocos mese después de terminada la guerra. Mi padre fue perdiendo su esencia mucho antes de yo volverle a ver. — admitió la mujer.

El señor del tiempo la miró por primera vez: esta era una mujer que no conocía, la niña que una vez fue su compañera de aventuras se había ido, por 9 largos años según ella y había regresado otra persona en su lugar, una adulta madura: enojada con la vida que le había quitado a su padre.

—9 años de... soledad para una adolescente.

El tipo de pensamiento que tenía su nueva compañera era superior al de la época en la que le tocó nacer, pensó el Doctor.

—Entiendo la frustración, pero estaré creando una paradoja, dejas de existir tú... ¿y cómo vuelves a Nueva York en los 50s? ¿Ehh?

—Te diré donde encontrarme antes de tomar reloj.— contestó con seguridad Elizabeth. El doctor debía de admitir que no se le había ocurrido ese plan. Y no era tan malo.

—¿qué fue lo que le sucedió a tu padre?— preguntó el señor del tiempo dejando la comida de lado para ponerle atención a la chica.

Elizabeth respiró hondo, había pasado mucho tiempo desde que hablaba de su padre y recordar dolía. —Papá regresó a la casa 6 meses antes de terminar la guerra por una herida que nunca sanó del todo: los médicos que le atendieron realizaron el procedimiento incorrecto. — empezó explicando la mujer tomando asiento en las escaleras. —Mamá dice que el último día que lo vio sonreír de verdad fue cuando regresé a casa. A partir de ahí, era difícil que saliera de la habitación. Vivió el resto de sus días tomando medicinas que nunca lograron quitarle el dolor que le provocaba la herida y un día decidió tomarlas todas. No lo culpo la verdad, yo hubiera echo lo mismo.— terminó de decir Elizabeth.

—Comprendo que no estoy ante la misma niña de 15 años que yo conocí, pero debes de saber que con el tiempo se curan esas heridas.— últimamente el Doctor se encontraba diciendo más mentiras de lo normal, pero no podría permitir que la mujer tomara la decisión tan drástica de dejar de existir por algo que él consideraba un capricho.

—¿Qué vas a saber tú del dolor de ver a tu ser más querido perder la esencia que lo hace persona, perder la llama de la vida? Mi padre no tuvo opción para quedarse en casa, esos malditos soldados lo convirtieron en una marioneta y sin su maestro jalando los hilos se quedó sin propósito por qué solo sabía seguir órdenes.— gritó la mujer.

—¿Y eso es lo que esperas que haga yo?— refutó el Doctor alzando la voz al igual que su ex compañera. —¿Seguir tus órdenes y esperar que el universo no implosione por crear una singularidad?— otra mentira más. Elizabeth permaneció callada, no sabía que responder. —¿Qué te pasó a ti que desees tanto no existir?— las crudas palabras del Doctor dieron con una llaga dentro de la mujer.

—Nada, mi vida se quedó estancada.— Elly quería seguir gritándole al Doctor pero las lágrimas amenazaban con aparecer, así que le dio la espalda, encogió su cuerpo y abrazo sus brazos.

—Parece qué sigues estancada en una época a la que ya no puedes regresar. — aclaró el señor del tiempo.

—Te equivocas, ahora tengo la TARDIS, ahora puedo regresar y ahorrarme la mierda que tuve que sentir.

—¿Tienes la TARDIS? ¡Mi preciosa está estancada en un lago por tu culpa!

—¿Mi culpa?— Elizabeth se limitó a rodar los ojos, ya se había cansado de esta conversación. No necesitaba más regaños del Doctor. Era claro que la tenía en su contra.

My Wonderful Adventure with the Doctor.Where stories live. Discover now