007. Llanto / Johnlock

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Frío, una corriente helada susurrando en sus tímpanos, recordándole cómo habían llegado a ese momento. Con su abrigo cubriendo sus pómulos, como siempre. Oculto como una sombra.
¿Sería posible que estuviera así por él? ¿Podría ser? Oh, él podía ser un genio pero solía ser muy tonto.
Todo había pasado tan rápido... Y Sherlock aún se preguntaba si de verdad tenía que irse. Dejar a John solo. Alejarse de todo lo que conocía de verdad. De su ciudad.
Era estúpido seguir dudando de un plan que tenía hace meses, y ese momento de media despedida, era clave para lo que pasará después.

Se encontraba parado varios metros alejado de esa supuesta tumba. Luchando consigo mismo para no acercarse donde el soldado. Al menos para hablar un poco, porque su última conversación fue simplemente trágica. No quería dejar las cosas así; no, no se merecían tal despedida, una llena de mentiras y palabras vacias. Habían compartido tantos momentos que dejar todo como un suicidio no era justo. Para ninguno de los dos.

Sherlock después de la innecesaria ceremonia, después de observar lágrimas de conocidos y desconocidos, después de ver cómo la mayoría se retiraban en silencio dando cortos toques al hombro a John, miró cómo su amigo se quedaba allí. Con la cabeza gacha, y él supuso que estaba sollozando.
Dio pasos lentos acercandose a John despacio, tratando de hacer el menor ruido posible; sin quitarle los ojos de encima. Estudiandolo al menos por una ultima vez. ¿Cuantos años habían pasado desde su primer encuentro? ¿Desde cuando John tenía esas delgadas canas?

Cuando pudo estar lo suficiente cerca, aquello de lo que sea que dijo el rubio ya estaba llegando a su fin.
Su postura pesada, como si llevara algo en sus hombros, ojos hacia abajo, voz entrecortada, el temblor de su mano, ¿esta triste? Se preguntó, ¿acaso no lo odiaba?
Una calidez inundó sus sentidos, el doctor no perdia esperanza en él, después de todo.
Afinó sus oídos, prestando su total atención a John. El doctor era más inteligente de lo que parecía, y lo admiraba. Siempre lo haría.

Le encantaba escuchar los comentarios de admiración que recibía del rubio. Se dio cuenta que lo había dejado de hacer en un tiempo por lo irritante que se había vuelto. A veces el detective se preparaba mentalmente a que en uno de esos días John ya no volvería al 221B.
No pudo evitar sonreír al recibir los halagos de su amigo, otra vez. Por una última vez. El simple hecho que aún creyera en él después de todo, le retiraba un gran peso de encima.
No, no John; se decía, respondiendo, yo te debo más cosas de las que te puedes imaginar.
¿Cuál sería el futuro de ellos dos si no se hubieran conocido?
Sherlock pensaba constantemente en ello. Sabía que John tenía instintos suicidas, y él también.
Ellos mismos llenaron esos vacíos de soledad y guerra, complementandose perfectamente.

Silenció sus pensamientos al instante cuando escuchó su voz otra vez.

...

¿Un milagro? ¿Acaso crees en eso? Contestaba Sherlock en su mente con un tono burlón. No pudo evitar pensar en su primer caso juntos.
Su media sonrisa se fue desvaneciendo poco a poco cuando observó lágrimas salir de los preciosos ojos de John, para convertirse en llanto. Sus palabras se escuchaban débiles, rotas, al igual como estaba el soldado en ese instante.
Sherlock dio un paso, casi por instinto propio, su instinto protector, sin poder controlar su impulso latente.
Esa ansiedad de alejarse de su único mejor amigo aumentaba cada vez. Los recuerdos de los distintos hilos que tenía Moriarty le recordaban que si deseaba tener una vida tranquila con John en un futuro lejano, debía sacrificar unos años alejado de él. No todo es tan fácil.

Lo miró irse, como un soldado, reprimiendo sus lagrimas. Siguió sus pasos hasta que salió del cementerio. Sherlock soltó un suspiro de triste nostalgia viendolo marchar, dirigiéndose a su departamento.
Lo haría por Londres, por atrapar a quienes causarían más desgracias en el futuro, lo haría por sus amigos, por su John.

Antes de marcharse hacia su primera misión, soltó una pequeña promesa al aire, que volvería, que cuando regrese todo sería como antes. Él mismo se encargaría que sea así.
Casi convenciendose así mismo: que John estaría en su hogar cuando terminara de destrozar a los cómplices de Moriarty. Esperando.

Miralo, dispuesto a todo, totalmente seguro de él mismo; pensando que, en esa partida del gato y el ratón, él ya había ganado.
Y que lastima, que lastima, porque él mismo perdió una oportunidad, porque cuando volvería, después de darse cuenta que la vida está llena de peligros y que es corta, lucharía por el corazón de su amado.
¿Acaso no lo hacía desde siempre? Sí, pero esta vez dispuesto a ganar.
Quiso enviar mensajes hacia John, muchas veces, tomaba un papel como los viejos tiempos, pero siempre las eliminaba. No sabía cual sería la reacción de John, siendo siempre tan difícil de deducir sus movimientos.
Aguantar un año más estaría bien. Pronto volvería, pronto, pronto.

Sin embargo, ese plan que estuvo guardado en su palacio mental en esos años alejado y solo, se desvanecieron con la aparición de aquella misteriosa mujer, e inmediatamente se rindió.
Se sintió tan pequeño cuando la vio llegar desde lejos, John escondiendo algo entre manos nervioso, cerrando los ojos para recordar, tal vez, toda la conversación que había planeado.
Sherlock, aturdido, con su disfraz que le hacía sentir como un payaso, decidió solo presentarse de una forma vaga.
Para así, dar por terminado, un capítulo.
Extrañaría el calor hogareño que guardaba Baker Street en las fiestas.
Extrañaría las conversaciones con John en las mañanas.
Extrañaría salir a cenar, aunque él no tuviera hambre.
En fin, extrañaría a su alma gemela. A John.

Pobre.
Derribó las malignas telarañas y puzles de su mayor enemigo y le ganó; pero perdió la oportunidad de tener al amor de su vida.
La caída es la que mata.
Dime, ¿valió la pena?







Si hay un error ortografíco perdón aaa ando dormida akdjsmdb.

; 12  M e s e sWhere stories live. Discover now