—Recuerda que aún debes entregar tu composición final.

Asiento y me despido con la mano antes de entrar.

La UCLA tenía un estricto código de no confraternidad entre alumnos y profesores, por lo que, aunque era Noah de quien recibía clases era el decano del departamento de música quien calificaba mi trabajo. Sin embargo, eso era un secreto.

Al abrir la puerta de mi estudio casi de inmediato escucho un maullido de recibimiento. Honey mi gata anaranjada comienza a enroscarse en mis piernas contenta de que esté de vuelta.

Me acuclillo para poder acariciarla y tomarla en brazos mientras camino hacia mi cama. Ella ronronea muy fuerte mientras paso mi mano por su suave pelaje.

Nunca había tenido una mascota y no había planeado tener una. Simplemente un día, la encontré en una caja de cartón abandonada a un lado de la basura. No pude dejarla ahí desprotegida así que la traje conmigo. Tras llevarla al veterinario supe que apenas tenía unas cuantas semanas de haber nacido y desde entonces está conmigo. Aún hay muchas cosas que no sé, pero a ella parece no molestarle en nada mi inexperiencia. Además, con ella aquí hace que extrañe un poquito menos a mi familia del orfanato.

Siempre tuve en mi mente que al regresar de Francia regresaría con ellos y de alguna manera retomaría mi vida desde el punto donde la dejé. Por supuesto, nada de eso pasó. Muchas cosas habían cambiado durante el tiempo en el que me fui, el orfanato ya no era el que conocía y aunque me alegra saber que todos están recibiendo la mejor atención posible, en el fondo de mi corazón extraña a la familia que habíamos formado.

Enciendo la televisión para que haga algo de ruido. No estoy segura si soy solo yo, pero desde que comencé a vivir sola extrañaba tanto el ruido que hacían los niños que el silencio me parecía la expresión más grande de soledad.

Dejo a Honey en la cama y camino hasta mi escritorio tenía varias cosas que terminar antes de irme a dormir.

Como cada vez que me siento en este lugar, mi mirada va directamente al par de pendientes que Nix me dio el día del recital. Desde ese día se convirtieron en mi amuleto de buena suerte y sus palabras en un motor para salir de mi caparazón.


***


Al llegar a la universidad siento un poco de agitación. Y es que no hay que ser muy observador para ver a las chicas cuchichear y reírse nerviosas, bueno, no solo son las mujeres. Estas cosas sucedían cuando alguno de las celebridades que estudiaba aquí aparecía y dado que estamos en las puertas de terminar un ciclo, supongo que es lo más normal.

Camino tratando de alejarme de la multitud, aunque había trabajado duro en tratar de ser más fuerte, no podía engañarme a mi misma estar rodeada de tanta gente me ponía muy nerviosa.

Me acomodo la mochila y me dirijo hacia el departamento de música. Hoy tenía clases todo el día y luego tenía que pasar por la biblioteca para hacer fotocopias de algunas partituras.

En cuanto entro al salón de composición respiro aliviada al descubrir que está vacío. Tomo asiento en mi lugar habitual al fondo del salón. Saco mi libreta y comienzo a organizar mis apuntes, pronto algunos de mis compañeros comienzan a llegar. Yo solo los observo, mi poder de socialización seguía siendo nula así que seguía sin hacer ningún amigo.

Suspiro al aceptar mi destino y me rio de mí misma por ser tan dramática.

—Esa es una bonita risa —dice una voz masculina.

Doy un respingo, porque hasta hace un momento estaba sola aquí atrás. Levanto la mirada para ver al responsable de que mi corazón ahora lata como si quisiera salirse del pecho. Me encuentro con Neo sonriéndome abiertamente.

Casi había olvidado que el también llevaba clases aquí y hasta lo último que sabía de los Lux estaban de gira, eso quería decir que estaban de regreso.

—Esto... —dice dudoso—. Creo que te asusté, lo siento.

—Yo, lo siento. No te vi. No te preocupes —lo digo tan rápido que por un momento dudo si me entendió, pero al notar que me sonríe abiertamente sospecho que lo hizo.

—¿Puedo sentarme contigo?

Esa última pregunta hace que medio salón voltee hacia nosotros, lo cual me pone especialmente nerviosa.

—Cla... claro.

Él ni corto ni perezoso rodea la mesa y se sienta junto a mi sin importarle en lo más mínimo las curiosas miradas de la gente. De inmediato comienzan a murmurar y no necesito ser adivina para saber lo que están diciendo.

—Fuiste alumna de Timaeus ¿verdad? —me dice girándose hacia mí.

Respiro profundamente antes de responder. Esperaba que este día llegara desde la vez en que me acerqué a él en el primer ciclo.

—Sí, lo fui.

—Hmm. —Por alguna razón parece complacido con mi respuesta—. ¿Puedo hacerte otra pregunta?

Me río mientras sacudo la cabeza.

—Parece que es lo único que has hecho desde que llegaste —respondo un poco más relajada.

—Es verdad. —reconoce, pero todo indica que eso no lo va a detener. Pone el codo en la mesa y descansa la cabeza en su mano—. ¿Tienes tiempo esta tarde?

—¿Qué?

Se ríe. Al menos le parezco divertida.

—Si tienes tiempo esta tarde. —Regresa a ver alrededor y se asegura que nadie más puede escuchar lo que decimos—. Tengo muchas más preguntas de donde vinieron estas.

Lo miro alucinada.

—Tengo clases. Es más, los dos tenemos clases.

Hace un mohín de lo más gracioso y pone cara de cachorrito.

—Sí, pero también podemos saltárnosla por una vez.

—Lo dice quien aparece por aquí por primera vez en todo el ciclo —respondo divertida.

—Si... bueno, pero no me he saltado ni una sola clase. —Levanta la mano—. Palabra de boy scout.

—No tienes pinta de boy scout.

Se ríe nuevamente y me recuerda mucho a su hermano.

—Cierto —admite—, pero soy un chico bueno. Así que... ¿Qué dices?

Era evidente que no iba a aceptar un no por respuesta. Solo tenía que asegurarme de entregar todos mis trabajos y conseguir las partituras. Si podía hacer eso, pues no tenía por qué negarme.

—Está bien. Solo tengo una condición.

—Hecho.

SAGA LUX III | Los colores de TimaeusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora