Capítulo Tres

1.1K 135 49
                                    

Gilbert
Febrero 1892

Mi primer pensamiento al despertar fue ir de visita a la casa de mi querida abuela. Si pudiera, viviría con ella permanentemente, a veces ni siquiera tengo tiempo de ir a verla y pasan semanas sin poder visitarla. Por esa razón le prometí hacerlo más seguido, de ahora en adelante trataré de ir todos los fines de semana, o al menos un día.

Ella vive a varios kilómetros de distancia, tomaría un tren y después me dirigiría caminando hasta su casa. Quería ir desde temprano, así que tomé uno de los primeros trenes. El viaje tardó aproximadamente una hora. Cuando al fin bajé, me dispuse a caminar, no muy rápido para disfrutar del buen clima que me daba esta mañana, incluso decidí ir por el camino largo, que era cruzando el bosque.

Observé a lo lejos un grupo de adolescentes, parecían más o menos de mi edad y me sobresalté un poco al escuchar que uno de ellos le gritaba a otro, se escuchaba eufórico. No quería entrometerme, pero me acerqué más, de pronto veo que hay un chico arrodillado mientras los demás están al rededor, podía verse que le estaban aplicando fuerza para que se mantuviera en el suelo. Me pareció muy raro y tuve que parar, quería ver lo que estaba sucediendo, de todas formas debía pasar al lado de ellos para ir a casa de la abuela.

Ya estando más cerca del grupo, pude ver sus rostros con claridad y oh no... Esto no podía estar pasando. El chico que estaban molestando era ÉL. Apresuré mi paso hasta quedar detrás del chico grande que gritaba como loco. No me lo creía. ¿Quién se atreve a hacerle daño? Se ve una persona tan pura y amable.
Los chicos parecían tan entretenidos que no notaban mi presencia, el chico jardinero poseía una triste expresión en su cara, ni siquiera estaba viendo arriba, sólo mantenía su mirada baja, en un momento cerró los ojos y los demás comenzaron a reírse, el que estaba delante mío levantó su brazo tomando impulso. ¿Iba a pegarle? Ah, tengo que hacer algo al respecto, no puedo dejarlo solo, mucho menos voy a permitir que lo lastimen. Me vale poco quedar como un entrometido. Esto es suficiente.

— ¿Qué está pasando? — dije en un tono bastante alto, sonó como un estruendo. El chico bajó su mano y volteó a verme sobre su hombro, después se dió la vuelta por completo, quedando frente a mí, los demás se asustaron y soltaron al "señorito Mckenzie"

— Sólo estamos jugando, ¿Tú quién eres? ¿Acaso conoces a este idiota?—dijo con tono desagradable. No puedo tolerarlo.

— Sí, él es mi amigo y tenemos prisa, es mejor que se vayan si no quieren problemas.

—Ja, ¿Te crees superior, verdad? ¿Qué nos harás?

—No creo que quieras conocerme.

Estaba tan enojado, sentía mi sangre calentarse poco a poco. No podía siquiera procesar lo que el chico me respondía, pero no se iba. Seguía furioso. Mi cabeza comenzaba a dar vueltas, sentía que iba a explotar, estuve a punto de golpearlo cuando decidieron marcharse.

Me sentí aliviado. ¿Qué acabo de hacer? Mi corazón seguía palpitando con fuerza y podía sentir la adrenalina recorrer mi cuerpo. Volteé en seguida y él seguía en el suelo, estaba sentado. Su cara denotaba una confusión clara.

— ¿Estás bien? — le dije y traté de sonreírle, quería que se sintiera seguro. No respondió, sólo se quedó observándome fijamente por unos segundos. Recogí un canasto que estaba tirado cerca, él sólo se levantó del sitio en el que estaba y sacudió sus pantalones.

—Esto es tuyo, ¿verdad? — y estiré mi brazo dándole el canasto.

— No era necesario que me defendieras. Ya estoy acostumbrado. — tomó el canasto y empezó a caminar en dirección a la casa de mi abuela. Estaba un poco desconcertado por su forma de actuar. Lo alcancé y sostuve su hombro suavemente

—Sólo pensé que debía parar eso—quitó mi mano de su hombro y me interrumpió, se veía ¿enojado? Se quedó en silencio un rato y finalmente habló

—Olvídalo. —suspiró un poco más relajado —Te voy a pedir un favor, ¿sí? te suplico que no le digas a tu abuela nada de lo que pasó hace rato, me sentiría bastante apenado si llega a enterarse que su nieto me defendió.

—Discúlpame, no quise incomodarte de ninguna manera, esa no fue mi intención. Ten por seguro que mi abuela no lo sabrá. Soy un cofre cerrado. —pasé dos dedos por mis labios simulando cerrar una cremallera y luego fingí tirar algo que sería una llave. Quería bajar la tensión entre ambos.

El chico miró eso y noté como una pequeña sonrisa se asomaba, no pude evitar sonreír ampliamente y él se sonrojó un poco, supongo que lo notó y velozmente cubrió su rostro con ambas manos, sólo siguió caminando hacia al frente. Ese gesto me enterneció lo suficiente como para quedarme de pie en el mismo lugar, divagando en mi mente, repitiendo esa imagen una y otra vez.

— ¿No vienes? —lo escuché decir, sacándome de mis pensamientos, lo vi y tenía una mano puesta sobre sus ojos, cubriéndose del sol, me apresuré a caminar y lo alcancé, pensé que esta sería la oportunidad perfecta para preguntarle su nombre, no iba a perderla y hablé sin pensarlo demasiado

—Por cierto, ¿cómo te llamas?

—Cole. Mi nombre es Cole Mckenzie.  —pronunció suavemente y con timidez

—Oh bueno, creo que el mío ya lo sabes. Pero me presentaré de todas formas; me llamo Gilbert y es un placer conocerte, Cole. —él sólo asintió con la cabeza y seguimos caminando en silencio, al parecer es más reservado de lo que pensaba, sumando que es la primera vez que hablamos, no tiene mucha confianza aún. A pesar de que estuvimos en silencio, no fue nada incómodo desde mi punto de vista. Estaba caminando a su lado y se sentía bien.

Ya en la casa de mi abuela, toqué la puerta y al abrir se sorprendió de que llegamos al mismo tiempo, simplemente dije que nos habíamos topado de camino y lo saludé

—Desde hoy Cole es mi amigo, abuela

—Bueno, es una agradable noticia, sé que se llevarán bastante bien —dijo y al mismo tiempo nos guiñó un ojo, ambos reímos y Cole se fue al jardín a cumplir con sus labores.

El resto del día, me la pasé contemplándolo desde lejos, en algunas ocasiones nuestras miradas se encontraban, pero alguno rompía el contacto apartando la mirada. De vez en cuando se me escapaba una risa, era como un juego a larga distancia de quién resistía más el contacto visual. No quise importunarlo o distraerlo en su trabajo, así que no me acercaba directamente a donde se encontraba.

Apenas iba a ser medio día y tuvo que marcharse, nos despedimos y lo vi alejarse poco a poco. Me sentí un poco triste de que tuviera que irse tan pronto, me hubiera gustado charlar más con él y conocerlo. Eso me puso de mal humor. No sabía qué estaba sintiendo, pero tampoco lo iba a cuestionar demasiado.

Y así fue como comenzó nuestra historia.

Mi primer amor // Gilbert x Cole Donde viven las historias. Descúbrelo ahora