CAPÍTULO 2

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Capítulo 2

Definitivamente 1922 era una película de terror. ¡Estaba llena de ratas!

Ratas.

Ratas.

Ratas.

No aguanté más y tuve que salir del auditorio, recibiendo varias maldiciones por hacerles el favor de taparles la vista directa hacia las ratas.

— Qué asco. — dije en voz alta haciendo arcadas cuando ya estuve fuera del auditorio.

— ¿Tan mala estaba la película? —preguntó una voz masculina.

Levanté mi cabeza y vi a Noé sentado en una de las bancas que estaba a un costado de la puerta del auditorio. Genial, ahí estaba él, con su chaqueta negra como los chicos malos de las películas, los protagonistas que siempre hacen babear a la protagonista. Y estaba yo, habiendo hecho una arcada sonora que pudo haberme hecho vomitar.

— Hay ratas.

— Sí, supuse que era por eso... entonces, ¿tan grande es tu repulsión a las ratas?

— Poquito. — mentí intentando sonar casual.

Poquito, claro. Según yo, se trataba de una fobia. No podía ver películas con ratas, de hecho, ratatouille de había convertido en una tortura... casi no tenía nada contra Mickey Mouse... el punto es que mientras más real es la representación animada de una rata, peor es mi asco. Y cuando veía una rata o me daban arcadas o me daban ganas de llorar, siempre sintiendo que necesitaba rascarme todo mi cuerpo. Mi fobia llegaba a tal punto que en la universidad evitaba los lugares donde vi ratas o donde me dijeron que las habían visto.

"Pero hay ratas en todo el mundo" dirán los expertos en ratas, pero mejor permanecer ignorante ante eso, responderé yo.

— Que suerte que es poquito, porque hace un rato vi una rata por la puerta de entrada al edificio.

Genial, si no podía evitar la puerta iba a parecer una tonta corriendo desesperadamente para atravesar la puerta.

— Ah... es bueno saberlo. — él se rio y cerró su libro. Claro, el intelectual. — ¿Tú no vas a entrar a ver? Está lleno, pero supongo que encuentras un lugar.

— Ya está avanzada y tenía que encontrarme con alguien antes de entrar, pero al parecer se le hizo tarde.

— Bueno, solo te estás perdiendo de ratas.

— Si... oye, lamento haberte quitado tu turno en la supervisión, si quieres puedo ayudarte leyendo y ver si se me ocurre algo, no es que diga que te falte algo, pero quizá puedo ayudarte con cualquier cosa.

— Gracias, lo haré.

No lo iba a hacer. El que leyeran los casos incluía comentarios como "yo hubiera preguntado..." "yo hubiera hecho..." "¿qué piensas que significa lo que hizo?", y con cualquiera de esos comentarios me quedaba muda porque me sentía mal de no haberlo pensado.

Nos quedamos en silencio, de esos silencios en los que esperas que la otra persona hable o haga un comentario y como ambos esperan no pasa nada.

— Qué difícil es el caso que estás llevando. — comenté para dejar de sentirme incómoda. — Debe ser difícil no implicarse.

— Lo es, me da mucha pena la señora. Está en las últimas y las enfermeras dicen que no va a durar mucho más tiempo y por eso Silvia no quiere recibir a sus familiares, no quiere despedirse, pero está sufriendo mucho.

Muchas veces el trabajo bien hecho con pacientes con cáncer significaba que tu paciente fallecería porque le ayudaste a soltar eso que tenía encima y que le seguía reteniendo y dejando que sufra. Era cruel, sin mencionar difícil perder a un paciente a quien habías conocido... por eso agradecía no estar en un sector en el que los pacientes estaban internados, sino estar en uno donde solo iban para consultas "fáciles".

No quiero el finalWhere stories live. Discover now