XVII: Punto de reflexión

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—Tiene una personalidad bastante beligerante —opinó Mikán.

—No te imaginas cuánto —coincidió Winger con un suspiro de resignación.

Los dos jóvenes se hallaban conversando al aire libre. La plataforma sobre la que se asentaba la mansión de Gasky era lisa y amplia, de modo que podían desplazarse por allí con soltura. Soria y Gluomo también habían salido a aprovechar el sol de la tarde, y se estaban ocupando de las macetas con plantas que el plásmido cuidaba con mucho esmero, siempre con Demián vigilándolos de cerca. Winger agradeció ese rato a solas con Mikán, pues había algo que desde el día anterior ansiaba preguntarle.

—Dime, Mikán, ¿cómo se encuentra Jessio?

—Ocupado, como de costumbre. Más aún con todo este asunto. Pero él está bien.

—Es bueno saberlo...

En realidad, otra era la pregunta que Winger no se atrevía a plasmar en palabras...

—Quieres saber si él sigue enfadado contigo, ¿verdad?

Asombrado por la sagacidad del joven prodigio, Winger asintió con la cabeza.

—Escucha, tienes que comprender que la reacción general ante lo que sucedió fue de espanto y estupor. Por supuesto que en ese primer momento todos en ciudad Doovati sentimos un gran odio...

Ciertas fibras íntimas crujieron en el alma de Winger cuando escuchó eso. No pudo evitar imaginarse las miradas llenas de odio de sus amigos. Y de Rupel...

—¿Sabes? Él me ha hablado mucho acerca de ti.

Winger levantó la vista.

—¿Lo dices en serio?

—En varias ocasiones —asintió Mikán con una sonrisa—. Durante nuestras reuniones de estudio había comenzado a nombrar a un aprendiz del nivel inicial que se diferenciaba de los demás. Ese muchacho llamado Winger aprendía hechizos con suma facilidad y había dado un excelente espectáculo en el Combate de Exhibición de este año. Incluso llegó a decirme que estabas hecho de la misma madera que yo. —Le hizo un guiño y se echó a reír.

—¡Vamos! No creo que sea para tanto —Winger se esforzaba por restarse méritos.

—Jessio es un gran hombre.  No se trata solo de su vasta experiencia como mago, sino que además es una persona benevolente. Realmente puedo decir que es todo un maestro. Por eso estoy seguro que no guarda ningún rencor hacia ti, Winger.

Al fin, las palabras que el joven de la capa roja tanto había aguardado oír. Aclarado ese tema, los condiscípulos continuaron charlando distendidamente durante el resto de la tarde. Winger halló en Mikán a una persona admirable, y se alegró de tenerlo de su lado en una situación como la que los había reunido en aquella lejana región.

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Gasky no salió de su laboratorio en todo el día. Gluomo les comentó que el historiador solía pasar mucho tiempo en su sala de estudios, pero no era muy frecuente que lo hiciera de esa forma tan hermética. Al parecer, el viejo Gasky se estaba tomando el asunto del complot en Catalsia muy en serio.

Llegó la hora de la cena y por fin hubo novedades. Winger y Mikán se encontraban en el comedor cuando el anciano hizo su aparición.

—Buen día, chicos. O tal vez debería decir buenas noches —les sonrió y fue a sentarse junto a ellos—. Winger, ¿sabes por qué Demián también está en la cocina?

—Supongo que tendrá mucha hambre —mintió Winger. En realidad, Demián seguía vigilando de cerca al plásmido.

—Pues que se prepare para saborear el delicioso guiso energizante de Gluomo. Es una de sus especialidades.

EtérranoWhere stories live. Discover now