Martes

22 3 26
                                    

Sin mucho que hacer

________

¡Casi se pasa el manzano!

De nuevo, estaba tan distraído. Pero hoy no era por la misma razón. Volvió a mirar atrás, tras el manzano que le indicaba que debía doblar. Ah, que linda panadería. ¡Esas tartas se veían muy bien! Su estómago rugió. Tenía hambre. Se había olvidado de preparar un almuerzo esta mañana, por lo que llevaba todo el día con sólo un desayuno bastante ligero y algún bocadillo que le pudo robar a sus compañeros. Un pensamiento ajeno atravesó sus barreras.

Un dato curioso de sus habilidades: si estaba enfocado en algo, y alguien pensaba en algo similar, esos pensamientos pasaban los filtros mucho más rápido que cualquier otro. Así que en el momento que paró boulevard of broken dreams, sólo porque no se sentía de humor para escucharlo (demasiado deprimente para ese momento) inmediatamente escuchó al divague de los pensamientos de alguien que apenas había salido de esa panadería.

Miró su teléfono para asegurarse de la hora y suspiró. No. No tenía tiempo ahora mismo. Pero aprovechó para finalmente cambiar la canción en su lista de reproducción. Una y otra canción, su lista solo se llamaba "Viajes", y llegó finalmente a Thnks fr th Mmrs, más rápida, más enérgica. Si, la energía necesaria para caminar las tres cuadras que le faltaban sin preocuparse porque ninguna voz pasase sobre su música. La distracción perfecta al hambre. Al menos hasta llegar al condenado edificio y su cruel procesión hasta El apartamento. Piso 12, apartamento C. escuchaba las últimas líneas sobre alguien aún más dulce, cuando la vibración del aura anaranjada empezó a sonar más fuerte que las voces de Fall Out Boy.

Simplemente, estar cerca de espers era tan molesto a veces. O subir el volumen al máximo, o soportar esa vibración constante en sus oídos. Siempre lo mismo. Otra de las contras de la telepatía, no sabía por qué, pero las auras especialmente grandes (Teruki, Shigeo, todo ese pequeño grupo de amistades) tenían una vibración que podía captar con sus poderes, e inmediatamente molestarle. No eran pensamientos, pero podía escucharlo - un zumbido continuo, en alguna nota no muy alta. Pero daba igual a esta altura; tenía que entrar, esos solo eran más datos curiosos sobre sus poderes de no-un-verdadero-esper. Así que, sin más pausas, golpeó la puerta para ser recibido casi de una manera idéntica a la del día anterior. Con sonrisas y sarcasmos mientras se acomodaba.

–Gracias por venir, Momozo –enfatizó el nombre, sólo para demostrar: miren que buen empleador era, ¡hasta le hacía caso!

–Gracias por la oportunidad –respondió acido, pero cordial. Tenía que serlo, porque Teruki le estaba ofreciendo trabajo. Trabajo que necesitaba. Se lo recordaba cada vez que hablaban para no mandarlo al carajo–. ¿Qué debería hacer hoy? –preguntó, ya se había quitado el uniforme, vino ligeramente más preparado esta vez: un pañuelo en la cabeza por si levantaba tierra, un delantal en mano por si lo necesitaba. Simples cosas que ya tenía de antemano.

Teruki pensó por un momento qué debía hacerse. Casi como si realmente no supiera qué hacía falta.

–¡Ah! Ayer me preguntaste por la nevera y las despensas –de pronto recordó–. ¿Puedes empezar por ahí? –la pregunta tuvo mucha más amabilidad real que la normal. Si, esas cosas eran un desastre. Hacía falta ordenarlas–. También tengo platos que lavar. De nuevo. Oops –no estaba arrepentido para nada de haber hecho un desastre que alguien más tendría que limpiar. Pero, como también tenía que agregar algo más para ser fastidiosamente irritante, lo hizo–: Veo que trajiste uniforme, ¡pero no es el correcto!

–Si tanto quieres una mucamita, contrata una prostituta, yo solo vengo a limpiar.

Con eso lo abandonó. O casi. Porque Teruki, de nuevo, se sentó cerca. Donde pudiese ver. Apoyado en la mesa de la cocina. Por no otra razón de... La verdad, no sabía por qué. Ni para molestar, ni para acotar algo. Sólo se quedó allí. Claro que con mucha facilidad podría averiguarlo, pero era descortés entrar en la mente de las personas cuando no lo autorizaban. O algo así. Quién sabe, no es como si hubiese una construcción social al respecto. Pero ahí seguía. Como una especie de gato, expectante. Y era molesto.

Una semana en☆teru☆aDonde viven las historias. Descúbrelo ahora