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Bob Geldof
Love Or Something

Bob GeldofLove Or Something

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—¡Jill! —gritaste— ¡Jill!

Asustada, miraste a todos lados. Alzaste la cabeza, pero aun así no pudiste distinguir a tu compañera de trabajo entre toda la multitud que salía del estadio de Wembley.

Era el sábado trece de julio de 1985, cuando prácticamente todo el mundo, especialmente Estados Unidos e Inglaterra se paralizaron para poder presenciar el mejor concierto de toda la historia, el Live Aid. Por ser fin de semana, eso no quería decir que no ibas a ir a trabajar, pero tu jefe era tan fanático de The Who, que declaró ese trece de julio como un día de descanso. La chica nueva del trabajo, Jill, había ganado unas entradas en un concurso de preguntas y respuestas en la radio, y por tu amable trato con ella, y por coincidir en algunos gustos musicales, decidió llevarte.

A pesar de no encontrarse en primera fila, sino en tribuna, las dos pasaron un extraordinario momento, que no puede ser explicado con una palabra en especial. Pero la situación en la que te encontrabas acabado el concierto, ya no era nada extraordinaria. Estabas totalmente perdida. Habías perdido a tu compañera, entre empujones, en el momento de salir del estadio hacia la calle.

—¡Jill! —volviste a gritar, para que al menos tu voz captara la atención de algún policía o alguna otra persona que pueda ayudar, pero fue en vano. Eras solo una chica que gritaba "Jill", contra 71,999 personas que te ignoraban.

Con preocupación solo caminaste junto a la multitud por las calles y te apoyaste en un poste para poder intentar tener una mejor vista, y así quizá distinguir a la rubia Jill entre la multitud. Los segundos se volvieron unos cuarenta minutos y las personas ya se encontraban más o menos lejos de la entrada del estadio de Wembley. Decidiste esperar un rato más, pero cuando notaste que los policías cerraban las grandes rejas del estadio, empezaste a caminar por la avenida y seguir a la multitud alejada.

Un ligero tráfico se había formado, a causa de las personas que habían asistido al concierto con sus autos, los taxistas y las personas que ocupaban la mayoría de las pistas, y eso lo notó un hombre que conducía un auto negro con lunas polarizadas. Vio por su espejo retrovisor y al percatarse que no habían más autos tras de él, frenó.

—Señor, por lo que apenas puede verse a lo lejos, las personas están obstruyendo el camino para algunos autos, y notando que no tenemos otro auto tras nosotros, creo que sería conveniente el retroceder y tomar otra ruta.

El pasajero, que se ubicaba en el asiento trasero, miró por la ventana y maldijo por haberse demorado tanto en organizarse para poder salir del estadio. Supo que si tomaba el otro camino, él tardaría en llegar a recoger a su hija y su chofer, que también tenía familia, llegaría tarde para verlos.

—No avances —dijo el hombre—. Yo me bajo aquí y tú ve por el otro camino, está más cerca a tu casa y así llegarás a tiempo. No te preocupes por el auto, le diré a la agencia que lo entregarás mañana.

Imaginas «classic rock»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora