Mala suerte

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- ¿Que demonios?

El impacto lo tomó desprevenido, sin tiempo para reaccionar, fue sometido por los toscos movimientos del moreno. Sus labios habían sido tomados y sus muñecas inmovilizadas sobre su cabeza mientras una mano rodeaba su cintura descaradamente.

La confusión nubló su mente. Tardo unos minutos en percatarse completamente de la situación en la que se encontraba.

¿En que momento me quedé dormido?

¿Me desmayé?

No... No

Esto duele ...

No era un sueño, porque dolía. Pero esto era imposible.

Imposible a menos que fuera una burla...

Su corazón latía agitado, con los ojos aún cerrados y en una muy notoria desventaja, aún intentó aferrarse a la cordura, forcejeando y removiendose en su lugar con la esperanza de poder liberarse antes de perder la razón.

Pero Feng Xin, indiferente a su desacuerdo, afianzó su agarre en las delgadas muñecas, y atrayéndolo más a su cuerpo lo acorraló para continuar atacando los frágiles labios que permanecían cerrados de manera casi hermética.

Sus muñecas dolían, su espalda dolía, sus labios dolian.

Pero... ¿Por qué su corazón... Sentía alivio?

Apenas unos segundos habían pasado, pero a Mu Qing le parecía una eternidad, completamente deseperado. Tragó pesado, con incesantes temblores recorríendo su cuerpo entero.

Tenía miedo.

Fingir que no deseaba corresponder le estaba resultando casi imposible.

El siempre se portaba así. Era como siempre... Violento.
Pero no podía evitar pensar que de alguna manera, esto se era diferente.
Podía sentir algo diferente.

Feng Xin seguía moviendose bruscamente contra él y sabiendo que pronto no podría resistir la tentación, sus sentimientos estarían completamente expuestos.
Las mentiras que había creado, tan inmortales como él, caerían de inmediato junto con la fachada de odio que había pintado sobre su relación.

Era dulce. Y era agrio.

El sabor de lo anhelado quebrando su autocontrol.

Era agobiante. Era liberador.

Lo que pasaría después de esto.

Al final...

¿Que importaba si esta vez se exponía?

Descansar de la carga de 800 años, por una vez... Dejarla caer.

Solo por esta vez...

Un sabor desconocido se deslizó entre su gustó.
Uno que se impregnaba fuertemente. Debía ser amargo, pero debido a las circunstancias, el placer era tan amargo como tan dulce.

La libertad...

El desepero por obtener lo querido.

La fuerza en sus muñecas cedió, sus manos se dejaron caer bajo agarre que lo sostenía, y tímidamente sus labios se separaron en medio de las exigencias de Feng Xin, permitiendo la intromisión de la lengua aterciopelada que paseo de inmediato por toda su cavidad.

La mano del moreno subio, acariciando el cuerpo bajo ella hasta llegar a las manos contrarias entrelazandolas como si ese fuera el lugar a donde pertenecían.

Encajaban perfectamente.

Dos piezas hechas para ser una.

Anclados a la sensación del deseo cumplido.

Odiarte Nunca Ha Sido Fácilحيث تعيش القصص. اكتشف الآن