Capítulo 33: Verdades.

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Quince minutos después estaba de regreso en la habitación, solo que me congelé en la puerta al ver a mi madre sentada cerca de Laura, temblando suavemente.

—Lo siento —susurró, no fui capaz de moverme por la confusión —lo siento, esto es mi culpa, si no te hubiera dicho que acabaras con esto —su voz se rompió —si no...—jadeó —te hubiera dicho que él merecía algo mejor, que no regresaría, tu no...él no...—lloró—, cuánto lo siento.

No podía creer esto. No podía comprender lo que había oído. Mi madre le había dicho a mi novia que acabara con esto, con nuestra relación, en verdad le dijo que yo merecía algo mejor y que no iba a regresar.

Pero, ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué hizo algo así? ¿Cómo se atreve a hacerme algo así? ¿Por qué Laura no me dijo nada? ¿Por qué le creyó?

No sé cómo pasó, pero en un segundo estaba de pie fuera de la habitación de Laura escuchando a mi madre y ahora estaba a su lado, tenso, molesto, y herido a mas no poder. Mi madre jadeó al verme y llevó una de sus manos a su boca. Lágrimas seguían cayendo por sus mejillas. Noté que estaba pálida, que se veía miserable, pero no me importó.

—Fuera —dije. Me sorprendió que mi voz solo sonara fría y normal. No le grité todo lo que pensaba de ella, no la agarré de un brazo y arrastré lejos de la mujer que amaba, solo la observé allí, sentada y quieta —no quiero que regreses —miré a Laura —fuera de aquí.

—Hijo...—susurró —Kay.

—Sal de aquí —insistí —fuera de esta habitación —ella jadeó y comenzó a llorar de nuevo.

—Por favor...

Mi padre apareció por la puerta en ese segundo, al verme y luego a mi madre arrugó su frente.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó tenso.

—Sácala, padre —le dije, con el mismo tono de voz —no la quiero aquí.

Mi padre arrugó su frente y observó a su mujer confundido.

—Kay —comenzó a hablar, pero al ver algo en mi expresión le hizo abrir la boca sorprendido. Asintió luego de unos segundos —está bien, hablaremos luego.

Cuando ambos salieron de la habitación me dejé caer en la misma silla que mi madre y cubrí mi rostro con mis manos.

—Dios —gemí dolorido —¿por qué me hacen esto?

Escuché pasos y limpié las lágrimas de mi rostro enseguida. Observé a Laura fijamente.

—Ve a casa —dijo María suavemente, la miré enseguida.

Era la primera vez que hablaba con ella fuera de mi casa, la primera vez que la veía sin el uniforme de sirvienta, sinceramente, era la primera vez que la miraba con atención, que le presté atención. En ella vi a la chica a mi lado, solo que su rostro se veía muy cansado, como si hubiera pasado mucho

en su vida.

Se movió por la habitación y se sentó en la otra silla al lado de la cama. Ambos observamos a Laura unos segundos.

—Tus padres están preocupados por ti —continuó ella —y yo deseo estar a solas con mi hija.

Tragué tenso, no quería irme, la idea era aterradora, por eso había pasado los últimos días en este hospital, pero qué podía hacer, o decir.

—Yo...—volví tragar y la miré, me observaba fijamente, de la misma forma que lo hacía mi novia cuando intentaba descubrir algo de mí —me gustaría volver a visitarla, si me lo permite.

Observó a su hija un segundo.

—Sí, puedes visitarla —solté el aire que había estado conteniendo sin darme cuenta—además, después de todo este tiempo que has pasado aquí, no puedo negarme.

Asentí y me puse de pie lentamente. Observé a Laura unos segundos antes de inclinarme hacia ella y depositar un beso en su frente. Pude observar a María tensarse ante mi acción, y sabía que lo mejor hubiera sido irme de ese lugar sin decir nada o hacer algo como esto, pero simplemente no podía.

Me alejé de ambos y caminé hacia la puerta, justo antes de salir ella me llamó.

—Kay —la miré enseguida —vamos a hablar de esto.

Asentí y salí de la habitación.

Un Sorprendente VeranoWhere stories live. Discover now