Día lluvioso

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Hida Suzuya es un chico estúpido, deprimente y estúpido, pero aún así no pude evitar enamorarme de el.
Todo empezó un día lluvioso de invierno, en el que me dirigía a mí nueva escuela, desde la primaria siempre mis escuelas fueron muy mudables ya que me aburro de estar en los mismos lugares por mucho tiempo, yo estaba caminando en las silenciosas calles dirigiendome hacía mí nueva escuela, la mañana era fría y clara, "realmente extraño las mañanas de verano" pensé mientras me rascaba la nuca.
Al contrario de mí Suzuya no había dormido en toda la noche, con sus ojos cansados y llenos de ojeras se dirigía a la escuela para recoger las notas del segundo trimestre.
Aunque casi nunca iba a clases recogía el material del estudio y se auto educaba.
Al llegar a la escuela fue directamente hacía la sala de profesores, caminando lento y bostezando en el proceso.
Al recoger sus notas ya dispuesto a irse a su casa a reponer fuerzas la preceptora lo detuvo
- Por favor Suzuya ¿Puedes quedarte por lo menos este día?, hoy va a presentarse un alumno nuevo así que sería bueno que no estuvieras ausente-
Dijo un poco nerviosa y con la mirada hacia arriba debido a la gran altura del chico.
Hida suspiro levemente y luego de que la preceptora le diera una leve sonrisa dirigió su paso hacía el aula 4-A. Al llegar se sentó en su último banco de la primera fila, al lado de la ventana, apoyó sus brazos en el, luego somnoliento su cabeza y de a poco fue cerrando sus ojos lentamente.
15 minutos después se despertó ante la presencia de su aburrido profesor.
- !Suzuya ahí, no es momento de dormir en clases!- dijo molesto el maestro
- perdón profesor- respondió casi inaudiblemente mientras se acomodaba.
-Ahora que todo está en orden me gustaría presentarles a un nuevo alumno que se unirá en esta mitad del año, ya puedes pasar- dijo el profesor haciéndome una seña, Di un paso adelante y ahí estaba yo chico japonés alto promedio (1,64) .
Me pase una mano detrás de la nuca y con una sonrisa dije -mucho gusto, mí nombre es Kanto Shiro pero pueden decirme Shiro a secas, tengo 16 años y espero llevarme bien con ustedes-
Seguido de mí presentación hice una reverencia y me dirigí al único banco vacío, el banco contiguo al de aquel prominente y extraño pelinegro, tenía el pelo corto sin flequillo y con grandes ojeras, me llamo la atención pero decidí seguir con lo mío.
Algunas clases pasaron, las de matemática, las de química, hasta que finalmente sonó la campana del receso.
Varios chicos y chicas se abalanzaron a mí banco y empezaron a hacer preguntas sin cesar, -¿Por qué eres rubio?- -eres de otro país ¿Verdad Kanto?- -¿Te gustan los deportes?- -¿Cómo sabes hablar japonés?- -¿Piensas unirte a algún club?- ,
Todas las preguntas las respondí positivamente y con una sonrisa de oreja a oreja.
Cómo lo imaginaba iba a tener una gran impresión en clase, era lógico ya que tengo el pelo rubio y los ojos celestes apesar de ser japonés, sin mencionar que soy esbelto y tengo una linda cara.
Después de ese cansino interrogatorio de preguntas estúpidas decidí ir a comer mí merienda, aún era temprano y estaba abatido para seguir hablando con mis compañeros de clase así que con merienda en mano busque el lugar más recóndito de toda la escuela, al encontrar el desolado patio trasero decidí sentarme justo debajo de la zona techada ya que seguía lloviendo.
Observaba la lluvia caer con aburrimiento mientras le daba un gran mordisco a mí sandwich de mermelada, hasta que una persona extraña irrumpió en mí silencioso y melancólico ambiente.





Minutos antes

Luego de clases observé como casi todos los de mí curso se lanzaban a hacer preguntas al chico nuevo, no me parecía raro ya que tiene un extraño aspecto extranjero y parece amigable.
Fui al baño a lavarme la cara ya que seguía teniendo un poco de sueño, me quedé observando me a mi mismo en el espejo luego de haberme mojado la cara, quizás debería dejarme crecer un poco más el pelo, dije agarrando uno de los cortos mechones de mí frente.
Luego de eso me dirigí al lugar en el que siempre merendaba, al llegar noté que ya había alguien hospedado ahí.



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Aquel intimidante chico de mirada seria y sin brillo que no había hecho casi presencia, apareció ante mí.
Silenciosamente se quedó mirando me por un largo rato y ya me estaba poniendo un poco incómodo, hasta que decidió soltar las primeras palabras para romper el hielo.
-lo siento no sabía que comerías aquí-
Su voz era gruesa y relajante, hablaba con un tono bajo y tímido, como encerrándose en su interior.
Toda la visión intimidante que me había formado en la mente sobre el parecía ser una farsa.
-¿Vienes a comer aquí usualmente?- respondí y el chico asintió levemente con la cabeza.
Me arrastre hacía un lado y le hice palmadas en el suelo para que se sentara, el accedió silenciosamente.
Sin saber de qué hablar y sin que el soltara una sola palabra nos quedamos por un largo tiempo viendo las gotas caer, quizás habrían sido solo minutos, pero el tiempo que pasamos callados se me había hecho eterno.

Continuara...

Confesion de veranoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon