Al llegar a la oficina de Scott, me encuentro con una chica muy guapa: joven, de piel oscura y muy sonriente. Al parecer, es la nueva secretaria de contabilidad.

— Buenas tardes —me saluda cordialmente—. ¿Puedo ayudarla?

— Hola. Estoy buscando al señor Lewis.

— ¿Es usted Amy Roldan? —pregunta dubitativa.

— Esa soy yo —respondo. Parece una chica agradable.

— El señor Lewis la está esperando.

— Gracias. Y… por favor, no me trates de usted —pido casi suplicante. Odio los formalismos. Con los jefes es prácticamente obligatorio, pero me gusta llevarme bien con mis colegas. Y en cuanto a puesto de trabajo, estamos en igualdad de condiciones—. Soy Amy, asistente de edición. Trabajo unos pisos más arriba.

— Oh. Mucho gusto —contesta—. Soy Claire.

— El gusto es mío, Claire. Bienvenida a Golden Publishing Company —hablo como si fuera la anfitriona del lugar—. Si me permites, iré a ver al señor Lewis.

— Por supuesto.

Doy dos toques en la puerta y espero a que me permitan la entrada. Al entrar, me encuentro con un muy concentrado Scott Lewis sentado en su escritorio tranquilamente. Se nota que tiene secretaria. La oficina está bien ordenada; muy diferente al caos que me encontré la última vez que vine.

— Hola, Scott —le saludo.

— ¡Amy! —Saluda alzando la vista. Scott es demasiado lanzado, pero estoy acostumbrada—. Te estaba esperando. ¿Traes el contrato?

— Sí. Aquí está —le entrego la carpeta—. Veo que tienes secretaria nueva —comento, mientras procede a leer el documento situado en mis manos hace unos instantes.

— Afortunadamente —responde suspirando de alivio—. Ya no me daba a basto solo. Esta chica parece de las buenas.

— Es agradable, debo admitir —comento—. Bueno, debo irme. El señor Gold espera por una copia del contrato cuando esté listo.

— Por supuesto. Me pondré en ello cuanto antes.

Asiento—. Nos vemos, Scott.

— ¿Amy? —le escucho pronunciar antes de abrir la puerta—. Me preguntaba si… tal vez, desearías ir al baile de aniversario… conmigo.

Por unos segundos me quedo perpleja. El hombre parece ser del tipo que no se da por vencido.

<< Tal vez deberías darle un poco de tregua >>, Sugiere mi subconsciente.

<< No lo creo. Alimentaría falsas esperanzas >>, replico.

<< ¿Y qué? Dale una oportunidad. No está nada mal >>, insiste.

<< Además >>, continúa. << Resolverías tu problema de no tener acompañante. Y apuesto que al idiota de nuestro jefe, no le gustará mucho la idea >>

<< ¡¿Y qué me importa lo que piense ese idiota?! >>, exploto, dándome cuenta una vez más de mi ridiculez: estoy disputando conmigo misma.

Pero tiene un punto. Quizás, disfrute de una excelente velada. Además, podré demostrarle al idiota patán arrogante que he pasado página.

— Claro —contesto encogiéndome de hombros.

— Ya —el sujeto incluso suspira—, algún día me dirás… —se detiene abruptamente—. Espera ¡¿Qué?!

Sonrío. Supongo que se ha acostumbrado a mis respuestas negativas.

Seduciendo a mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora