Capítulo XVIII

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(Estaba segura que encontraría la forma de calmar las alocadas pretensiones de Octavia, desde muy jóvenes siempre lo había hecho, evitando que le causara daño a los demás e incluso así misma. Realmente estaba segura que esa ocasión seria como las anteriores, solo sería cuestión de ceder unos instantes y hacer que le entregara el cuchillo, para después sacarla de su vida, ya no podía dejar que esa mujer continuara paseándose tan cerca de su hogar, de su felicidad y de todo lo que había construido, no, cuando su reina dormía plácidamente en el sofá de la sala y su hijo estaba a solo momentos de llegar del colegio. Así que, se dejó llevar, caminando torpemente hacia el bosque, como cordero al matadero, oyendo el mismo discurso de amor, de toda su vida, palabras vacías, pues, si realmente la amara, la hubiese dejado ser feliz, aun cuando eso significara no estar juntas)

Los Partos eran la clase de soldados que cualquier romano temería, altos de estatura, delgados, fuertes y organizados, no eran como los barbaros de Britania o Galia, que solo peleaban a su forma, sino que peleaban con estrategias que los ponían en ventaja, además, estaban acostumbrados a las altas temperaturas del árido terreno y sus armas eran tan buenas como las suyas. La única ventaja de hecho, que Marco Antonio pudiera tener con respecto a ellos, era la lealtad de los hombres y el número de sus legiones, dos cosas, que estaban por tambalearle los sentidos, pues sus hombres creían que se había vuelto algo más que ambiciosa, y sus legiones no eran suficientes, sin la ayuda de Roma.

A pesar de ello, allí estaba la rubia, a instantes de irse de bruces contra los Partos, Lépido estaba a su derecha tragando saliva sonoramente, algo que le incomodaba terriblemente, si tanto pánico tenia de ir a la guerra, ¿porque había dejado su villa para acompañarla?, la razón era simple, era ambicioso, al igual que todos los generales de Roma, y eso, por primera vez desde que se conocían, estaba por pesarle en los hombros. Lo que la llevaba a pensar, en sus propias razones para estar allí, ella realmente ya no quería seguir acumulando oro y honores, no veía sentido en eso, sin nadie con quien compartirlo, no había duda alguna, entonces, todo aquello, era por Octavia, la mujer que de alguna forma se había metido en su cabeza y la usaba como le venía en gana, pero, nada de eso tendría que significar la muerte de tantos hombres.

Tal vez, podía evitar algo de sangre, si una vez más, mostraba quien era realmente, pues en el fondo seguía siendo la mayor fuerza fuera de Roma, aun cuando había cambiado los estandartes y los uniformes que mostraba en batalla, algo arriesgado para el gusto de muchos, dejar atrás su mítica capa roja y sus armaduras doradas, por la monotonía del negro, pero así lo había decidido Octavia y ella no tuvo forma de negarse. Fue de esa forma, que dejo su cuestionamiento de lado y bajo de su caballo, elevando su espada, gritando por la atención de su enemigo, un soberano que nunca antes había visto, que era tan alto y corpulento como un gigante, podría perderse en su sombra inclusive, pero no temía por ello.

-Gran soberano, puede que me veas como nada más que un invasor. – se dirigió la rubia al corpulento Parto. – pero el honor me obliga a un ofrecer un trato. ¡Lucha conmigo, y ningún soldado tendrá que morir, lucha y el vencedor obtendrá todo!

El hombre, quien llevaba un manto oscurecido por encima de la cabeza, pareció dudar ante las palabras que había escuchado, no era común los enfrentamientos de ese tipo, no con los generales de Roma, aun así, la propuesta era tan alentadora que no había forma en la que se pudiera negar, la victoria se la había servido esa tonta rubia y no la iba a desaprovechar. Por lo que, aparto a sus compañeros, abriendo sus brazos en lo que parecía una aceptación altanera, retándola, amenazándola, sujetando, además, entre las manos un hacha de guerra, tan grande que era imposible que no le arrancara la cabeza si llegara a golpearla con ella.

-Han venido a una tierra que no es suya, a tomar lo que no les pertenece. – respondió el hombre. – pero regresaran con las manos vacías. Acepto su reto general, quien venza se lo llevara todo.

La Serpiente Del Nilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora