Capítulo XVI

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(La sangre de la salvadora había bastado como sacrificio para que el señor del averno complaciera sus deseos, por encima de los de la reina, lo supo cuando despertó aquella mañana en medio de las suaves pieles de una cama junto a la cabellera dorada de Emma Swan. Al principio no lo había creído posible, pero, cuando sus pies se adecuaron al piso de granito romano y sus ojos a la hermosa habitación con ventanas inmensas que daban una perfecta vista de la villa de un general condecorado, en la que se encontraba, su sonrisa se marcó en su rostro, ella, quien había dado todo por seguir a la adorada rubia que había conocido siendo nada más que una huérfana en huida, la que había suplicado por años ser mejor que Regina Mills, finalmente tenia lo que su corazón había deseado y sin saberlo, mucho más)

Octavia bebía tranquilamente una copa del vino más costoso que el imperio pudiera proveer, mientras veía arder frente a sus ojos la conmovedora carta que la reina de Egipto le había enviado a su esposa, tantas palabras de amor verdadero le hacían retorcerse el estómago, pero su sonrisa a pesar de ello, era marcada, y desviada ligeramente a un gesto demencial, una señal física de la calma y la superioridad que sentía correr por sus venas al haber vencido a su rival, a la mujer que alguna vez, Emma había afirmado como la más hermosa de todo el reino. Poso entonces su mirada a su propio cuerpo, admirada de la belleza que tenía ahora, llevaba una túnica blanca, como única forma de cubrirse, pues no necesitaba nada más, ya que sabía que sus senos jamás se caerían y su piel nunca se arrugaría, estaría por siempre pristima y perfecta, en esa villa, como reina y gobernante, recibiendo placer a diario de su esposa y de cualquiera a quien ella desease, comiendo y bebiendo, celebrando, teniendo todo y a todos justo a sus pies.

Podría de hecho conquistar todo el mundo conocido si quisiera, y reírse sobre los cuerpos de sus enemigos caídos en batalla, algo que estaba bien visto para la época, quizás por ello la había elegido, después de todo no hubo imperio mayor en la historia del mundo que en el que se encontraba ahora, y era gracias a el sacrificio de Emma, en principio no había querido darle muerte, ella la amaba, la amaba desde el primer momento en que la vio, solo quería disuadirla una vez mas de que abandonase a esa mujer, que solo era una estirada y arrogante reina, pero ella solo se había negado, con tanto desdén como siempre lo hacía, dando como excusa de que eran almas gemelas, dos personas que compartían un mismo corazón ¿acaso no podía ser lo suficiente para Emma Swan?, ¿acaso no podía ser mejor que Regina Mills?, bueno sin duda ahora lo era, y nadie podía arrebatárselo de las manos.

-Hermosa mañana querida esposa. – interrumpió la voz suave de Marco Antonio, entrando a la sala con su casco en la mano. – estas más deslumbrante cada día.

-Y tu mi querida general. – respondió ella estirando una mano para que la rubia se la besara. – estas tan adorable como si estuvieras a solo días de iniciar un nuevo imperio.

-Debe ser porque lo estoy. – continuo la rubia estirando el beso de la mano a los labios de Octavia. – mañana partiremos a Bríndisi para repartirnos las tierras y firmar la paz, no puedo esperar para ver la cara del emperador, cuando tenga que reconocerme como una conquistadora.

-Me llenas el corazón de júbilo dulce esposa. – murmuro soltando la armadura del pecho de la otra mujer. – quiero poseerte en este instante, pero primero, necesito que escribas algo por mí.

La rubia, como si fuese solo un común movimiento sin pensamiento alguno, asintió a la petición, escribiendo un mensaje a puño y letra, que ni siquiera leyó, sellándolo con su marca real, sin importarle a quien llegaría, estaba simplemente deseosa de que su cuerpo sintiera algo de alivio, fuera de ese abrumador frio que siempre parecía consumirla desde ese día en la playa. Octavia le había arrebatado todo lo que amaba, todos sus pensamientos y voluntad, se había vuelto prácticamente una figura ausente en su propia vida, pronunciando palabras que no eran suyas, labrando caminos que nunca iba a recorrer, y, aun así, no podía separarse de su presencia, como una droga que acababa con su vida y de la que, al mismo tiempo no podría prescindir.

La Serpiente Del Nilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora