Capítulo 14: El que ríe último, ríe mejor (Parte II)

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Ductos de ventilación – noche

Angelina siguió a la rastra por los ductos de ventilación, sin soltar la pistola de su mano. Llegó a una parte donde el largo camino subía. Angelina hizo fuerza con sus brazos, se sostuvo y flexionándolos pudo subir al ducto principal, el cual era más alto, con varias bifurcaciones y caminos. El aire que corría era aún más frío que el que recién sentía. Angelina apuntó nuevamente con la pistola y siguió su paso cautelosa, mirando atentamente de un lado para el otro. Mira por las decenas de pequeños ductos que había a los lados y en el suelo, pero no encontró nada sospechoso. El aire se ponía cada vez más helado, la intensidad de éste aumentaba bastante y la abogada se abrazaba a sí misma en señal de frío. El conducto se llenó de neblina y su pelo se comenzó a escachar.

–Me van a congelar –exclamó ella, poniendo su pistola en la boca.

Angelina corrió ágilmente por el conducto, buscando otro lo suficientemente ancho para alcanzar. Puso su pie dentro de uno mientras trotaba y cayó con fuerza al suelo.

–¡Mierda!

El aire se ponía cada vez más helado y pesado, el pelo de ella se llenaba de escarcha y su rostro cada vez perdía más color, tornándose pálido y sin brillo. Angelina a la rastra y tiritando se pudo poner de pie nuevamente y se lanzó sobre un pequeño conducto que caía en forma vertical, donde apenas alcanzaba.

Laboratorio de Test Cosméticos – noche

Angelina cayó desde el techo al suelo a una sala blanca y cuadrada, no muy grande, parecida a un consultorio médico. Con agilidad se puso de pie, y venciendo el frío apuntó directamente al rostro a un científico vestido de blanco que pasaba unos pinceles sobre el rostro de una muchacha que daba la espalda a Torres.

La abogada sin pensarlo disparó certeramente en el cuello del hombre y este, quejándose, cayó desangrado al suelo sin alcanzar a decir palabra alguna. Angelina se acercó a la muchacha y la desató de la silla donde estaba sentada, le quitó el pelo que cubría el rostro y descubrió que lo tiene hinchado y rojo, con varios moretones e irritaciones. Ella miró hacia el suelo, pero Angelina insistía en tomarle la cara y ver todo. Luego miró la bandeja que había a un lado, la cual tenía varios lápices y pinceles.

–¿Cómo te llamas? –preguntó Torres.

–Helen –respondió ella, titubeante–. ¿Y tú quién eres?

–Tu salvación –responde Angelina, desatando a la muchacha–. ¿Qué te hacían acá?

– Prueban todos esos productos para ver si irritan o no –respondió ella, acongojada.
–¿En tu rostro?

– Sí.

–¿Me sigues? –preguntó Angelina–. Descubrirán el cuerpo pronto. ¿Sabes si hay alguna salida?

–Yo desperté en una celda y he estado allí por tres años, no sé nada –respondió Helen–. Aunque un par de personas con las que hablé han dicho que en lo alto hay una salida... pero da hacia el bosque.

–Ya sé lo del bosque, de hecho allí partió todo ¿Y qué más te han hecho?

–Pruebas cosméticas, aunque a mi amiga –baja el rostro apenada–. Mireya, la llevaron y le dieron a tomar varias pastillas. Murió.

–¿Has oído hablar de una María José Basoalto?

Helen negó con la cabeza. Angelina abrió la única puerta que había y se encontró con un pasillo nuevamente. Mientras tanto la muchacha tomó un frasco de vidrio lleno de líquido.

–Tiene ácido –aclaró la joven.

–Esta mierda de construcción está llena de pasillos y laberintos. ¿Sabes si tiene más pisos? – preguntó Angelina.

(Terror, Suspenso) Llave al InfiernoOnde as histórias ganham vida. Descobre agora