Dormir para soñar contigo

Capítulo 2

Al fin ha terminado mi día de trabajo por hoy. Voy camino al almacén y como cada noche medito el hecho de que en este lugar nada cambia. La ventilación y la luz no funcionan, así como el olor a muerto no desaparece, a pesar de que el servicio de limpieza pase a "hacer su trabajo" todas las semanas. Desafortunadamente no me ha dado el tiempo para maquillarme así que voy a ver a Orlando con una sensación de dejadez impresionante.

Cruzando la puerta de salidas me encuentro, como de costumbre, con todos los taxis que están esperando coger a algún pasajero. A pesar de la muchedumbre, consigo divisar a Orlando apoyado en su coche. En ese instante, se acerca un taxista a preguntarme si quiero solicitar sus servicios. Hago un gesto de negación y me dirijo hacia Orlando. Esto es lo malo de trabajar en la terminal más concurrida del aeropuerto más grande de todo Estocolmo, que los taxistas siempre te confunden con un cliente, eso sin mencionar el ruido y el barullo de gente que constantemente está en movimiento. Salir del trabajo para mí supone conseguir el silencio.

Orlando alza la mirada en mi dirección, me ha visto. Respondo levantando mi mano como sí fuera lerda para saludarle. Él sale del coche mientras yo voy a su encuentro. Una vez delante de él, me abre la puerta y me indica con su mano que entre. La lección de "no entrar al coche de un desconocido" no la aprendí muy bien, entro sin pensármelo dos veces. Él da la vuelta, con paso ligero y entra en el vehículo. Sin decir palabra empieza a conducir.

Dentro del coche, reina el silencio. Como si las palabras entre nosotros no fueran necesarias. Orlando alterna la vista entre mi persona y la carretera. Este chico me pone super nerviosa, hace que me suden muchísimo las manos y me produce un cosquilleo en la tripa. ¿Será verdad que la química entre dos personas existe o no?

——Dime, pues, ¿dónde vives? ——expresa mirándome con vacilación.

——Llévame aquí ——le muestro con tono nervioso, estoy dandole la dirección de la casa de mis padres a alguien que apenas conozco.

Orlando me arrebata el teléfono de las manos y manda la dirección a su GPS. Segundos más tarde eleva la mirada y me devuelve el móvil.

——Antes de llevarte necesito pasar por la gasolinera a llenar el tanque. ¿Te importa? ——pregunta de forma divertida.

——No, en absoluto, tengo que comprar tabaco ——respondo mostrando una leve sonrisa.

——¿Fumas? ——cuestiona fingiendo que no lo sabe.

——Solo cuando estoy estresada ——susurro sintiéndome un poco tonta ya que mi excusa es catastrófica.

——Una de las peores combinaciones para tu corazón enfermo ——replica moviendo la cabeza de un lado a otro.

——¿Cómo sabes eso? ——pregunto asombrada, en ningún momento recuerdo haberle mencionado nada relacionado con mis problemas de corazón.

——¿El qué? ——exclama sonriendo pícaramente.

——Orlando, no me hace gracia ——replico molesta. ——¿Quién te ha dicho que tengo problemas de corazón? ——insisto intentando mantener la calma, cabe la posibilidad de que por culpa del alcohol le haya dado mas información de la que debería cuando nos conocimos.

——Hemos llegado ——informa echando el freno de mano. ——¿Entras a comprar mientras yo le pongo gasolina al auto? ——pregunta mirándome intensamente.

No le respondo, no me gusta que aproveche la situación para no contestarme a la pregunta que le he hecho. Bajo la mirada y oigo cómo sale del coche para poner gasolina.

Abro la puerta y me encamino hacia la tienda para comprar. Mientras espero la fila para pedir tabaco miro por la ventana. Decido examinar Orlando, es sin duda el hombre más bajito con el que haya quedado alguna vez. Intuyo por un dibujo que se deja ver por su brazo, que tiene tatuajes. Su pelo negro, la tez morena y su ojos marrones oscuros me arrebatan el aliento cada vez que se cruzan con los míos. El estilo de pelo que lleva combina muy bien con sus facciones. A juzgar cómo viste tengo la sensación de que es un hombre que siempre busca la excelencia. Un perfeccionista que busca tener controlado hasta el último detalle. La pregunta es si será igual en la vida amorosa. ¿Será de estos que llegan a casa con ramos de flores y regalos continuamente?