DÍA 25: Profe Natalia

Start from the beginning
                                    

– Naaat... – la llamo a modo de súplica para que se esté quieta porque yo no tengo fuerza de voluntad para apartarme.

– Vale, vale. Mejor paro porque no es plan de quedarnos a medias. De verdad que no puedo ahora.

Deja de besarme el cuello pero no se aparta, sino que apoya su frente en la mía y cierra los ojos soltando un gran suspiro. Unos segundos después da un paso hacia atrás y vuelve a sacarse la camiseta.

– ¡Pero deja de quitarte la camiseta!

– Es que esta no es la que me iba a poner, es la que me estaba quitando cuando has entrado.

Se ríe al escuchar mi protesta pero es que si quiere parar, que no se desnude delante de mí, porque una no es de piedra y está feo ponerme delante el caramelo y luego quitármelo. Se acerca al armario para coger una camisa y ponérsela, y vuelve a acercarse a mí, sin abrochársela.

Su sonrisa me avisa que ahora lo está haciendo para fastidiarme, así que decido devolvérsela no resistiéndome a la tentación. Tú lo has querido. Cuando llega hasta mí apoya las manos a los lados de mi cabeza y se inclina, a lo que yo respondo agarrando su cadera para pegarla a mí.

Empiezo a hacer circulitos con mis manos por su abdomen, amagando con llegar hasta sus pechos un par de veces antes de hacerlo. Cuando mis pulgares empiezan a juguetear con sus pezones la sonrisa de suficiencia que tenía por estar provocándome desaparece para dejar paso a una respiración entrecortada, e incluso su tono de voz es más grave cuando vuelve a hablar.

– Me apetecía mucho mi plan, pero ahora que me has ofrecido esta alternativa me fastidia haberme comprometido con lo otro.

– Yo no he ofrecido nada, que conste. Venía con intenciones inocentes para hacer algo y eres tú la que me estaba esperando en tetas – respondo apretándoselas.

– ¡Que va! Yo solo me estaba cambiando de ropa, pero tú tienes el don de la oportunidad. Has entrado en el momento justo.

– Mmm... pues que suerte tengo, ¿no? – ronroneo hundiéndome en su cuello y acariciando su piel con mis labios.

– ¿Consideras encontrarme en tetas tener suerte?

– Yo diría que sí – suelto una risita y le doy un mordisco suave por lo absurda que es esa pregunta.

No responde durante un minuto en el que me dedico a torturar la piel de su cuello con besos húmedos y lentos mientras sigo encerrada entre su cuerpo y la pared, con sus brazos a mis lados para que no me escape.

– Alba – me llama en medio de un pequeño gemido que se le escapa.

– ¿Sí? – sonrío porque sé lo que quiere.

– Para.

– ¿Quieres que pare?

Se lo susurro al oído para justo después morder su lóbulo y cambiar para atacar su cuello por el otro lado. Mantengo una mano en su nuca, jugando con el pelito que cada vez está más largo en esa zona, y con la otra recupero las caricias en sus tetas.

– Me estás encendiendo.

– ¿Y eso es un problema?

– Normalmente no, pero tengo que pasarme la próxima hora y media hablando con niños de cinco años y no creo que cachonda hasta la médula sea el mejor estado para hacerlo.

– ¿Hasta la médula? Eso es mucho.

– Por favor Alba, para – suena a súplica, pero ella, que bien podría apartarse con toda la facilidad del mundo, no hace ni el intento. – Sería horrible que la directora le tenga que decir a los niños que no pueden ver a la profe Natalia porque está muy ocupada empotrando a una rubia preciosa contra la pared. Les voy a romper el corazoncito.

CuarentenaWhere stories live. Discover now