La seguridad de Legolas flaqueó al escuchar la palabra "amigo" salir de los labios de ella. No sabía si estar agradecido o sentirse apenado.

Boe ammen mened (Debemos irnos) —dijo con los brazos aún cruzados y la vista fija en el niño oculto tras ella. Sus cejas estaban fruncidas y su labio formaba una perfecta línea recta. Silwen observó detrás del elfo, encontrándose con que Gimli, Aragorn, Éomer y Gandalf, ya preparaban los caballos para partir. Suspiró algo apenada por dejar a los niños que acababa de conocer, quizás en un futuro podría encontrarse con ellos nuevamente. Pero aquello era una posibilidad demasiado remota. 

— De acuerdo, dadme un momento. —pidió con la mirada gacha.

— No te retrases demasiado, wendê telpë. —puso una mano sobre el hombro de ella y dejó que sus labios se curvaran ligeramente, regalándole una pequeña sonrisa que Silwen guardó en su memoria como un valioso tesoro.

— No lo haré cunn nîn.

Legolas se alejó hasta su fiel montura y comenzó a asegurar sus pertenencias bajo la atenta mirada de Aragorn, quien sonreía con complicidad.

— ¿Qué hace? —cuestionó con curiosidad el enano, mirando en la lejanía como Silwen hablaba con dos niños del pueblo.

— Está siendo ella misma, por fin. —Gandalf encendió su pipa aprovechando los pocos minutos que quedaba antes de emprender de nuevo la marcha. Legolas se giró para admirar de nuevo aquella tierna imagen, que osó interrumpir anteriormente, encontrándose con que Silwen desenfundaba su daga y la hoja de esta brillaba con una luz irreal. Oyó la estruendosa risa del niño que intentaba alcanzar el arma, pero la elfa era mucho más rápida por lo que se lo impedía volviéndola a enfundar. Silwen sonreía con orgullo por poder provocar las sinceras carcajadas de unos niños.

— Por el martillo de Aulë... —murmuró Gimli entre dientes— sigo sin entender como pudo soportar tantos años en Mordor. Una oscuridad como la de Sauron, haría flaquear hasta al más firme guerrero.

— Es fuerte. —dijeron al unísono Éomer y Legolas, mirándose ambos de reojo algo sorprendidos.

Muchas leguas fueron necesarias para alcanza al fin el Folde Este. Al día siguiente los viajeros se separarían, para emprender unos un incierto viaje a las montañas y otros, serían los encargados de reunir las tropas antes de la batalla. Cayó la noche, y ante la lejanía del pueblo más cercano, tuvieron que asentarse al amparo de una alta colina.

La fogata iluminaba los rostros de todos los presentes. Silwen y Legolas eran los únicos que mantenían un rostro sereno tras el exhausto viaje. Gandalf fumaba de su pipa, entremezclando su humo con el del fuego frente a ellos.

— ¿Qué es lo que estáis comiendo, cunn nîn? —la vanyar se situaba en la parte opuesta de la hoguera, observando como Legolas retiraba un pequeño trozo de algo semejante a un pan de su bolsa.

— ¡Oh, no! —se quejó Gimli, quien tenía entre sus manos un sabroso asado.

— ¿Qué, qué pasa? —dijo preocupada por su reacción. Pero la respuesta del enano se vio interrumpida por la dulce voz del elfo.

— Te diré lo que es, si dejas de tratarme de usted. —una mueca de picardía se dibujó en su rostro. Aragorn sonrió de manera disimulada. Ante el silencio de Silwen, que se encontraba algo reticente a aceptar su petición, pues tan solo había llegado a tutear con confianza a Éomer, Legolas insistió sin quitar la sonrisa— Somos aliados, encargados de desarmar las defensas enemigas. —jugueteó con el trozo de pan, pegándole un pequeño un mordisco— Si no nos referimos ahora como iguales ¿cuándo lo haremos, wendê telpë? —dijo con la mirada fija en ella. Sus últimas palabras estaban plagadas de un tono más cercano e íntimo, como si entre aquel fuego que los separaba, no existiera nadie más.

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱWhere stories live. Discover now