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────── CUARTO AÑO
"¡Esto es fascinante!" Miriam exclamó por lo bajo.
El profesor Kettleburn estaba haciendo que los estudiantes dibujaran fotos de cangrejos de fuego en sus diarios de cuero.
Los cangrejos de fuego eran criaturas de cangrejo grandes, parecidas a tortugas que eran nativas de la isla de Fiji. Tenían seis patas y una concha muy adornada con joyas, con diferentes colores. Se defendieron disparando llamas desde sus extremos traseros. Los cangrejos de fuego eran una especie protegida, y se creó una reserva para proteger a las especies de los muggles, que valoraban la concha adornada con joyas, y los magos que usaban las conchas como calderos.
"Mira, la Sangresucía vuelve a hablar para sí misma", se rió Merula.
Merula Snyde era una altiva Slytherin que tenía dos estúpidos y torpes secuaces a su lado. Barnaby Lee e Ismelda Murk eran idiotas. Barnaby era tolerable, pero Mérula e Ismelda eran insufribles.
Miriam apretó el lápiz con fuerza antes de darse la vuelta. No le importaba que el profesor Kettleburn estuviera en medio de una lección.
"¿Sabes qué, Snyde?" Miriam preguntó.
Merula tenía los brazos cruzados sobre el pecho. "¿Qué?"
"Cierra la boca perra".
Miriam se abalanzó sobre Merula, con las manos enfrente y las uñas afiladas. Había estado esperando ese momento para siempre. Su cuerpo se estrelló contra Merula, estrellándola contra el suelo sucio. Ella atacó la cara de Merula con enojo. Miriam estaba sentada encima de ella. Ella cambió sus uñas por puños. Ella comenzó a golpearla. Solo recibió dos golpes cuando las manos la agarraron de los puños y la arrancaron.
Miriam respiraba con dificultad y observaba a Merula escupir sangre. "Piensa en tus palabras antes de que salgan de tu boca sucia. Si quieres usar Sangre sucía como insulto, haré que valga la pena".
"Miriam, necesitas calmarte".
Se dio la vuelta y miró a Charlie Weasley. Se quitó el cabello de la cara para mirarlo.
"Estoy tranquila. Me siento mejor que nunca".
"Bennett, ¿tengo que enviarte a Dumbledore?" Preguntó el profesor Kettleburn, con las manos en las caderas.
"Adelante. No es que mis padres muggles vayan a montar una escoba hasta aquí", replicó Miriam.
El profesor Kettleburn suspiró. "¡Veinte puntos menos para Gryffindor!"
