CAPÍTULO 20

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Jungkook tomó un sorbo grande de vino blanco antes de encarar a su madre. En el comedor, la mayoría de los cortesanos ya se habían retirado y en la punta de la mesa quedaban tanto él como Soora frente a Taehyung. Decidió aprovechar el momento, por lo que se secó la boca con una servilleta y se dirigió a la reina:

–¿Así que no quiso concederme una reunión con usted por estar mirando habitaciones?

La interpelada se sintió tocada y le dedicó una frívola sonrisa. Su hijo no comprendería lo que implicaba. Los invitados debían sentirse cómodos mientras estuvieran en Kivara así que era su deber velar para que tuvieran las mejores condiciones durante su estadía.

–Así es, Jungkook –contestó, altiva. –Desde luego no es algo con lo que estés familiarizado, así que te diré un secreto: lo que las habitaciones de un palacio muestran, hablan de un reino.

–Confío en lo que me dice, pero no en sus prioridades. Tengo algo que quiero hablar con usted y no recibiré otra negativa de su parte.

–Estoy segura de que lo que sea, puedes manejarlo solo, querido –la mujer revoleó una mano para quitarle importancia al ruego del azabache.

–Madre, por favor –se metió Taehyung. –Jungkook le pide unos minutos de su tiempo. Nada más, ¿verdad, Kook?

–Así es.

Soora puso los ojos en blanco, dándose por vencida frente a la intervención del peliceleste. Se levantó de su silla y le indicó que lo esperaba en su despacho.

–Gracias, Tae –Jungkook asintió en dirección a su mayor.

–No hay problema, hermano. Espero que se solucione lo que sea que esté ocurriendo.

El menor no respondió nada. Sólo se retiró del comedor y fue hacia el punto de reunión con su madre. Su cabeza no dejaba de darle vueltas a lo que necesitaba soltar delante de ella. La mayoría de sus pensamientos se centraban en cierto doncel rubio, al cual necesitaba con fervor. Desde que lo había tenido en sus brazos, sintió que era ahí a donde quería ir a parar cada día. Ser rodeado por la calidez de su cuerpo, corresponder a sus labios rosados y oírlo suspirar por sus caricias no podía ser algo incorrecto. Era el niño que se robó su corazón y ahora estaba jugando con él.

Una vez llegó a su propio despacho, encontró a la reina sentada a la cabecera de su escritorio, en una clara falta de respeto por su autoridad al tomar su lugar.

Jungkook tragó saliva con dureza. Su madre estaba deseosa de limar asperezas con él, así que no le daría el placer de disgustarse con su atrevimiento al ocupar el lugar que le correspondía. Se sentó en una silla del otro lado del escritorio y se pasó la mano por el cabello oscuro.

–Bien, ya que tanto quieres hablar, primero vamos a hablar de lo frío que estás siendo con Ji-Eun –le espetó ella con dureza, mirándose las uñas como si no tuviera nada mejor que hacer. –Vino a pedirme consejo luego de la muerte de tu padre para saber qué podía hacer para minimizar tu dolor.

–De ella tengo que hablarle.

–No hay nada que hablar –se agitó Soora. La contrariada personalidad del azabache comenzaba a molestarla. ¿Por qué no podía simplemente cumplir a rajatabla sus deberes reales? ¿Era mucho pedir?

–Claro que sí. No me siento cómodo con ella. Sé que suena cruel y que estoy faltando a mi promesa, pero no quiero casarme. No siento nada cada vez que la veo, y no es justo ni para ella ni para mí que nos estemos forzando a una unión sin amor.

La reina se mordió el labio inferior con fuerza y lo fulminó con una mirada tan helada que su hijo podría haber sentido las esquirlas del hielo contra la piel.

Kivara (Kookmin / Vmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora