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Dejó que la lenta corriente de la mañana lo condujera. El suave murmurar de las olas arrullaba esa rutina de relajación. De vez en cuando movía la cola para cambiar de dirección cuando sentía que estaba demasiado lejos de la arrecife.

Una mañana tranquila, como le gustaba.

Por eso mismo no esperaba que un montón de peces loro vinieran directo a él como gaviotas hambrientas. Al sentir que unos quince peces nadaban a su dirección, dejó que la gravedad hiciera su trabajo, irguiéndolo.

— ¡Jeongguk! ¡JEONGGUK! — gritaban como si un tiburón tigre de pronto hubiera aparecido.

Muy dedicado en lo que hacía para vivir, nadó hacia los peces loro y entonces uno de los más grandes le explicó la catástrofe:

— ¡Tu madre te está buscando! Hay un mandarín perdido.

Eso no sonó nada bien. Los mandarines eran peces demasiado tímidos para siquiera salir más allá de sus corales. Sabiendo que era una urgencia, nadó tan rápido como pudo a la cueva de su familia —que tenía un historial repleto de tiburones guardianes—.

Su madre lo esperaba con una cara de pocos amigos. Detrás de ella apareció su padre y hermanos. No se veían nada contentos.

— ¿Estabas dejando que la corriente te lleve de nuevo, Jeongguk? — preguntó uno de sus hermanos, con más burla que reclamo.

— N-no... — su respuesta no sonó tan convincente.

— Eso no importa — interrumpió su madre —. La familia Park de los mandarines está buscando a su hijo mayor, al parecer se escapó. Y piensan que irá directo al mar abierto. Tráelo antes del atardecer si quieres comer esta semana.

El padre le entregó a Jeongguk un morral de algas. Dentro había una pequeña red, suficiente para atrapar a un niño de tiburón punta blanca, tres perlas rosas y una soga.

Cuando Jeongguk alzó la mirada, estaba solo de nuevo. Él era el tiburón más veloz del cardumen, definitivamente atrapar a un híbrido tan pequeño como lo eran los mandarines no debería ser tan difícil, pudieron enviar a una anguila.

Pero no desobedecería por nada del mundo. Con el morralito al hombro comenzó a nadar hacia los límites del arrecife. Los peces seguían siendo muchos, pero entre más se alejaba, menos colores había.

Cualquier híbrido pensaría que encontrar a un pez tan llamativo como lo era el hijo mayor de los Park era sencillo, entre esos híbridos estaba Jeongguk. Pero llevaba unos treinta minutos buscando hasta debajo de las rocas y nada.

Trató de seguir las señales magnéticas del mandarín pero tratando de hacerlo un gran cardumen de jureles se cruzó en su camino y entorpeció su cometido. Podría ser el más rápido pero seguía siendo un novato que no podía encontrar a un pez.

Cuando un nudo comenzaba a formarse en su garganta, un movimiento detrás de él lo alertó. Demasiado tarde, quiso dar media vuelta para encarar a su enemigo, pero su enemigo ya estaba sobre él, enterrándole las uñas en el pecho.

— ¡AHHH! — para ser un tiburón Jeongguk en realidad era muy sensible, emocionalmente — ¡Suéltame!

— ¡Deja de seguirme, escualo! — dijo su enemigo sin rostro — Regresa al arrecife.

— ¡No! Si no regresas conmigo no voy a poder comer — argumentó Jeongguk, sacudiéndose para quitarse de encima al que ahora reconoció como aquel mandarín rebelde — ¡Tú vienes conmigo!

— Sigue soñando, idiota.

El morralito se desprendió del hombro de Jeongguk en una de sus piruetas. Por más fuerza que opuso, de alguna forma terminó amarrado con su propia soga. Apenas y podía mover las manos y la verdad es que lastimaba sus aletas. Le dieron ganas de llorar pero iba a resistir.

— No puedo soltarte y tampoco puedo llevarte de vuelta al arrecife, así que vienes conmigo hasta que encuentre una corriente que me lleve lejos, para que no seas capaz de alcanzarme.

Jeongguk nunca había prestado mucha atención a los mandarines, pero no podía negar que aquel híbrido enojado frente a él era precioso. Las líneas azules, amarillas y verdes sobre sus escamas rosas brillaban de tal forma que parecían fosforescentes. Y las aletas se movían en el agua como velos. El rostro era muy bonito, con ojos del mismo color del agua en la superficie, pero tenía tan mala expresión... Parecía muy molesto, tanto que era difícil saber si su piel era rosada o sólo se ponía así cuando se enojaba.

— ¿Qué me ves? — gruñó el mandarín.

— Nada, nada — apresuró Jeongguk —. Sólo me preguntaba cómo piensas que voy a nadar si esta soga apenas y me deja mover.

— Soy lo suficientemente fuerte para arrastrarte a ti también — con el morral adjudicado, tomó un extremo de la soga para poder nadar y hacer que Jeongguk flote a su lado.

Pero sus cálculos no salieron tan bien y al avanzar Jeongguk fue hundiéndose hasta que el peso del tiburón comenzó a ser demasiado. Aún así Jimin insistió en seguir nadando hasta que salieron de la arrecife. Cuando sintieron el cambio de temperatura los dos miraron atrás, con muy diferentes sentimientos.

Jimin estaba lleno de alegría, por fin había salido de la arrecife. Ahora comenzaría su gran aventura por el océano, donde sería libre para siempre.

Jeongguk, por otro lado, estaba más preocupado por su almuerzo de mañana y cuánto iban a regañarlo cuando por fin pudiera regresar a casa.

Lo que ninguno pudo haberse imaginado es que esa aventura los haría inseparables. Jimin, el valiente mandarín, y Jeongguk, el tímido tiburón.

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HOLAAAAAAA

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HOLAAAAAAA.

Sé que tengo Cogitare aún, pero esta idea se me ocurrió mientras le presentaba mis nuevos peces al mundo y hace tiempo tenía ganas de escribir algo con JM y JK tritones(?). Si dejaba pasar la emoción del momento, no lo iba a hacer nunca.

Así que acá está, un mini fic sin pies ni cabeza porque me lo acabo de inventar.

Gracias por leer, no importa cuando lean esto.❤️

Lxs veo en el siguiente capítulo uwu 💕

𝕂𝔸𝕀

PD: cuiden los océanos 😔 reciclen, reutilicen y no usen plástico innecesario, porque contamina la casita de Jeongguk. 🦈

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