En dos zancadas, Patricia acorto el espacio que había entre ambas y ante la sorpresa de Nes, estampó su mano contra una de las mejillas de ella.

— ¡No me hables así! ¡No tienes ningún derecho! —todas sus sonrisas había desaparecido— ¡No te atrevas a volver a criticar mis acciones cuando tú te comportas como una puta! ¡Valla a saber a cuentos te has entregado!

— Patricia, déjala en paz —Ramiro había salido del dormitorio atraído por los gritos—. Vanesa ve a tu habitación. No quiero volver a escuchar que en esta casa se hable de abortos ni nada parecido. ¿Me entendieron?

Pat soltó una maldición y paso como un bólido por al lado de su marido hacia la habitación.

— Gracias, papá —susurró Vanesa entre lágrimas.

— No voy a matar a ese bebé, Vanesa. No soy una bestia —suspiró agotado de todo lo que estaba sucediendo—, pero no significa que no me sienta decepcionado de ti.

***

En su habitación, fue capaz de soltar el llanto por completo hasta quedar seca. Tirada en su cama acariciaba su inexistente barriga con cariño, como intentando darle a entender al bebé que ella no lo abandonaría. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral cuando la palabra aborto volvió a resonar en su cabeza. Sabía perfectamente lo temperamental que era su madre, pero no había sido capaz de reconocerla en esa mujer de sonrisa falsa y palabras hirientes. Esa no podía ser su madre.

Ya harta de llorar, Nes se levanto de la cama y cogió su celular. Necesitaba salir de allí. Envió el mensaje, debía esperar. Se quitó el pijama que llevaba puesto. Se puso unos jeans con una remera manga tres cuartos de modal turquesa. Se calzo sus Topper. Arreglo su cabello rojo en una gruesa trenza, se coloco perfume y fue a cepillarse los dientes.

Cuando entró en la cocina se encontró con su madre. La tentación de irse fue grande, pero finalmente gano la negativa a dejar a su cuerpo y a su bebé sin comida por más horas. Caminó a la alacena y cogió un paquete de Oreos sonriendo, pues eran sus preferidas.

Llamaron a la puerta. Nes no permitió que su madre siquiera se moviera de su lugar, al salir corriendo a atender. Pamela estaba al otro lado del umbral.

— ¡Hola! ¿Qué haces por aquí? —dijo Nes con una sonrisa.

— Pero vos... —Pamela quedo desconcertada al ver a su amiga negando con la cabeza— Pa... pasaba para ver si te gustaría dar una vuelta ¿conmigo?

— Si, estaría genial —agarró su campera y su cartera del perchero, guardando las Oreo en la misma— Voy a caminar con Pame, vuelvo en un rato.

Y sin esperar respuesta alguna, salió de la casa. Caminaron hablando de trivialidades hasta que llegaron a una plaza donde se sentaron en una porción de césped a la sombra de un sauce. Nes saco sus galletitas y se puso a la tarea de abrir el paquete.

— Bueno, ¿me vas a explicar que está pasando? —Pamela la observaba con genuina preocupación.

— ¿Quieres? —le ofreció una galletita para evadirse.

— No, gracias... —apartó el paquete del medio irritada por no obtener respuesta— Pretendes que luego de ese mensaje de socorro no pregunte nada. Jamás has tenido problemas con tus viejos... ¿Qué pasa, Nes?

— ¿Recuerdas que el otro día me preguntaste que me pasaba y no te lo dije porque Katy estaba por ahí?

—Sí, hará cosa de una semana de eso. ¿A dónde vas?

— A que te prometí contártelo cuando estuviera lista —apuntó Nes y respiro hondo—. Pues ese día estaba nerviosa porque tenía un retraso.

— ¿Y ahora me vas a decir que estas embarazada? —rio Pame y el rostro de su amiga se descompuso— ¡Oh, Nes! ¡Dios santo! ¡Soy una bocona!

— No importa. Está bien —aseguró ella sonriendo un poco—. Se siente bien no esconderlo más.

— ¿Debería decir “lo siento”? —preguntó para no meter la pata otra vez.

— No...No tiene sentido llorar sobre leche derramada —recuperó su paquete de galletitas y mordisqueó una—. Además creo que le voy tomando cariño.

— Ok, me parece bien. Al mal tiempo buena cara... —sonrió un poco— Por lo que veo tus padres lo saben y no están nada contentos —Nes asintió—. Pero hablando de otra cosa, ¿quién es el padre?

Nes se puso rígida. ¿Qué podía decirle? ¿Qué era Kevin? ¿Y si él se había arrepentido?

— ¿Sabes qué? Déjalo así... —Pamela le sonrió infundiéndole buen ánimo— ¿Seguirás el colegio?

— Supongo que sí, mientras pueda. Según mis cálculos, nacerá en marzo más o menos... —realmente lo había estado meditando mucho.

— ¡Qué bien! Así podrás terminar el secu —tomo una galletita y  se la partió para lamer el relleno—. Prometo ser la mejor tía postiza de todos los tiempos.

Tras esas palabras las dos rompieron a reír. Charlar con su amiga le había venido de maravilla. Era alegre saber que contaba con otro aliado.

Caperucita RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora