Capítulo 8

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Insinuaciones y confesiones

Durante algunos minutos no hubo más que el sonido de las respiraciones de los tres. Tony se levanto, saludo a su madre con un beso en la mejilla y luego se acercó a su hermana.

— Lo lamento —le susurró al oído—. No debí dejar que se te acercara tanto.

Nes soltó un quejido lastimero aún entre sus manos. Le dolía que el echaran la culpa a Kevin, que su hermano le hablara con esa lástima que rozaba la rabia y la vergüenza. Se marchó, dejando a Vanesa sola con su madre. Ella no se atrevía a moverse a pesar de que no deseaba estar ahí.

— ¿Qué harás ahora, Vanesa? —cuando levanto la vista descubrió que los ojos de Patricia la acribillaban— ¿Qué se supone que harás con esa cosa?

— ¿Qué se supone? —ella arrugó el entrecejo sin llegar a comprenderlo.

— ¿De cuánto estas? —Pat intentó llegar a su punto por otro lado.

— Su... supongo que como de dos mese y algo —tartamudeó.

— ¿Dos meses y algo, Vanesa? ¿En serio? ¿Tan distraída u ocupada estuviste con Kevin que no habías notado que ya no te venía? —sus palabras eran lo suficientemente filosas para lastimarla hondo— ¿O es que lo sabes hace mucho? Algún día nos íbamos a enterar. ¿No te enseñaron en el colegio que a las embarazadas les crece el vientre? Además, por si no lo sabías, he tenido tres hijos. Creo ser capaz de distinguir los síntomas...

— Bueno, ya esta... Ya lo entendí...Sé que he hecho algo que está mal y estoy más que arrepentida —le cortó con valentía—, pero ¿qué puedo hacer ahora? No tiene arreglo.

— Todo tiene arreglo, mi niña —contestó su madre sonriendo—. Solo hay que saber encontrarlo. Viendo que estas dispuesta a arreglarlo, mañana mismo te llevo a un medico. Ya veras, en menos de lo que piensas volverás a ser la misma de siempre. Me dijo Marta que a una de sus sobrinas le ha servido. ¿Te acuerdas de Sarita? Pues ella estuvo en una situación bastante similar hará cosa de tres o cuatro meses, pero mírala ahora. ¿Quién diría que casi le arruina la vida a su familia? Muy pocos saben la verdad.

— ¿Qué Sara tuvo un bebé? —Nes negó incrédula. Jamás había visto a la muchacha, que le llevaba un año, embarazada. Es más, durante el último mes la había encontrado más delgada y descuidada.

— No, tonta —su madre soltó una carcajada como si todo el asunto no fuera más que un mero chiste—. No te digo que lo solucionaron a tiempo. La madre de Sara está lo suficientemente arruinada como par que además tuviese que hacerse cargo de un mocoso. Claro que nuestra situación es diferente, pero ¿sabes lo mal que le haría todo esto a la reputación de tu padre? Siempre hemos tenido una buena familia.

— ¿Y entonces, que sugieres? ¿Qué lo mate? —escupió con sarcasmo ante las estupideces que murmuraba.

— No lo veas así... Entiende que no es gran cosa, aún ni es un ser vivo —le explicó ella como si hablasen de quítale la yema del huevo a una preparación de torta—. No entiendo como llegas a comparar un aborto con un asesinato, hija.

Los ojos de Vanesa se abrieron de par en par sin poder creérselo. Se puso de pie y dio varios pasos hacia atrás, tomando distancia de su madre, a la vez que se cubría el estomago plano con ambas manos en un instinto de protección casi maternal.

— ¡¿Qué mierda dices?! —el horror que sentía se tradujo en gritos histéricos— Tal vez su concepción haya sido un tremendo error, pero mi bebé —pronunció la palabra con cierto cariño—, no va ser tratado como tal. ¡Es mi hijo! Y aunque te pese, también es tu nieto. ¿Cómo podrías quitarle la vida? Poco me importa que en este momento mida menos que un centímetro. Es un ser vivo...y es mío. Eres un monstruo, porque solo una cosa así podría siquiera plantearse el matar a  un inocente.

Caperucita RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora