Capítulo 30

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La última caricia

Tomó el sobre entre sus manos, que temblaban. Disfrutó de su textura, de la lentitud de abrirlo. Aunque estaba desesperada por saber cuál era su contenido, no quería apresurar ese momento en donde parecía que iba a volver a encontrarse con él. Kevin le había escrito esa carta, con la intención de dársela ese día, como una manera arcaica pero innovadora para decirle algo. ¿Cómo iba imaginar él que sería lo único que le quedaría como recuerdo de su amor?

Caperucita:

Pequeña, mi niña bonita, si estás leyendo esto significa que ya llegó el gran día. Ya no eres la única mujer en mi vida, lo lamento, pero de ahora en mas tendrás que compartirme con nuestra nena. El osito de peluche es tu premio de consolación.

De seguro que estaré en el pasillo como loco por verlas, porque no voy a ser lo suficientemente valiente para entrar en la sala de parto. Lo siento, espero que no estés enojada por eso. Te amo.

¿Te preguntaras por qué escribo esta carta como dos meses antes del día? Pues es que acabo de conocer a mi hija, y si porque me da igual lo que diga el ADN, ella es solo mía. Y tuya. Nuestra. (Que bien suena eso. Nuestra hija). Bah, te decía, acabo de conocer a nuestra hija y descubrí que te amo más de lo que creía, que estoy dispuesto a mandar todo al diablo por vos, por ustedes dos.

Quiero estar con ustedes toda mi vida, darles todo de mí, lo mejor y lo no tan mejor. Quiero verte sonreír cada día que te despiertes a mi lado, y que esa sonrisa sea por mí. Quiero que seas feliz. Quiero que las dos sean felices y que podamos darle a nuestra niña la vida que se merece.

Espero que estos meses que pasamos juntos hayan logrado convencerte de mi amor por vos, porque para la siguiente pregunta solo aceptaré una respuesta: si. Vanesa, bonita mía, ¿quieres casarte conmigo?

Si lo he hecho bien (cosa que espero con toda mi alma) estarás llorando y riendo a la vez, mientras asientes con la cabeza. Yo afuera estaré ansioso por entrar, besarte y prometerte que seré el mejor esposo y padre que pueda haber.

Porque, sabes amor, yo daría la vida por vos y nuestra hija.

Te ama.

Tu disque-héroe.

Nes, que había mantenido el llanto a raya para que no le enturbiara la vista, dejo que todo la desbordara. Se consumió en lágrimas, convulsionando, mientras presionaba la carta contra su pecho, como si eso hiciera que sintiera a Kevin más cerca.

Por un momento, dejó de llorar de tristeza y pasó a llorar de rabia. Lo odio, lo odio tanto. Por abandonarla cuando le repitió que no lo haría nunca. Por meterse en algo que ella le había dicho que no se metiera. Por dejarle la puta carta. De a poco fue remontándose al pasado y también lo odio, por alejarla cuando eran chicos. Si hubieran sido novios antes, no estaría muerto.

— ¡¿Quién mierda te mando a hacerte el héroe?! —le gritó reverberó en las paredes de la clínica alertando a las palomas que se habían posado en el alfeizar de la ventana.

Tomó el oso de peluche que la observaba con sus ojos de plástico y lo arrojó lejos de ella. Siguió estrujando la carta contra su pecho, mientras volvía a llorar de pena con la cabeza gacha. De pronto, levantó la mirada y fijó la vista en el osito caído sobre el suelo al otro lado de la habitación.

Teniendo cuidado con los puntos en su abdomen, se bajó de la cama y fue a recogerlo. Una sonrisa se extendió por su rostro cuando lo tuvo entre sus manos otra vez. Le acarició las orejas con cariño y lo acercó a su rostro para sentir el suave pelaje artificial sobre su mejilla. Olía a Kevin, a su perfume... Era como si él la acariciara, por una única y última vez.

***

— Mira que sonrisa más hermosa.

— No digas bobadas, Pame —Vanesa miró a su amiga, que estaba inclinada sobre el moisés de su hija, con una mueca de burla—. Aún está muy chiquita para sonreír.

— No, no, no —dijo Pamela haciéndole caritas a la beba—. Ella le está sonriendo a la tía, ¿verdad, princesa?

Vanesa sonrió desde la cama abrazada a su oso, el cual no dejaba que nadie más tocara. Aún sonriendo al ver a su hija y a su mejor amiga juntas, no podía cerrar ese agujero que tenía en el pecho. No sabía que es lo que haría en adelante. Saldría del hospital en horas, tendría que volver al departamento, pero no sabía si sería capaz de enfrentar el silencio, el vacio que habría allí.

Le dolía el cuerpo, la mente. Estaba agotada de llorar, de sufrir... Sobre todo estaba agotada de sentir. Se levantó de la cama y caminó al baño, donde se miró al espejo vigilando que su cabello no se hubiese revuelto. Se acomodó la musculosa, el short. Bajó la tapa del inodoro y se sentó sobre ella. Cerró los ojos, mientras apoyaba la cabeza contra la pared, intentado escuchar lo que le rodeaba.

Oía los murmullos de Pamela, los gorgoritos que hacia su hija. Mas allá los pasos de gente caminando por el pasillo o voces que traspasaban paredes desde habitaciones y consultorios cercanos. Aún más lejos, los autos en la calle, las bocinas, los motores... Todo seguía adelante, nada había parado su movimiento. Un corazón se había detenido y miles no. Un corazón renunciaba al amor de su vida y millones no. Un corazón daba los primeros latidos... Ese era el único corazón del cual Nes debía preocuparse ahora.

Su hija dependía total y exclusivamente de ella. De que ella la cuidara, de que ella estuviera a su lado. Esa había sido su promesa. Nes le había prometido que jamás la abandonaría, se lo había dicho cuando aún no se notaba en su vientre y lo había repetido como un mantra todo el embarazo. No quería decepcionarla, le importaba poco que la bebé no lo entendiese, Kevin si lo entendía y no habría querido que su decisión cambiara después de su muerte.

Se alzó con fuerzas renovabas. Sacó del bolsillo del short la carta de Kevin y la besó como otra promesa silenciosa. Estaba casada con el recuerdo de él y con su amor eterno....

— Al final no me has dicho como se llama mi sobrina —le recriminó Pamela cuando Nes salió del baño.

— Fara... —sonrió inundada de felicidad y paz interior— Su nombre es Fara.

Casada con el recuerdo y comprometida con el futuro. Su futuro, que era ella, su niña.

Caperucita RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora