Capitulo 6

1.7K 111 3
                                    

Problemas

— Caperucita —Tony corrió a abrazar a su hermanita—. ¿Qué tal todo?

— Bien —contestó Nes abrazándolo también pero sin apartar la vista de Kevin—. Debería pasar más seguido.

— Seguro que tienen mucho que charlar —Pat observo a sus hijos con nostalgia—. Vayan a la sala, mientras cocino.

Los hermanos intercambiaron una expresión sorprendida, pero comenzaron a irse antes que su madre cambiara de opinión.

— ¿Le ayudo en algo? —pregunto Kevin por dejarlos tranquilos a ellos dos y por no sentirse incomodo él.

— No, cariño —le dio un palmadita en brazo—. Ve con ellos, de seguro hace mucho que no ves a Vanesa.

Él desvió la mirada y camino rápido hacia donde se hallaban los otros. Se sentía un poco caradura estando allí, sabiendo lo que sabía y no diciendo nada, pero le era más leal a Nes que a la familia por completo.

Entro en la sala y vio como Nes golpeaba a Tony con dulzura y como este le devolvía el golpe un poco más duro. Ella hizo una mueca frotándose el hombro, pero pronto sonrió y volvió a golpearlo. A Kevin ese juego le parecía demasiado íntimo para estar él en medio, por lo que hizo ademan de retirarse.

— Kev… Ven aquí, Vanesa, me ha dicho que subió sus notas en matemáticas —Tony lo invito a sentarse junto a él y Kevin no pudo más que obedecer—. ¿Puedes creértelo de nuestra, Caperucita?

— A… asique te va bien en el colegio —tartamudeó Kevin un poco temeroso de la reacción de ella.

— Si, me va bien en el colegio —respondió ella remarcando la última palabra, dándole a entender que era en lo único que le iba bien.

— Que… bien… —murmuro detenidamente para que ella se dignase a mirarlo pero no fue así.

Tony continuó la charla dándole un poco de ánimo al ambiente. Ambos rieron de sus bromas, cada uno por su lado, Kevin esperando que cruzaran miradas y ella evitándolo a toda costa.

— Vanesa, ven a ayudarme con la mesa —reclamó Pat pasados algunos minutos. Nes bufó, pero se dispuso a obedecer.

— No, deja, voy yo —su hermano le frenó con una sonrisa— Aprovecha que hoy este yo. Ya me las cobrare.

— Hey, así no se vale —se quejó ella pero le dejo seguir adelante.

En cuanto Tony entre risas hubo cruzado hacia la cocina, el silencio se instaló en la sala. Kevin se removió indeciso y Nes se sentía incomoda.

— Nes, bonita —Kevin a fin se atrevió a hablar.

— No importa. Déjalo —lo interrumpió ella—. Te comprendo. No es tu culpa, ni es tu asunto. Me las arreglaré sola.

— No seas boba, Vanesa —soltó Kevin enojado consigo mismo por lo que con su actitud le había hecho creer a ella.

— ¿Qué yo soy boba? —Nes apretó la mandíbula malinterpretando su enojo—. ¿Y tú qué? Te fuiste así sin más, sin capaz de decirme mas que un “lo lamento”. ¡Eres un cobarde!

— Nes baja la voz —él miro hacia la puerta de la cocina con miedo.

— No. Tengo el derecho de decírtelo. CO-BAR-DE —separó la palabra bien en silabas convirtiendo toda su angustia de la última semana en rabia—. Podrías haberme dicho cuanto te superaba esto, cuanto te molestaba, cuanto te costaba, o que se yo… pero no, preferiste huir. Pues bien…

— Ya cállate —le tapo la boca con una mano y con la otra le acaricio el cabello—. Tu bien los has dicho, soy un cobarde. Me fui sin darte una explicación coherente y lo malinterpretaste. No pienso dejarte sola. ¿Me oyes?… Estaré a tu lado, solo que me costó asimilar todo.

Le miró a los ojos con dulzura tratando de calmarla y Nes se dejó calmar. Suspiró hondo a la vez que se liberaba de la mano de él.

— Lo siento —dijo con la voz cortada.

— No, yo lo siento —le sonrió mientras la tomaba por ambas mejillas—  ¿Estas mejor?

— Si —se apoyó en su pecho dejándose llevar por el alivio que sentía al saber que él no la había abandonado—. Te necesitaba.

— Lo siento, nena —le beso la coronilla arrebatado por la culpa—. Fui un grandísimo tonto.

— No te preocupes, Kev… —dijo ella separándose un poco de él—. Ahora estas aquí y eso es lo que cuenta.

En ese momento sintieron los pasos de Tony que volvía a la sala, por lo que terminaron por separarse.

— La cena está servida, señores —Tony hizo una reverencia exagerada y los hizo pasar a la mesa.

Entre risas se dispusieron a comer, Patricia acerco a la mesa la fuente con los bifes y el puré. Nes sintió como el olor a cebolla penetraba en su nariz con fuerza, el estomago le dio un vuelco. Se puso de pie con dificultad y se tapó la boca con la mano.

— ¿Nes? —Kevin clavo su mirada interrogante en ella.

— Permiso —logró murmurar antes de salir disparada al baño.

— Vanesa —Patricia salió tras de ella, Tony la siguió apurado.

Kevin también fue pero camino tranquilo aparentando cierta indiferencia. Cuando llegó a la sala, la puerta de calle se abrió y Ramiro entró.

— Hola, Kevin —lo saludo estrechándole la mano con formalidad—. ¿Tony también vino?

— Sí, señor —caminaron juntos de vuelta a la cocina.

— ¿Dónde se han metido todos? – preguntó él mirando la mesa vacía—. La comida va enfriarse.

— Están fuera de la puerta del baño —le aclaró Kevin ocultando una mueca de preocupación.

— ¿Del baño? ¿Qué sucede, Kevin?

— Creo que Vanesa no se siente muy bien que digamos.

— ¿Cómo? —sin esperar respuesta alguna Ramiro también se encamino al baño y Kevin volvió a ir para allá.

Al llegar se encontraron con una escena demasiado rara, la puerta del baño estaba completamente cerrada, Patricia intentaba que su hija el contestase y Tony con el oído pegado a la madera de la puerta pretendía lograr oír algo.

— ¿Qué le pasa? —Ramiro miró a su mujer y está le devolvió una mirada un tanto aterrada.

— No lo sé, aún no ha respondido —volvió la vista a la puerta—. Vanesa, cariño… ¿Te encuentras bien?

Finalmente la puerta se abrió, dejando ver a una pálida Vanesa. Kevin cruzó con ella una mirada significativa, que pasó desapercibida para el resto de los presentes. Patricia se acercó a su hija para escudriñarla mejor.

— Estoy bien, ma —Nes intentaba a toda costa librarse de la mirada de su madre—. El olor a cebolla y ajo me revolvió un poco el estomago, solo eso.

— Vanesa Caperuz —Pat atropó la mirada de su hija al vuelo—. ¿Se puede saber desde cuando el olor a cebolla y ajo te da náuseas?

— Desde hoy… —dijo ella desviando la vista.

— Mírame, niña —ordenó su madre y ella tuvo que hacerle caso—. Maldita sea, Vanesa. – Patricia entrecerró los ojos y luego se volvió hacia su marido—. Tenemos cosas de que hablar. Vamos a la mesa.

Todos se enfilaron hacia la cocina con rapidez, quedando últimos Kevin y Nes.

— Creo que se dio cuenta —le susurro ella por lo bajo. Él no supo que decirle, tan solo tomó su mano por un segundo y le dio un apretón para luego soltarla.

Si Vanesa tenía razón se venía una charla bastante fuerte y Kevin sabía que lugar debía ocupar.

Caperucita RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora