»of kisses and plans

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«»                    La primera vez que Helena había besado a Arthur fue cuando tenía veinte años recién cumplidos, y que en realidad había sido por un impulso, algo completamente opuesto y diferente a la razón por la que ahora dejaba que los labios masculinos acariciaran los suyos.

Toda la situación que ellos dos vivían en esos momentos era demasiado distinta a las vidas que solían llevar, antes de que el destino los empujara a la dirección que le diera la gana. Pero esa noche, algo más sucedía.

No era esa clase de beso tímido y presuroso que compartían los adolescentes por primera vez. Era suave, acompañado de una nueva sensación dulce. Entonces Helena sintió que su cuerpo cedía hacia la comodidad y el calor que le regalaba el de Arthur, dejando que el rubio la guiara en un íntimo baile, trazando un camino hacia un lugar que ella no había conocido hasta ese momento.

Parecía que los dos estaban convencidos de que después habría tiempo para toques más intensos y atrevidos, con maravillosas batallas ganadas o cedidas entre sus cuerpos. Ahora, lo único que necesitaban ellos dos, era el gentil roce del otro. Un bálsamo que suavizaba el miedo y la incertidumbre de lo que continuaría en esa guerra por la corona.

En cuanto se separaron, sus respiraciones eran irregulares, al igual que los latidos de sus corazones, sin embargo, estos dos órganos danzaban a la par, entrelazados en una frenética armonía que solo ellos entendían. La mujer sabía que jamás sería capaz de acostumbrarse a esas sensaciones que recorrían su cuerpo de esa manera, aunque tampoco deseaba hacerlo, pues parecía que eran esa primera gota de agua en medio de su desierto.

Arthur la hacía sentir tan viva, tan encendida de vida, que atesorar ese momento mientras pudiera, era el único deseo que se presentó en su cabeza.

Y mirándolo a los ojos, aceptó lo que tanto había querido evitar. No obstante, era una gran tragedia no poder expresar nada en palabras. No podía exteriorizar su alma cuando sabía que no podía hacer promesas, pues su misma existencia estaba condenada.

Era extraña e increíble la manera en la que no creía saber quién era, hasta que se sintió tan conectada a Arthur. Creía fervientemente que podía ser mejor persona cuando estaba con quien debía estar. Su vida parecía estar rodeándola de las personas correctas en los momentos menos indicados, pero lo que más esperaba Helena Silverstone con todo su corazón, era que ella fuera esa persona para él.

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