Él suelta una risita, haciendo que mi corazón se acelere. 

Amo escucharlo reír. 

—Pensé que te gustaba más otra cosa —responde tirándome contra él, consiguiendo que nuestros cuerpos desnudos estén totalmente juntos—. Y amas que esa cosa esté dentro de ti. 

—Sí, bueno, yo también tengo una cosa que podrías amar dentro de ti —contesto fingiendo seriedad mientras pongo mi mano sobre su cadera, mirándolo a los ojos. Me cuesta contener la risa al ver lo horrorizado que está, pero enseguida su mirada se vuelve audaz. 

—¿Con ese tamaño? —pregunta divertido—. Yo no estaría tan seguro. 

—¿Insinúas que te gustan grandes? —Arqueo las cejas, sugerente—. Y mi tamaño es promedio, idiota.

—Eso dicen todos —habla en tono provocador, haciéndome entrecerrar los ojos—. Hey, tú empezaste, no deberías querer cambiar el orden natural de las cosas.

—Oh, vamos —digo con mis dedos recorriendo el costado de su cuerpo, tentativo—. Perfectamente yo podría ser el activo algún día.

—Y ese día nunca llegará —contesta apoyándose en su codo sobre la almohada, quedando por encima de mí. Rápidamente hago lo mismo para quedar a su altura.

—¿Por qué no? — pregunto, mi voz sale más terca de lo que hubiese querido. 

No me importa en lo más mínimo quién se la mete a quién, pero me encanta molestarlo. 

—¿En serio lo preguntas? —suelta una carcajada—. Primero que nada, dudo que te veas a ti mismo siquiera intentando dominarme.

¿Ah, no?

—Eso no tiene nada que ver —respondo decidido, todavía acariciándolo—. Podría dominarte perfectamente siendo el de abajo.

—No puedo negar eso, sería interesante verte intentarlo —contesta desafiante, sonriendo lascivo—. Pero quita de tu mente cualquier idea que involucre meterme algo a mí, comenzaba a ponerme duro y tu sola insinuación me la deprimió. 

—Bien, desistiré de la idea, pero definitivamente te dominaré —digo determinado.

¿Qué tan difícil puede ser?

—Veremos si te dejo —susurra tomándome de la barbilla. 

Se inclina hacia mis labios, rozándolos con los suyos. El deseo de besarlo bruscamente está consumiéndome, me dispongo a profundizar el contacto cuando unos persistentes golpes en la puerta nos interrumpe. De inmediato nos separamos, mirándonos asustados. Ambos estamos completamente desnudos, cualquiera que entre podrá darse cuenta de lo que hicimos la noche anterior. 

¿Y si es mi padre? 

—No te preocupes, le puse seguro —me dice en voz baja al notar mi preocupación, mientras se levanta de la cama. 

Comienza a vestirse velozmente y, en un acto de gran amabilidad, me tira toda la ropa a mi cara. No sé si agradecerle por alcanzármela, o patearlo por ser tan descuidado. Intento ponerme el buso con rapidez pero termino equivocándome de agujero, lo que hace que empiece de nuevo (además de casi ahogarme). Aaron camina hacia la puerta con apenas un jean negro puesto y el torso aún desnudo, la abre sin siquiera preguntar quién es. 

—Buenos días, mamá —saluda él, contento.

Rebeca parece estar de mal humor, como siempre. Esa mujer no sonríe nunca, y cuando lo hace jamás es genuino, o siquiera agradable porque sus sonrisas están repletas de cinismo. 

Odio Profundo |BL| ©Where stories live. Discover now