Capítulo 16

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Literalmente tuve que regalar las entradas a algunos chicos con los que había estudiado y que había conocido en la fiesta, contra todo pronóstico Charlie volvería mañana por lo que Billy, consciente de lo que pasaba gracias a Jacob, le invitó a pescar a su casa. Colyn y Brady se quedarían cuidando la Push, por lo que no tenía que preocuparme por los críos, ¡que solo tenían 13 años hombre!

Mi guardia personal-que extraño se escucho eso-también estaba lista. Tamara, Seth, Jacob y Edward se quedarían conmigo en donde sea que me iban a cuidar, no había forma que no supiera todo.

Cuando desperté, había una nota en mi mesa de noche, alegando que ninguno de mi familia estaría en casa ese día porque irían a cazar, bueno, solo uno se quedará, mi querido Edward.

Era la primera vez que nos quedábamos solos desde el viaje a los parques Disney en Orlando, eso hace ya unas semanas, pero en aquel entonces todavía no éramos... Lo que sea que somos ahora, era claro que nuestra relación iba en serio, más que nunca, y no podía evitar sentirme nerviosa.

Sentía como si toda la familia lo hubiera planeado, como si literalmente me estuvieran gritando: ¡ambos se aman, acéptale de regreso de una buena vez!

Reí tontamente mientras que comía mi desayuno, estaba a punto de anochecer para este punto

-Buenos días.

Se encontraba apoyado en el marco de la puerta, mirándome con una sonrisa antes de acercarse a mi.

-Buenas noches.

Respondí mientras que tomaba sus manos entre las mías, sin duda se veía algo nervioso pero al mismo tiempo parecía haber hecho una resolución.

-Quería darte esto ayer, pero no me dio el tiempo.

Sostuvo la mano en la que la pulsera con el lobito colgaban, y me puso algo. Examiné con atención el obsequio. De la cadena, en el lado opuesto al lobo, colgaba un cristal brillante en forma de corazón, tallado en innumerables caras que resplandecían a la tenue luz de la lámpara. Contuve el aliento.

-Era de mi madre -se encogió de hombros-. Heredé de ella un puñado de baratijas como ésta. Ya les he regalado unas cuantas a Esme y a Alice, pero este es especial.

Desde niña me habían enseñado a ver cuál material era importante y cuál no, para saber el mejor método de trabajo. Y jamás había visto un diamante tan perfectamente cortado.

-Es precioso...

-Considerando tu antigua familia, creí que te gustaría.

Abracé a Edward con fuerza, sinceramente no me importaba que fuera un diamante, vivía con ellos literalmente, pero sí me hacían recordar a los que mis padres tallaban para aquellos chicos de la alta sociedad que deseaban complacer a alguna niña. Entre ellos uno que me regalaron en mi cumpleaños número 7 y que perdí, tener algo que me recordara a ellos, que además pertenecía al hombre que amaba me llenaba de felicidad.

-Es un buen símbolo, ¿no crees? duro y frío, y brilla como un arcoíris-o un hada.- a la luz del sol. Mi corazón es igual de silencioso que este, y ambos te pertenecen Miranda.

-Gracias, en serio gracias...

Sentí como las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, a la par que él pasaba sus brazos por mi cintura y me sentaba en su regazo, nuevamente estaba llorando pero una felicidad que amenazaba con hacer estallar mi pecho.

-Miranda, tengo que darte algo más.

Murmuró y volvió a desaparecer, al rato estaba en frente de mi con una cajita en sus manos. Mi preciosa cajita musical rusa se encontraba en sus manos, prácticamente nueva como si nada malo le hubiera pasado. Me moví con rapidez abriendo el cajón de la mesita de noche y sacando el collar que hacía de llave, para darle cuerda.

Estrella fugaz ||Edward Cullen y tú|| ||3° Libro|| ||Saga Crepúsculo||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora