Capitulo 2.

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Después de lo sucedido, el día transcurrió muy tranquilo, ya que Guillermo evito a su jefe olímpicamente. Samuel por su parte se paso encerrado en su despacho prácticamente todo el día.

Por fin llego la hora de salida, Guillermo apago el ordenador se puso la casaca gris del traje, cerró la puerta de su pequeña oficina y miro hacia el despacho de su jefe; a pesar que las persianas del cristal ya estaban abajo se colaba la luz igualmente, aun estaba ahí, trabajando. Se quedo un momento pensando en preguntar si todo iba bien, pero recordaba lo sucedido hoy y todas las ganas se le iban, suspiro y al final termino caminando al ascensor.

-       ¡Díaz! – Samuel camino a paso seguro hasta Guillermo, quien esperaba el ascensor sumido en sus pensamientos, vio como el chico daba un saltito saliendo de estos, pero no se giro a la llamada del mayor.- ¡Hey!, te estoy hablando no hay nadie más en este departamento que se apellide Díaz ni hay más gente en el pasillo en estos momentos que tu y yo.

Guillermo suspiro, se giro para enfrentarlo, con el ceño fruncido y las mejillas sonrojadas.

-       ¿Qué necesita? Ya es hora de salida, ya que no me solicito en todo el día supuse que por hoy podía solucionar todo por su cuenta – hablo seguro, o eso quiso proyectar, odiaba como lo miraba, fijo, intimidante. Después de un rato, ambos se quedaron callados solo mirándose.

-       Quiero que quede claro una cosa – lo apunta acercándose a él peligrosamente, lo mira fijo serio- Lo de hoy se olvida, no se vuelve a hablar más, no paso, jamás paso ¿Queda claro? –espera la respuesta del otro metiendo las manos en los bolsillos del pantalón.

-       Queda claro – aparta la mirada, se gira, las puertas del ascensor se abren, entra y aprieta con fuerza el botón para bajar de planta.

Lo siguiente paso todo en cámara lenta, las puertas se cerraron lento, Guillermo alzo la mirada, vio a un Samuel mirándolo, creyó por un momento que iba a sacar la mano del bolsillo, si vio los músculos del brazo tensarse, creyó que la iba a estirar y frenaría la puerta entraría al ascensor y lo besaría, pero nada de eso paso, las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a descender de manera rápida. Guillermo retrocedió hasta apoyarse en la pared, soltó el aire que había retenido, era demasiado, le dolía el cuerpo, quería llegar a casa ya.

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Estaciono su auto fuera de su casa, era lujosa, clásica, con un gran patio delantero, donde dejo su auto, subió las escalerillas hasta la puerta. Dentro todo era de madera oscura, las cortinas de la sala de estar eran rojas y de una tela que parecía pesada, el sofá era de color morado oscuro casi negro, había una tv pantalla plana colgada en la pared, cuadros de paisajes que adornaban las paredes junto con grandes estanterías de libros vinilos y discos de música,  todo muy elegante, a la derecha un arco que comunicaba con el comedor, el cual estaba compuesto por una mesa grande, mas cuadros y cortinas del mismo color que en la sala. Abrió una puertecilla justo en la entrada, colgó su abrigo y dejo el maletín, paso por el comedor hasta la cocina, blanca y gris, la combinación entre elegante y moderna, había una pequeña mesa redonda junto a la ventana que daba al patio trasero,  a cada lado alacena y muebles de cocina, el refrigerador era de dos puertas, había una barra para el desayuno que dividía la cocina en dos partes creando dos pasillos hasta la puerta que daba al jardín. Abrió el refrigerador y miro su interior, saco unos tomates y carne, se arremango las mangas de la camisa, lavo los tomates y la carne, puso a cocer pasta, preparo la salsa con especias, la sofrió con la carne, se sirvió un plato de pasta y agregó la salsa sobre estos, se sentó en la mesa para comer en solitario. Su mente vago en la reunión, en su nuevo cliente, tenía que llamar a su jefe, el dueño de la empresa donde se desempeñaba como gerente, donde también era socio; siguió ordenando sus ideas, repasando el día, y ahí estaba, sus ojos oscuros achinados, sus mejillas abultadas, su espalda ancha, brazos delgados, cintura delgada, manos grandes, dedos largos, voz grave, como lo miro Frank, como sintió una molestia irreconocible, como se levanto de golpe de su escritorio, como lo tomo por sorpresa, como lo acorralo al estante, su olor, su respiración, sus labios entreabiertos, su pequeño gemido, mierda, dejo de comer se echó para atrás en la silla, se limpio la boca con una servilleta, se paso una mano por la cara tratando de olvidar lo sucedido, ¿Por qué seguía pensando en eso, en él? Le había dejado claro que lo olvidarían, pero él no podía. Se levanto, tiró el resto de comida y dejo el plato en el lavabo.

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