2014

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¡Hola, Pinkers! Les vengo con un nuevo libro (si pus, que obvia) en fin

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¡Hola, Pinkers! Les vengo con un nuevo libro (si pus, que obvia) en fin. Mi anterior libro (que está en mi perfil) tiene 8,73k!!! Me alegro por eso, y cada vez hay más personitas hermosas como ustedes que votan por mis historias y agregan mi libro a sus bibliotecas. Son un amor💛. Espero que este libro no sea una excepción. Le pongo a cada frase, letra, sílaba un poco de... Literatura, si xD sin más que agregar (pudiera hacerlo, pero no quiero alargarme más... Oui, mi estatura ya es de 1.62 no necesito más) los dejo con el primer capítulo. Los qm~~



















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EN MODO OSCURO


























Doy vueltas y vueltas como un caballo en un carrusel. Las pequeñas tiendas con juegos y premios captan mi curiosidad al instante. El vendedor de algodón de azúcar se me acerca tendiéndome uno, sin pagar un precio estipulado. Le agradezco, y continúo caminando por la gran feria.

Me pongo a pensar, ¿Alcanzaré el amor? ¿Es incierto o nunca lo podría saber?. Yo sé que perseguir al chico que atiende el carrusel es un cuento de hadas, breve y conciso. Pero de algún modo siento que estoy pegada con fuerza, como alguna ley de atracción, un imán hacia el carrusel.

Mis pensamientos indican hacía los carritos chocones, y mis rebeldes pies se dirigen al carrusel. Quedé al lado del apuesto chico. Sin siquiera pensarlo, me hago pasar por su acompañante de publicidad.

—¡Ven! ¡Venga uno! ¡Vengan todos! —anuncio, sin pizca de miedo al hablar—. Tienes que ser así de alto —explico, señalándome—. Para montarte en esta atracción en la feria —sonrío, al ver al público acercándose.

—Ven, toma mi mano y corre por juegalandia. —el chico apuesto, le ofrece ayuda a un niño, y lo monta en un caballo del carrusel. Es la acción más tierna que he visto hacer.

—Muy alto, demasiado alto en la feria. —ríe el pequeñín, dando vueltas. Sus pies cuelgan a los costados del caballo.

Y todo es diversión y juegos...

Hasta que alguien se enamora. Miro de reojo al rubio. Está viéndome y me pone nerviosa. Suelto el algodón de azúcar y peino mi cabello, impregnándolo del dulce algodón.

—¿Quieres montarte? —pregunta, sin despegar su vista de mí. Llega a ser un poco intimidante.

—Creo que no. —dudé. No me da buena espina.

—Pero ya compraste tú entrada, y ahora no hay vuelta atrás —insiste, animándome. En serio que hace bien su trabajo... De coquetear. Me guiña un ojo, tomando mi mano.

Acepto su invitación, y detiene el carrusel. Elijo un caballo blanco y me monto sobre el, sujetándolo del cuello. Él también se monta en un caballo, frente a mí. Ponen en marcha el juego, y empieza a andar.

—Este caballo va muy lento. —me quejo.

—¿Siempre estamos así de cerca? —susurra, contra mí cara. Sus ojos oscuros me hipnotizan como si estuviera observando mi comida favorita—. Casi somos un show de fenómenos —se aleja, retomando la distancia.

—¿Que dices?

—¿No lo escuchas? —miró a los lados—. Cabalga justo cuando esté cerca —dice, como si estuviera indicándome algo que no logro descifrar—. Es como si desaparecieses —sus cejas se arquean, en curvas de tristeza.

Cierro mis ojos al sentir un miedo poseer mi ser. Temo abrirlos, y que mis peores pesadillas se vuelvan realidad. Me centro en la canción que sale del carrusel, la melodía de ser pacífica y divertida, pasó a ser una inquietante y escalofriante. Abro los ojos de golpe, y ya no está el chico rubio.

—¿A dónde fuiste?

Ya no está en su caballo. Me lo encuentro fuera de la atracción, con su franela blanca y su pantalón con tirantes. Me ve con maldad, sin ese sentimiento de cariño que hace minutos hallé en su iris.

—Señor Houdini, eres un show de fenómenos.

Le escucho decir con dificultad, la melodía del carrusel aumenta su volumen. Por instinto, me dispongo a bajar del caballo, asumiendo el riesgo de salir lastimada, sin embargo, caigo con la sorpresa de tener las manos atadas al tuvo de metal que atraviesa el caballo. Jalo, muerdo, muevo las cuerdas, pero mis manos están bien sujetadas.

—¿Por qué robaste mi corazón de algodón de azúcar?

El señor Houdini se acerca a él, y de la oscuridad aparecen un par de chicas. Los cuatro se unen en una risa sonora, atormentándome.

—¡Lo tiraste en esta maldita ranura para monedas! —me alteré, escupiéndoles—. Y ahora estoy atrapada... —apoyé la cabeza, en mis manos amordazadas—... Estoy atrapada cabalgando.

Las lágrimas querían salir, pero la impotencia las retenía. Cerré los párpados, imaginando que nada de esto está ocurriendo.

Un mareo acaricia la sensación de miedo en mi ser y vomito.

Me siento drogada con LSD al escuchar la canción de carrusel y las risas de ellos unidas. ¿Es esto un infierno para infantiles?

Alzo la cabeza, aún con los ojos cerrados. Mi cuerpo se eleva a centímetros del asiento y caigo de pie al suelo. Decido abrir los ojos, y ya no estoy amarrada al caballo. Corro hacia la salida y me pierdo en la oscuridad de la feria.

¿Quisieras visitar juegalandia?

¿Quisieras visitar juegalandia?

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MELANIE MARTÍNEZ Where stories live. Discover now