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⁺‧₊˚ ᵀᵉˢᵗᵃᵐᵉⁿᵗᵒ ˚₊‧⁺



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𝚘𝚖𝚗𝚒𝚜𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎



—¡Indignante, totalmente indignante! —Lidya grita en la cara del hombre con furia—. ¡Debe haber un error!

—No hay ningún error, señorita Lydia. Esto fue lo que pidió su padre antes de morir.

—¡Hubiese preferido que le heredara  todo eso a Sebastian! —vuelve a hablar con enojo, mientras apunta a su hermano.

—Llámame Glam —insiste el rubio.

—¡Lo que sea! —le resta importancia y se vuelve al juez—. Ella no tiene el derecho de esta herencia, no es de la familia.

—Ella es la hija de nuestro hermano adoptivo, Lydia —vuelve a hablar Sebastian tranquilamente.

—Nunca fue de esta familia y lo reafirmó el día en que adoptó el nombre de su mujer.

—Sigue siendo parte de la familia, legalmente.

—¡Eso no importa! —grita haciendo rabietas.

—Señorita, yo... —intenta nuevamente hablar el juez, sin éxito.

—Tiene un año —dice levantando un dedo en su cara—, solo uno para ordenar todo esto. Esa mitad me pertenece a mí. ¡A nadie más!

—Pero señorita...

—¡La pagará muy caro si las cosas no se arreglan!

Lydia se da la vuelta caminando a la salida del salón.

—¡S-í señorita Shvagenbagen! —responder el juez asustado por el humor de la rubia.

Esta misma para en señor antes de salir de la sala de la lectura del testamento, viendo directamente a su hermano menor.

—¡Por tu culpa mi padre tuvo que hacer eso! —las palabras que Lydia llevaba acumuladas en su garganta, salieron por si solas sin culpa, ni más. —¡Es tu culpa!

La puerta suena con fuerza después de que la mayor sale de la habitación, aun se podían escuchar los tacones qué golpeaban el suelo con enojo.

Sebastian no siente nada en específico por aquellas palabras.

Quizá en el pasado, un pasado muy lejano, habría sentido culpa de esto y deseado llevar a Lydia con él para nunca más sufrir los maltratos de a quien llamaban padre.

—Bien, por lo menos ya terminó —Vicky se estira feliz de que esto ya haya acabado.

—De acuerdo —musita con tranquilidad, mientras toma aquella caja con manos temblorosa.

[ . . . ]

Glam tira la caja al basurero dejando ir esa pequeña parte que lo torturó varios meses en su adolescencia y lo hizo llorar mil noches.

Vicky decepcionada por no tener los papeles y la llave del yate Carolina, se resignar para regresar a casa no sin antes ser vista por todos su amigos motociclistas, dejándola en ridículo.

Ya en casa la tensión había salido por completo del cuerpo de Vicky, agradecida por no tener que volver a usar ese ridículo vestido de nuevo.

—Es un alivio que no volvere a usar este estúpido vestido —habla entre dientes mordiendo un pedazo de carne.

"𝓜𝔂 𝓬𝓵𝓪𝓼𝓼𝓲𝓬 𝓯𝓪𝓶𝓲𝓵𝔂" | 𝔇𝔢𝔢 𝔖𝔥𝔳𝔞𝔤𝔢𝔫𝔟𝔞𝔤𝔢𝔫 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora