DÍA 19: Ojalá ganen los buenos

Start from the beginning
                                    

Ese día me entraron muchas ganas de escribir algo relacionado con el tema, pero al final lo dejé pasar. Sin embargo, hoy siento que podría escribir diez discos si me apeteciera, así que aprovecho que han venido las musas a visitarme para sacarme ese sentimiento de dentro. Acabo encontrando los acordes perfectos para acompañar las frases que he escrito y cuando me doy por satisfecha con lo que tengo lo grabo para que no se me olvide. Después me paso un rato practicándolo para interiorizarlo.

Me quedo tranquila al darme cuenta que Alba tiene música puesta en su habitación y aunque no está muy alta, es casi imposible que haya podido escuchar lo que he estado cantando. Tengo que tener cuidado, que las paredes de esta casa son de papel.

Realmente me da mucho apuro enseñar las cosas que compongo, pero tengo que reconocer que esta en concreto no me importaría enseñársela después de la conversación que tuvimos el otro día. Al fin y al cabo, son dos formas de contar lo mismo, si fui capaz de hacerlo hablando, por qué no cantando. Natalia relax, que esto te ha salido de muy dentro, no es para mostrárselo a cualquiera. Quizás en otro momento lo haga, para que entienda mejor lo que quise decir.

El móvil suena un par de veces sacándome de mis pensamientos, y cuando me acerco a ver quién me escribe, veo que es Ici. Le respondo cualquier tontería para no dejarla en visto pero, al igual que llevo haciendo todos estos días, tampoco le doy pie a seguir la conversación. No me apetece contarle lo que ha estado pasando estos días con Alba y sé que en cuanto me vea o hablemos un poco de más, me lo va a notar. Demasiados años de amistad para disimular.

Decido salir de la habitación para ir a la cocina a por algo de comer y buscar algo que hacer para distraerme un rato y no venirme abajo por culpa de seguir escribiendo canciones tristes. Cuando abro la puerta y salgo al pasillo, me encuentro con Alba mirándose de espaldas en el espejo que hay ahí. Al escucharme salir, me mira para dirigirse a mí.

– Nat, mira – se coloca de espaldas a mí, levantándose el jersey un poco y obligando a mis ojos a caer hasta su culo. – ¿Te gusta?

– ¿El qué exactamente? – pregunto a pesar de que es obvio a qué se refiere, y sonrío traviesa mientras me apoyo de lado en el marco de la puerta con los brazos cruzados. – Por evitar malentendidos...

Quién sabe, podría estar refiriéndose al bolsillo pintado del pantalón sí, o quizás a la curva perfecta de su espalda que deja ver el jersey levantado, o al surco que sus músculos marcan en el centro de esta y que es perfecto para pasar mi lengua, o a la curva perfecta de su culo enfundado en ese vaquero que le sienta como un guante, o su pecho marcándose en el jersey. Vale, demasiadas curvas perfectas para un cuerpo tan pequeño.

– ¿Tú qué crees? – gira la cabeza para mirarme por encima de su hombro con la ceja levantada.

– Tampoco importa, la respuesta va a ser sí – ella suspira y niega con la cabeza mientras sonríe, pero no sigue el juego por ahí.

– El bolsillo del pantalón. Lo he pintado.

– Me gusta mucho. ¿Lo has hecho ahora? – ella asiente volviendo a mirarse en el espejo. – Pues está genial.

Me fijo en el diseño y la verdad es que mola bastante. Esta chica hace arte con todo, a mí no se me habría ocurrido nunca ponerme a pintar ropa para echar la mañana, y mucho menos me quedaría así de bien.

– Primero las macetas, las sábanas y ahora la ropa. ¿Algún objeto más en la casa que vayas a pintar?

– He pensado en pintar a Queen pero no creo que se preste a una sesión de body paint – bromea, pero la idea que se cruza en mi cabeza hace que no me ría.

CuarentenaWhere stories live. Discover now