"No estoy segura de que fue lo que me hizo, pero lo ha logrado, simplemente no puedo dejar de pensar en usted", y con esas palabras, la rubia desbordo sus sentimientos en los labios de la reina, enredando sus manos por su cuerpo, haciendo que estuvieran tan juntas como era posible estarlo, consumiéndose en gusto por unos leves segundos, hasta que la reina, le dio un empujón con todo el peso de su cuerpo, separándolas al instante, en una acción que concluyo con una bofetada que le sacudió el rostro con tal fuerza, que la rubia no tuvo más opción que quedarse de pie, viendo como la mujer que la había hechizado se retiraba de su vista.

Y allí se quedó por unos minutos, saboreando aquel beso, que por alguna razón tenía el sabor más familiar del mundo, sonreía, además, como una adolescente algo tonta, hasta que finalmente volvió en sí, y decidió solo regresar a su habitación, ignorando por completo el rechazo que había recibido, pues para ella, era triunfo, como si hubiese logrado recuperar un tesoro perdido, así lo creyó y con esa idea cayó en un profundo sueño hasta que el sol del día siguiente alcanzo su rostro.

En ese momento se puso de pie, y se dio un baño rápido con el agua que habían traído las doncellas, luego se adornó con su mejor armadura plateada, la que más se le ceñía al cuerpo, y esbozo sobre sus hombros la más rojiza de sus capas, saliendo después a los pasillos con la única intención de buscar a la reina, quería explicarle las miles de cosas que sentía gracias al beso que habían tenido, pero su búsqueda había sido un fracaso, por más que indago e interrogo a cuanta persona encontró nadie le dio respuesta del paradero de la reina, haciendo que todo su buen ánimo se fuera abajo.

No tuvo más remedio entonces, que regresar a la compañía de sus queridos amigos de armas, que descansaban en una taberna cerca del muelle del Nilo donde sus naves reposaban, y con todo el peso de su frustración se dejó caer sonoramente sobre las pieles, provocando que todos voltearan su vista a ella, mientras que le servían rápidamente una copa de vino, una forma de hacer que aliviara el mal semblante que tenía.

-Parece que has tenido problemas en el palacio general. – se burló Lépido golpeándola ligeramente por la espalda. -  te dije que esa mujer era peligrosa.

-No es eso, solo siento que acabo de empeorar todo, y si en algún momento dude de la magia o la hechicería, ahora me arrepiento, estoy segura que esa mujer que ha hecho algo, incluso sueño con ella despierta y veo recuerdos donde no existen. – gruño la rubia bebiendo el vino.

-Es una pena que después de seducir a tantas mujeres seas tú ahora la que haya sido seducida. – continuo Román quien apenas pronunciaba palabra.

-No es divertido, realmente se siente terriblemente frustrante. – volvió a hablar la rubia, acariciándose la frente con las manos.

-Sea cual sea el punto, ya no debes sufrir por ello, Román, los otros soldados y yo, estamos de acuerdo en que ya estuvimos suficiente tiempo lejos de Tarso, regresaremos apenas las naves estén listas, con la reina o sin ella. – recalco Lépido.

-Estoy de acuerdo, no podemos quedarnos más tiempo, tratare de convencer a esa mujer una última vez, sino no lo logro, volveremos a Tarso de una forma o de otra. – sentencio la rubia.

Y con esas palabras los hombres presentes brindaron para dar inicio a sus labores diarias, con el único objetivo de cargar las naves lo antes posible para su regreso, atrayendo la concentración de cada uno de los presentes, algo bueno para la general que buscaba hacer todo lo posible por sacar ese beso de su cabeza, un esfuerzo que al final del día, fue en vano. Simplemente cuando ya no pudo resistir más, regreso al palacio, para encerrarse en su habitación, tropezando sin querer con una joven de cabello rojizo, que cambiaba las sabanas de sus aposentos con una calma terrible.

La Serpiente Del Nilo.Where stories live. Discover now