━ 𝐋𝐕𝐈: No me interesa la paz

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—¿Por qué no vas a meterte bajo las faldas de esa escudera de pacotilla? —cizañó, incapaz de contener más su veneno, que le quemaba en la punta de la lengua. Ubbe le lanzó dagas con la mirada, lo que le empujó a seguir despotricando contra la hija de La Imbatible—: Tal vez fornicando con ella se te quiten las ganas de ir a negociar con los sajones. —Más carcajadas llenaron el aire.

—No metas a Drasil en esto —gruñó el mayor.

Ivar irguió el mentón con soberbia. En su rostro podían apreciarse algunas de las heridas que le habían sido infligidas durante la reyerta, siendo la más llamativa la rotura de los capilares de su globo ocular izquierdo, que permanecía inyectado en sangre. Chasqueó la lengua y arrugó la nariz con desagrado, como si la sola idea de imaginarlos juntos le produjese una enorme aversión.

—Mírate... Eres penoso —le increpó—. ¿Acaso no recuerdas que esa maldita ramera ayudó a Lagertha a matar a nuestra madre? —La forma en que se dirigió a la muchacha, el calificativo que había empleado para referirse a ella, hizo que Ubbe comprimiese la mandíbula con fuerza y que Hvitserk entrara en tensión, temiendo que aquello alcanzase un punto de no retorno.

—Fue Lagertha quien la mató, ella no tuvo nada que ver —corrigió el castaño, procurando mantener la compostura y no ceder a la ira que ya empezaba a correr anárquica por sus venas. No quería darle la satisfacción de caer en sus provocaciones.

El Deshuesado negó con la cabeza, en total desacuerdo con él.

—Pero estuvo allí cuando la asesinó a sangre fría. Ella la ayudó a recuperar Kattegat. Para mí es tan culpable como Lagertha, al igual que su madre y sus amiguitas —masculló entre dientes, ignorando las miradas de advertencia que le lanzaba Hvitserk para conminarle a que mantuviese la boca cerrada—. Pero no te preocupes. Ya que no eres lo suficientemente hombre para tomarte la justicia por tu mano, me encargaré de que tu furcia reciba su merecido. ¿Cómo es en el lecho, por cierto? Apuesto a que chilla como una perra en celo —se mofó, lo que dio lugar a más risas y bromas.

Los ojos de Ubbe se oscurecieron ante ese último comentario. Una rabia incontenible le congestionaba la cara, creando una mueca ruda y grotesca. No pudo contenerse más y se levantó de su asiento como una exhalación.

Su mirada centelleó como muy pocas veces lo había hecho y en dos pasos tuvo a Ivar cara a cara, que lo escudriñaba con desdén. Hvitserk se alarmó debido a ese repentino acercamiento y se aproximó a ambos para interceder en caso de que fuera necesario.

—No vuelvas a hablar así de ella, y mucho menos te atrevas a hacerle daño —rezongó el primogénito de Ragnar y Aslaug, cuyo semblante estaba lívido—. Si quieres culpar a alguien, culpa a Lagertha. Ella fue quien mató a nuestra madre. Pero ni se te ocurra tocarle un solo pelo a Drasil. —Sus palabras fueron dagas afiladas.

El menor no pudo hacer otra cosa que sonreír con malicia.

—¿O qué? ¿Qué piensas hacer, hermano? —lo retó.

El mencionado se enderezó en toda su altura, que era unos centímetros superior a la de Ivar. Eso, junto con la anchura de sus hombros y el grueso de sus brazos, resultaba de lo más intimidante, aunque no lo suficiente para amedrentar al Deshuesado, que no hacía más que desafiarlo con la mirada, alentándolo a que perdiera el control. 

Pero Ubbe no iba a darle esa satisfacción.

—Te guste o no, ahora estoy con Drasil —subrayó, obviando por completo su interpelación. Ivar siseó y puso los ojos en blanco, como si aquel tema lo hastiara—. Es mi compañera, de modo que le debes respeto. Y créeme que lo harás mientras estés en mi presencia. ¿Me he explicado con claridad? —manifestó, imponiéndose ante él como tendría que haber hecho hacía tiempo. Estaba harto de ser su marioneta, pero, sobre todo, estaba harto de que ultrajara a la hija de La Imbatible siempre que le viniese en gana. Y no, no le suponía ningún problema hablar abiertamente de su relación con ella, porque a esas alturas ya no era ningún secreto.

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