━ 𝐋𝐕𝐈: No me interesa la paz

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El más joven chistó de mala gana.

—No me interesa la paz —rebatió, tajante—. Eso es para los débiles y los cobardes. —Fue coreado por una serie de carcajadas.

Ubbe se masajeó el tabique nasal en un gesto cansado. Ivar estaba empeñado en seguir expandiendo su dominio por toda Inglaterra, aprovechando las huestes de las que disponían, por lo que ceder para hacer realidad el sueño de Ragnar no entraba en sus planes. Era demasiado codicioso y egoísta, y él demasiado terco y obstinado como para dejarlo estar. 

Ambos se sumieron en una nueva disputa en la que no faltaron las burlas y los comentarios insidiosos por parte del Deshuesado. Cada uno tenía una forma de ver las cosas, su propio punto de vista, de manera que llegar a un acuerdo iba a ser harto complicado.

Ivar no se fiaba de los cristianos. Puede que hubiesen perdido esa batalla, pero no la guerra, y dudaba que fuese una buena idea ir a negociar con ellos cuando su derrota estaba tan reciente. El mayor, en cambio, consideraba que aquel era el momento propicio para hacerlo.

—Yo que tú, querido hermano, dejaría que alguien realmente capacitado se encargase de dirigir el Gran Ejército —soltó el menor de los Ragnarsson, que permanecía sentado al borde de una de las improvisadas mesas con las que habían aprovisionado la estancia principal. Se removió en su sitio, provocando que las prótesis metálicas de sus piernas, aquellas que le permitían estar de pie y andar cortas distancias con ayuda de un bastón, repiqueteasen la una contra la otra.

Ubbe arrugó el entrecejo al escucharlo.

—Y ese alguien eres tú, ¿verdad? —ironizó a la par que lo señalaba con el dedo índice. Prefería no tomárselo demasiado a pecho.

—Lo has dicho tú, no yo. —Ivar alzó las manos en actitud pacificadora, aunque era más que obvio que se consideraba el único con derecho a comandar la milicia. Se creía mejor que sus hermanos por el mero hecho de haber acompañado a Ragnar en su última incursión a territorio inglés, y siempre que tenía la oportunidad se lo echaba en cara, recordándoles que ellos lo habían abandonado a su suerte.

El aludido esbozó una sonrisa forzada. Su perfil se recortaba contra la luz que se colaba por los amplios ventanales con los que contaba el edificio. A su lado, Hvitserk se sirvió un poco de cerveza en un cuerno vaciado.

A Ubbe le molestó que no saliera en su defensa, que no lo apoyase como siempre hacía, aunque también entendía que no quisiera posicionarse con ninguno de los dos. Era una situación difícil y bastante incómoda.

—¿Olvidas que soy tu hermano mayor? —inquirió luego de unos segundos más de fluctuación. Él también se sirvió algo de cerveza, para después llevarse el recipiente a los labios y dar un largo trago. Se secó las comisuras con el dorso de la mano y volvió a centrar toda su atención en El Deshuesado, que lo observaba con una chispa de diversión latiendo en el fondo de sus iris azules.

—No, Ubbe. Yo no olvido nada, a diferencia de ti.

Ante ese último comentario, las facciones del susodicho se crisparon en un gesto adusto. Aquello había sido un golpe bajo.

Ivar todavía no le perdonaba que hubiese estado confraternizando con una de las hirðkonur de Lagertha, la mujer que le había arrebatado la vida a su progenitora. ¿Y todo por qué? ¿Por ambición? ¿Por despecho? No, Ubbe aún estaba resentido por eso. Otra cosa era que no se dejase cegar por el odio y las ansias de venganza, como sucedía con su hermano pequeño. Pero eso no significaba que fuera un cobarde o que quisiese menos a Aslaug. Simplemente quería hacer las cosas bien y pensar con la cabeza fría, y más estando Drasil de por medio.

—No vayas por ahí, Ivar —le advirtió, enronqueciendo la voz.

El moreno dejó escapar una risita desdeñosa.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now