Ella sabía lo que había decidido. No estaba de acuerdo con él, lo envolvió en sus brazos tanto como podía, pero, al menos, lo abrazó cuando llegó abajo.

No era estúpido; todo lo que habían dicho era mentira, una mentira que lo seguiría siempre. Los rumores serían suficientes para detener cualquier posibilidad futura de que una escuela estatal o privada le diera un trabajo.

No, bajaría la cabeza, no se metería en líos, y no correría el riesgo de volver a la enseñanza.

Ver las palabras en blanco y negro, lo habían lastimado. Los detalles bajo el exclusivo membrete de la escuela preparatoria, deseándole suerte para el futuro y dándole las gracias por su comprensión. Había sido demasiado.

Se relajó en su abrazo.  Amelia podría ser quince centímetros más baja que él, y podía muy bien tener sólo dos tercios de su peso, pero infiernos, podía abrazar como un culturista con esteroides.

—Lo siento, Zayn— agregó suave y quedamente en su oído.

Él se encogió de hombros mientras ella lo soltaba y miraba su cara en la penumbra del pasillo.

—Está bien. Sabía lo que iban a decir, sólo que verlo es duro— .Permanecieron en silencio durante unos momentos. No sabía qué más decir. Tener a alguien con él que entendiera que sólo necesitaba tiempo era suficiente.

—María tenía su exploración hoy—. Zayn abrió los ojos, ni siquiera se le había ocurrido preguntar por la mujer a la que estaba reemplazando temporalmente.

—¿Está todo bien?

—El bebé está bien, pero la presión de la sangre de María está por las nubes. Le dijeron que no podía trabajar hasta que llegara el bebé, y pueden tener que realizar una cesárea. Parece que puede ser preeclampsia. En cualquier caso, no vamos a verla antes de Navidad.

—Pobre María— dijo Zayn inmediatamente. Sentía mucho afecto por la fogosa italiana y su familia. Ellos llevaban mucho tiempo tratando de tener un bebé. Que María se pusiera enferma a sólo seis semanas del parto, no le parecía justo.

—¿Te quedarás aquí conmigo durante más tiempo, ahora que tienes el despido por escrito de la escuela?— Zayn sabía lo que le estaba preguntando. Si se quedaba aquí con ella, en la habitación encima de la panadería, y continuaba cubriendo a María.

¿Quería quedarse en esa pequeña cafetería a medio camino de Grand Street que atraía turistas y hombres de negocios por igual y siempre estaba ocupada?

La distracción era  buena, por lo menos ganaría un poco de dinero, y quería a  Amelia.

—Nunca te he dejado en la estacada, Ame.

—Ya lo sé, bebé, solo... ¿Vas a intentarlo con otro puesto? ¿Tal vez en otra escuela? ¿Una escuela pública?— Esa no era la primera vez que ella se lo había dicho. Era de la opinión de que él se desperdiciaba en cualquier lugar fuera de un aula. Deseaba poder sentir lo mismo.

—No—. Zayn se sorprendió a sí mismo por su rápida respuesta. Normalmente era mucho más contenido. Nada de eso era culpa de Amelia.

—Lo siento. No me refiero a... Mira, no  voy a trabajar otra vez con niños cuando en un momento dado podría tener un dedo apuntándome por ser gay.

—Zayn

—Voy a trabajar en los cursos en línea, tal vez escriba algunos libros de texto— dijo Zayn. Estaba siendo terco y lo sabía, pero a pesar de que llevaba cinco años siendo amigo de  Ame, ella no sabía lo que realmente sentía por dentro.

—¿No es eso un desperdicio?

—No voy a pasar por toda esa mierda de nuevo. Estoy muy feliz de trabajar en segundo plano. —Sabía que su dolor e ira llenaban sus palabras de mentiras que Ame no se creyó.

Un Milagro de Navidad - Ziam [Adaptación]Where stories live. Discover now